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Original Web

Defendamos nuestras ciudades

Del número de noviembre de 2022 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 21 de julio de 2022 como original para la Web.


Escuchamos a diario acerca de los problemas de nuestras ciudades. Las historias de injusticia, violencia y actividad criminal parecen ser una marea constante en muchas ciudades de todo el mundo.   

En un momento dado, algunas casas en mi propio vecindario habían sido allanadas y robadas. Los vecinos se sentían invadidos, perturbados, incluso violados. El barrio estaba en vilo. Varios de nosotros nos reunimos una noche para considerar cómo defender nuestros hogares; decidimos formar una vigilancia vecinal.

Además de tomar estas medidas prácticas con mis vecinos, decidí orar. Pensé en el registro bíblico de Nehemías, quien vio que su ciudad, Jerusalén, enfrentaba una crisis terrible y potencialmente mortal (véase Nehemías, capítulos 2-6). Se dirigió a los gobernantes y ciudadanos de la ciudad, expresando la necesidad de reconstruir el muro circundante para proteger a la ciudad de sus enemigos. Pero lo más importante es que sus fieles oraciones lo llevaron a reconocer que la única protección segura es Dios. Aunque los gobernantes vecinos despreciaron los esfuerzos de los israelitas para reconstruir el muro, empleando finalmente amenazas, subterfugios y rumores infundados para tratar de detener su progreso, Nehemías mantuvo el rumbo con valentía. Cuando comenzó la obra, dijo a sus enemigos: “El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos, porque vosotros no tenéis parte ni derecho ni memoria en Jerusalén” (Nehemías 2:20). Para mí, esto significaba que Dios tiene todo el poder, y que el mal no estaba presente en Jerusalén, ni tenía derecho a estar presente en el futuro, ni había evidencia de que hubiera estado presente en el pasado. 

Como parte de nuestra vigilancia vecinal, algunos de nosotros acordamos caminar por las calles después del anochecer, para ser una presencia activa, con la esperanza de hacer que el vecindario fuera menos atractivo para los delincuentes. Al prepararme para estas caminatas, reflexioné sobre el gobierno universal, la iluminación y la protección de todas las ideas de Dios, la Mente divina. Hacerlo me permitió silenciar los temores intrusos, negándoles cualquier legitimidad, ahora, en el futuro o incluso en el pasado. 

Cristo Jesús dijo de sus seguidores: “Mi Padre que me [los] dio, es mayor que todos, y nadie [los] puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Juan 10:29). Nadie puede ser alejado de Dios. Y puesto que el hombre es creado “a imagen de Dios” (Génesis 1:27), él o ella no incluye ningún elemento criminal, ninguna envidia y ninguna codicia por los bienes de los demás. Todos los hijos de Dios están plenamente satisfechos con las riquezas ilimitadas que Él provee. 

Además, razoné que “ninguna clase de error puede ocultarse de la ley de Dios”, como leemos en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por la Descubridora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy (pág. 95). Todas estas verdades son leyes de seguridad y justicia para nuestras comunidades, incluso para cualquier posible malhechor. Las leyes de Dios bendicen a todos y a cada uno.

Alrededor de este tiempo, mi compañía me trasladó a otra ciudad a más de mil kilómetros de distancia. Mi familia se reuniría conmigo cuando terminara el año escolar. Una noche después del trabajo, encendí la televisión y cometí el disparate de ver una película terrible llena de criminalidad. Me di cuenta de que no podía irme a la cama con mi pensamiento lleno de esas imágenes crueles. Así que, oré con fervor durante las siguientes dos horas, hasta que me sentí mentalmente limpio de la mugre de la criminalidad. El mal ni siquiera puede existir, y mucho menos florecer, en la omnipresencia y omnipotencia del bien. Me sentí en paz sabiendo que Dios reinaba y que el mal no tenía porción ni derecho ni recuerdo, ni en mi pensamiento ni en ninguna parte.

Esa misma noche, mi esposa fue despertada por una llamada telefónica de alguien que decía ser un amigo mío de la universidad. Ella explicó que yo estaba fuera de la ciudad, pero cuando comenzó a dormirse de nuevo, sintió que había algo mal en la llamada. Marcó el 911, pero justo después de dar nuestra dirección, el teléfono se cortó. (Esto fue antes de los teléfonos celulares.) El criminal estaba en nuestro patio trasero. Había conectado un teléfono a nuestra línea telefónica y hecho la llamada desde atrás de nuestra casa antes de cortar la línea. 

Aprendí la necesidad de vigilar mi pensamiento, de no asimilar imágenes de criminalidad o crueldad.

El despachador alerta del 911, al escuchar el repentino silencio, envió rápidamente un coche de policía cercano a nuestra casa. El auto se acercó silenciosamente, pero las luces parpadeantes hicieron que el ladrón saliera corriendo. Sin embargo, aún no se había puesto los guantes y había dejado sus cortadores de cables. La policía pudo obtener sus huellas dactilares y muy pronto lo arrestó. Los robos se detuvieron y muchos de los bienes robados de nuestros vecinos fueron recuperados de su lugar de almacenamiento.

Por supuesto, yo estaba profundamente agradecido por la protección de mi esposa e hijas y porque hubiera regresado la paz a nuestras calles. Sabía que el ladrón también estaba protegido; como hijo de Dios, ciertamente no era un criminal de corazón, y no sería bendecido al continuar cometiendo crímenes. La corrección y la disciplina podían llevarlo a discernir la verdadera inocencia y naturaleza pura que Dios le había dado. 

De esta experiencia, también aprendí que era necesario vigilar mi pensamiento, no asimilar imágenes de crimen o crueldad y resistir la mentira de que la semejanza de Dios puede convertirse en una víctima o victimario. Necesitamos fortalecer nuestro pensamiento todos los días comprendiendo que nuestra seguridad está en nuestro Padre-Madre Dios, el Amor omnipotente. Y esta seguridad nos incluye a todos: familiares, amigos e incluso los aparentes enemigos, por igual.

Nuestras ciudades necesitan observadores alertas. Ciencia y Salud nos dice que “... mentes malignas se esforzarán por encontrar medios con los cuales causar más mal; pero aquellos que disciernan la Ciencia Cristiana refrenarán el crimen. Ayudarán a expulsar el error. Mantendrán la ley y el orden, y gozosamente esperarán la certeza de la perfección final” (pág. 96). Nuestras oraciones nos capacitan para hacer esto y reconocer nuestro derecho, deber y autoridad para defender espiritualmente nuestras ciudades, positivamente y con alegría.

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