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Original Web

¿Estamos indefensos ante el clima extremo?

Del número de noviembre de 2025 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 30 de diciembre de 2024 como original para la Web.


Mucho se ha dicho y escrito en los últimos años sobre la ciencia del cambio climático y las causas de los fenómenos meteorológicos extremos. Gran parte de la controversia refleja una diferencia de opinión sobre la causa de las temperaturas extremas y los eventos climáticos destructivos. Sin embargo, una cosa es cierta: La escala y la gravedad de estos eventos pueden hacernos sentir impotentes para hacer algo al respecto. 

No obstante, no estamos indefensos. Cristo Jesús, la persona a quien Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, llamó “el hombre más científico que jamás pisó la tierra”, nos mostró que no solo podemos estar protegidos de las condiciones extremas, sino en definitiva mitigarlas e incluso prevenirlas mediante la comprensión del poder supremo de Dios y el dominio que Él nos ha dado sobre la tierra. Ella explica el enfoque cristianamente científico de Jesús frente a la discordia de todo tipo: “Se sumergía bajo la superficie material de las cosas, y encontraba la causa espiritual” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 313). En otras palabras, no buscaba las causas materiales ni recurría a ellas, sino que se volvía a Dios, el Amor divino, y reconocía que el Amor es la única causa y efecto, el único poder en el universo. Y sabía que esta causa única no tiene ningún elemento destructivo. 

Una poderosa ilustración de esto se registra en el Evangelio de Marcos en la Biblia. Se nos dice que Jesús y sus discípulos estaban en el mar cuando se levantó una violenta tormenta que amenazaba con hundir su barca. Sus discípulos se sentían impotentes y temían por sus vidas. Sin embargo, Jesús debe de haber confiado en que Dios los liberaría, porque claramente no tenía miedo; estaba seguro del cuidado amoroso, el poder y el control absoluto de Dios sobre toda Su creación. Esta comprensión le dio dominio sobre la experiencia humana y lo dotó de la capacidad de reprender al viento y dominar las olas. Él dijo: “Calla, enmudece” (Marcos 4:39) y calmó no solo la atmósfera mental de miedo en esa barca, sino también el clima turbulento.

Este dominio que Jesús ejercía no era exclusivo de él. La Biblia nos dice que todos nosotros, por estar hechos a imagen y semejanza de Dios, reflejamos el poder de Dios y, por lo tanto, tenemos “dominio [...] sobre toda la tierra” (véase Génesis 1:26-28, KJV). Jesús esperaba plenamente que sus seguidores probaran esto por sí mismos, ya que  manifestó: “De cierto, de cierto os digo, que el que en mí cree, también hará las obras que yo hago; y mayores obras que éstas hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12, Revised Standard Version).

Algunos amigos y yo tuvimos la oportunidad de probar esto en cierto grado cuando, hace varios años, un poderoso huracán se dirigió hacia nuestra comunidad costera. Las predicciones eran nefastas, ya que la trayectoria proyectada del huracán incluía una zona muy poblada y vulnerable. Al analizar cómo estábamos orando, nos fue evidente que necesitábamos sumergirnos “bajo la superficie material de las cosas”: ir más allá de la suposición de las causas materiales. Necesitábamos reconocer la presencia eterna y el poder supremo de Dios y saber que Él siempre mantiene la paz y la armonía. No aceptamos el pronóstico de una discordia inevitable y, en cambio, Le pedimos a Dios que nos mostrara lo que era verdad: que el Amor divino amaba y gobernaba su creación sin interferencias. 

En aquel momento, también se estaba desarrollando un escándalo en ese estado, y había mucho odio contra el partido político involucrado. Estaba claro para mis amigos y para mí que solo el poder del Amor divino podía disolver el odio y calmar la tormenta. El miedo a las consecuencias políticas y a la destrucción de la tormenta necesitaba ser  contrarrestado por la comprensión de la presencia y supremacía calmante y sanadora del Amor divino.

Esta convicción de que solo el Amor estaba presente hizo desaparecer nuestro temor a pesar de que el huracán se había intensificado. Y sabíamos que incluso si tan solo unos pocos de nosotros nos aferrábamos a la verdad de Dios como el único poder —siempre bueno y que causa solo el bien— era suficiente para ayudar a elevar la atmósfera mental. Estar con Dios, el Todopoderoso, es estar con el único poder verdadero que gobierna el universo. Teníamos autoridad divina para rechazar la creencia de que el clima está fuera de control y para aferrarnos, en cambio, al hecho espiritual de que siempre está sujeto a la sabiduría de Dios.

Mientras oraba, abrí Ciencia y Salud y leí la definición de viento en el Glosario: “Aquello que indica el poder de la omnipotencia y los movimientos del gobierno espiritual de Dios, envolviendo todas las cosas. Destrucción; ira; pasiones mortales” (pág. 597). 

La primera parte de esta definición da el sentido espiritual o el significado bíblico original de la palabra, mientras que la segunda es el sentido material de la palabra. Refuté el sentido material del viento —la supuesta existencia de la destrucción, la ira y las pasiones mortales— que parecía respaldar toda esta confusión, y afirmé la omnipotencia y los movimientos del gobierno espiritual de Dios que lo abrazaba todo. Estos son los únicos movimientos que existen, que llevan el pensamiento en la dirección correcta y sin daño. Afirmé que el gobierno de Dios abarcaba todas las cosas y a todas las personas, incluso a aquellas que estaban enojadas con el estado. Dios no estaba castigando al estado con un clima destructivo, como algunos decían; la situación era una oportunidad para demostrar el amor redentor de Dios por todos.

Nuestra confianza en la protección y el gran amor de Dios por todos, incluso por los responsables del escándalo, creció. Sabíamos que el escándalo político no era un catalizador para el odio; era impotente, una falsa creencia desconocida para la única Mente divina, Dios, quien solo es consciente de Su propia bondad y armonía infinitas.

Esa bondad fue evidente cuando el huracán cambió bruscamente de curso poco antes de tocar tierra, debilitándose y aterrizando en una zona escasamente poblada. Y así como se mitigaron los efectos del huracán, la tormenta política pronto pasó. Muchas personas en el estado habían estado orando y se regocijaron con el resultado, dándole el crédito a Dios. 

Tú y yo podemos ejercer el dominio que Dios nos ha dado sobre el temor de que el clima extremo sea inevitable e imparable. Solo el Amor, con su atmósfera de paz, es inevitable e imparable. Esta comprensión es una oración poderosa, que nos permite experimentar más consistentemente la armonía del Amor divino.

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