Cuando comencé a profundizar en el estudio de la Ciencia Cristiana, traté de poner en práctica lo que leía.
Un día, estaba trabajando en la secretaría de una escuela primaria para niños, cuando se produjo un corte de luz. Una maestra pidió ayuda, así que me dirigí a una pequeña escalera para llegar al aula. Sin embargo, como no podía ver muy bien, me resbalé y caí por los escalones, golpeándome parte de un pie. Dos personas en la oficina vieron lo sucedido, y me ayudaron a levantarme y me sostuvieron hasta alcanzar una silla.
Los ojos se me llenaron de lágrimas de dolor, pero yo insistí en mis pensamientos que eso no podía ser, ya que ni por un momento estaba fuera de la bondad y el cuidado de Dios. Llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para que me diera tratamiento espiritual. Oré en silencio el Padre Nuestro, incluida su interpretación espiritual que aparece en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, escrito por Mary Baker Eddy.
En parte dice:
Venga Tu reino.
Tu reino ha venido; Tú estás siempre presente.
(pág. 16)
Lamenté no poder atender a los estudiantes y maestros ese día, pero estaba en pleno trabajo de oración; negando cualquier cosa desemejante a Dios y embebiendo las palabras del Padre Nuestro.
Llegó la hora de la salida. Todavía tenía algo de dolor, pero comencé a moverme y logré ponerme de pie. Pensaba que, si una lesión no existe en el reino de Dios, entonces yo no podía estar dolorida.
Caminé unos treinta metros hasta la salida de la escuela. En el camino mi tobillo hizo un ruido. En ese momento, dejó de doler.
Mis compañeros de trabajo me preguntaron si informaría de la lesión a la aseguradora de riesgo de trabajo. Les dije que no, porque estaba perfectamente bien. Y no tuve más problemas para caminar.
Esta fue mi primera curación en la Ciencia Cristiana.
Laura Romero
Buenos Aires, Argentina
