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Original Web

Confía a Dios los detalles

Del número de noviembre de 2025 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 23 de junio de 2025 como original para la Web.


Mi familia ha sido bendecida por la comprensión de la omnipresencia y la bondad infinita de Dios y al poner nuestra confianza en Él. Me gustaría compartir tres ejemplos. 

Mi esposa sirvió como organista para nuestra filial local de la Iglesia de Cristo,  Científico, durante unos seis meses, mientras se buscaba un organista permanente. Ella había solicitado el puesto pero, después de una serie de audiciones de otros organistas, no fue seleccionada y se sintió muy decepcionada. 

Al orar sobre esto, pensé que, puesto que los servicios de nuestra iglesia estaban dedicados a adorar a Dios, era la mano divina la que guiaba el bienestar de nuestra iglesia, incluida la selección de los músicos. Eso me aseguró que si era correcto que mi esposa continuara sirviendo como organista, ningún poder en la tierra podía frustrarlo. Por otro lado, si la tarea no era para ella, ningún poder en la tierra podría colocarla en ese puesto. Dios, el Amor divino, tenía el control total. Eso nos dio paz. Varias semanas después, la persona originalmente seleccionada decidió no aceptar el puesto, y se le pidió a mi esposa que sirviera como nuestra organista permanente.

En el segundo caso, necesitábamos una casa más grande para nuestra familia, que incluía a tres varones en edad de crecimiento. Encontramos una casa que nos gustó mucho e hicimos una oferta un viernes. A la mañana siguiente, mi esposa y yo asistimos a la reunión anual de un grupo de apoyo de la Ciencia Cristiana a un centro de salud mental local. De camino a casa, llamamos a nuestro agente inmobiliario para ver si nuestra oferta había sido aceptada. Nos dijo que como no había podido comunicarse con nosotros, otro comprador se quedó con la casa. 

Estábamos desolados. Recurrí a la Biblia y a Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, de la Descubridora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy. No podía aceptar que se nos penalizara por expresar amor cristiano y estar “en los negocios de [nuestro] Padre” (Lucas 2:49). Me animó esta afirmación de Ciencia y Salud: “Al trabajar y orar con motivos verdaderos, tu Padre te abrirá el camino” (pág. 326). Me embargó la paz a medida que tuve más confianza en que estábamos a salvo, al dejar todo el asunto en manos de Dios.

Rápidamente encontramos otra casa en la misma zona que satisfacía plenamente nuestras necesidades. Después de comprarla, trabajamos con el mismo agente inmobiliario para vender nuestra casa anterior. Varios meses después, cuando estábamos firmando los documentos del cierre, el agente mencionó que la venta de la primera casa que habíamos querido comprar había tenido complicaciones tan serias que la venta había fracasado. Así que, en lugar de estar desamparada, nuestra familia había sido protegida.

La tercera experiencia se refería al empleo. Cuando un nuevo Director General llegó a la organización para la que yo trabajaba, comencé a notar que ya no me incluían en las discusiones cruciales. Pronto, el Director General hizo una presentación que me indicó que mis días en esa organización estaban contados.

Me quedé atónito. Había estado 25 años en la compañía, recibido constantemente favorables evaluaciones de desempeño y promociones, y esperaba estar allí durante al menos otros diez años.  

Después de la conmoción inicial, recurrí a la oración. No podía creer que un Dios amoroso me abandonara; y sabía que había estado viviendo de acuerdo con mi más elevado sentido de lo que es correcto al dedicar todos esos años de servicio diligente y leal. Sin embargo, en lugar de orar para mantener mi trabajo, oré para conocer y hacer la voluntad de Dios. Me vinieron a la mente las palabras “Pon tu todo terrenal sobre el altar de la Ciencia divina”. Hacían eco de esta promesa de Ciencia y Salud: “El tiempo para la reaparición de la curación divina es a través de todos los tiempos; y quienquiera que ponga su todo terrenal sobre el altar de la Ciencia divina, bebe de la copa de Cristo ahora y es dotado del espíritu y del poder de la curación cristiana” (pág. 55). Mi miedo y mi ira desaparecieron. Entregué todo al Padre celestial y estuve dispuesto a aceptar  cualquiera que fuera Su plan. 

Durante las siguientes semanas, seguí sintiéndome excluido en el trabajo, pero continué orando con confianza en que Dios, el bien, estaba gobernando y que Su provisión excedía todo lo que yo pudiera imaginar. Me animó esta promesa bíblica: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Corintios 2:9). 

Entonces, un viernes por la tarde, la persona número dos de la organización me buscó, y vino a mi oficina con una solicitud de nuestra organización al gobierno federal. Me dijo que había que revisarla y me preguntó si podía hacerlo.   

Pasé el fin de semana reescribiendo la solicitud y la dejé en su escritorio el lunes por la mañana. Ella enseguida me dijo que la solicitud se veía bien y estaba lista para ser presentada. Ese fue el final de mi exclusión, y continué progresando dentro de la organización hasta que me jubilé después de 38 años de servicio. 

Las numerosas experiencias de guía y protección de nuestra familia han aumentado continuamente nuestra confianza en la perfecta provisión de Dios para cada uno de Sus queridos hijos. Estamos profundamente agradecidos.

Charles Lindahl
Fullerton, California, EE. UU.

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