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Original Web

Orar con el Salmo 23 trae libertad

Del número de noviembre de 2025 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 19 de mayo de 2025 como original para la Web.


Estaba trabajando en el jardín y en nuestro terreno cuando, sin previo aviso ni causa aparente, me empezó a doler mucho la pierna y a hincharse cerca del pie. Durante los días siguientes, los síntomas aumentaron y se extendieron.

Siguiendo los consejos del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, de Mary Baker Eddy, llamé de inmediato a un Científico Cristiano experimentado para que orara por mí. Una de las primeras cosas que dijo el practicista de la Ciencia Cristiana fue: “Esto no se trata de ti; esta es una oportunidad para conocer más acerca de Dios”.

Durante las siguientes seis semanas, aunque no podía caminar y me asaltaban el dolor y el miedo, definitivamente estaba aprendiendo más sobre Dios y mi verdadero ser como Su imagen y semejanza. 

Mi querida esposa expresó cualidades muy alentadoras de muchas maneras al cuidar de mí. Además de brindarme ayuda práctica, fue un ejemplo de la descripción en Ciencia y Salud de una buena enfermera: “alegre, ordenada, puntual, paciente, llena de fe” (pág. 395). Estar rodeado de una atmósfera de pensamiento tan elevada me fue de gran ayuda.

El practicista compartió muchos himnos, versículos de la Biblia y pasajes de Ciencia y Salud. Estos me ayudaron a mantenerme enfocado en el panorama más amplio de todo lo que Dios es como Espíritu infinito, y cómo estoy directamente conectado con Él por ser Su imagen y semejanza espiritual. Me sentí particularmente apoyado por el Salmo veintitrés de la Biblia. Se convirtió en mi pan de cada día de muchas maneras.

Este salmo me aseguraba que Dios me había creado, sabía todo sobre mí y nunca había dejado —jamás dejaría— de cuidarme. Me ayudó volverme hacia Dios, en vez de  hacia el problema.

Así como las ovejas en el salmo son pastoreadas “junto a aguas de reposo” (versículo 2), Dios me trajo una quietud de pensamiento, y estos momentos me llevaron a un sentido más elevado de restauración. Vi que si simplemente volvía a tener una pierna sana, no habría aprendido nada más sobre Dios o sobre mi ser como reflejo de Dios. Recordé que el practicista me dijo que esto no se trataba de mí, sino de conocer más sobre Dios. Una conferencia de la Ciencia Cristiana que escuché muchas veces en línea me ayudó a ver que yo era el reflejo inmediato y puro de Dios. ¿Experimentó Dios hinchazón, dolor o decoloración? Definitivamente no, así que si yo podía reflejar solo mi fuente, ¿cómo podían esos síntomas ser ciertos sobre mí?

Una noche, los síntomas comenzaron a extenderse de una manera tan aterradora que tuve temor de que llegaran a mi corazón y pudiera morir. La noche estuvo llena de miedo y oscuridad, y comencé a preguntarme si no sería lo más razonable ir a la sala de emergencias del hospital local.

Pero el salmo dice: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (versículo 4). Y durante esa noche, ciertamente Dios estuvo conmigo. La pregunta surgió en el pensamiento: “¿Quién te dijo que necesitas un corazón para vivir?”. 

No estaba muy seguro de qué pensar sobre eso. Al haber estudiado biología, estaba muy familiarizado con la noción de que un corazón es esencial para la vida. Había experimentado el efecto sanador de la Ciencia Cristiana en numerosas ocasiones, y comprendí hasta cierto punto que tengo una identidad completamente espiritual, que es una expresión de las cualidades espirituales, y que esta es perfecta, completa e inmutable por ser el reflejo de Dios, el Espíritu. Pero el cuerpo de carne y sangre, huesos y órganos, también parecía muy real. Mis “angustiadores” (versículo 5) decían: “Estás en un cuerpo material; cualquier cosa puede pasarte en cualquier momento. ¿Realmente puedes confiar en la Ciencia Cristiana para sanarte? Podrías morir”.

Pero recordé que Dios estaba preparando una mesa delante de mí en presencia de esos temores, y en ese momento me pareció muy claro que mi vida no dependía de un corazón. No tenemos dos cuerpos; no nos despertamos en un cuerpo físico cada día con un cuerpo espiritual perfecto en algún otro lugar, bien preservado y lejos del dolor y el sufrimiento. Tenemos un solo cuerpo, una sola identidad, y ese cuerpo está compuesto únicamente de sustancia espiritual, incluyendo la verdadera idea espiritual del corazón. Ahora sabía que si no estaba percibiendo la realidad y la presencia de ese cuerpo espiritual, entonces mi percepción era incorrecta.

También me di cuenta de que la enfermedad no existe en la materia, sino solo en el pensamiento convencido de que la existencia es material. Y si la enfermedad no existe en la materia, entonces la curación no puede consistir en convertir la materia enferma en materia sana. La curación debe ocurrir en la consciencia.

Fui alimentado en esa mesa en el desierto. Comencé a ver más claramente que tenía la oportunidad de aprender más sobre el gran amor y cuidado de nuestro divino Pastor por mí y por todos al comprender más sobre nuestra identidad completamente espiritual. En cuestión de días hubo un cambio significativo, y en un par de semanas mi apariencia y acción eran normales. Estaba completamente sano. 

Estoy muy agradecido por todos los aspectos de esta curación: las declaraciones claras, tranquilas y alegres del practicista; la atención de mi esposa; la inspiración que compartió el conferenciante de la Ciencia Cristiana; el amoroso cuidado expresado por los miembros de mi filial local de la Iglesia de Cristo, Científico, durante este tiempo; los recursos disponibles de La Iglesia Madre (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, en Boston); y la riqueza del sanador apoyo disponible del pastor de la Ciencia Cristiana: la Biblia y Ciencia y Salud. 

Verdaderamente “en la casa de Jehová moraré” (versículo 6) así como nuestra conciencia habita en Dios, el Amor.

Pete Hatherell
North Gower, Ontario, Canadá

Estoy feliz de verificar la curación de mi esposo. Como generalmente es una persona sana y activa, fue bastante alarmante verlo inmóvil y dolorido. Sin embargo, hemos sanado a través de la oración, como se enseña en la Ciencia Cristiana muchas veces, y cuando no vi miedo en los ojos de Pete, me di cuenta de que yo no podía hacer menos que reclamar la omnipresencia y el cuidado activo del Amor divino para ambos. Mi propio miedo dio paso a una expectativa de curación, y pude ayudarlo con alegría en sus necesidades básicas hasta que estuvo completamente libre.

Jan Hatherell

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