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Original Web

Una sola voz

Del número de noviembre de 2025 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 9 de junio de 2025 como original para la Web.


Dondequiera que estemos en la vida, hagamos lo que hagamos, siempre podemos escuchar a Dios. Como dice Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana: “...no hay lugar donde no es oída Su voz; …” (La unidad del bien, pág. 2).

¿No es eso gran parte de la curación, cuando hemos eliminado todo sentido del yo y no hay una conversación entre dos puntos de vista opuestos, el bien y el mal, lo espiritual y lo material? ¿Cuando solo escuchamos a Dios, Su “voz callada y suave” (Versión King James), y comprendemos el control del Amor sobre todo?

La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Un momento de consciencia divina, o la comprensión espiritual de la Vida y el Amor, es un goce anticipado de la eternidad” (pág. 598). ¡Qué hermosa promesa! En ese “momento de consciencia divina”, encontramos paz, confianza y curación.

Hace unos años tuve una dificultad para caminar. Oraba y obtenía algo de comprensión —incluso algo de libertad física— pero llegó un punto en el que la mayoría de los días caminaba con un bastón y tenía dolor por la noche. Estaba contemplando usar un andador. Pero yo esperaba una curación completa, y sabía que esta condición no era cierta acerca de mí como expresión de Dios, Su idea perfecta: recta y libre. También entendí que no estaba sanando una pierna o una dolencia “popular”; estaba cambiando mi forma de pensar para ayudarme a percibir la salud y la movilidad que ya sabía que estaban realmente allí. 

En ese momento, me comuniqué con un sanatorio de enfermería de la Ciencia Cristiana en nuestra zona, y me dijeron que vendrían a ayudar en todo lo que fuera necesario. Incluso, mientras explicaba el desafío y los artículos que posiblemente  necesitara, supe que estaban aceptando mi perfección espiritual en ese mismo instante. Podía sentir su amor.

Al orar, manejé el pensamiento de la edad y el tiempo e insistí en que yo era para siempre una idea espiritual, y ninguna sugestión de limitación podía tocarme. Me encantó trabajar con la definición de tiempo en Ciencia y Salud: “Medidas mortales; límites, en los cuales están comprendidos todos los actos, pensamientos, creencias, opiniones y conocimientos humanos; materia; error; aquello que empieza antes, y continúa después, de lo que se denomina muerte, hasta que lo mortal desaparece y la perfección espiritual aparece” (pág. 595).

Eso coincidió tan maravillosamente con la definición de día, también en Ciencia y Salud: “La irradiación de la Vida; luz, la idea espiritual de la Verdad y el Amor.

“Y fue la tarde y la mañana un día” (Génesis 1:5). Los objetos del tiempo y del sentido desaparecen en la iluminación de la comprensión espiritual, y la Mente mide el tiempo de acuerdo con el bien que es desarrollado. Este desarrollo es el día de Dios, y ‘no habrá allí más noche’” (pág. 584).

La definición de año lo reunía todo; dice en parte: “Una medida solar del tiempo; mortalidad; espacio para el arrepentimiento. 

“‘Para el Señor un día es como mil años’ (2 Pedro 3:8) 

“Un momento de consciencia divina, o la comprensión espiritual de la Vida y el Amor, es un goce anticipado de la eternidad” (Ciencia y Salud, pág. 598).

Esas ideas me animaron. Me apoyé en Dios y me quedé con Él, y debo señalar aquí que realmente nunca me desanimé. Nunca pregunté por qué, ni cuándo, ni cómo se iba a llevar a cabo esta curación. 

Y luego, una noche, en una reunión de testimonios de los miércoles, alguien compartió una hermosa curación. Una mujer contó cómo ella y su caballo habían estado envueltos en un accidente grave, en el que ambos sufrieron lesiones. Los dos fueron sanados, y la curación fue tan completa, que más tarde entraron en una competencia y ganaron. Así que me fui a la cama esa noche con la confianza de la perfección completa, y este pensamiento inusual: “Dios perfecto, hombre perfecto, caballo perfecto”. 

A la mañana siguiente, me desperté y me sentí más libre de lo que me había sentido en meses. No había tenido dolor durante la noche. Saqué el contenedor del reciclaje, fui de compras al supermercado y visité a un querido amigo. Hacía mucho tiempo que no pasaba una mañana tan completa. El sábado por la mañana estaba completamente libre. ¡Sin dolor, sin cojera, sin bastón! La Ciencia Cristiana me había llevado a  rechazar cualquier sugestión de que estaba separada de Dios.

Incluso al escribir esto y recordar la curación, me doy cuenta de que solo había cambiado mi pensamiento. Había abandonado por completo el punto de vista mortal y había obtenido una perspectiva completamente espiritual de mí misma como imagen de Dios. Sabía que escuchar el mensaje angelical esa noche (“Dios perfecto, hombre perfecto, caballo perfecto”) fue un “momento de consciencia divina”, de oír solo a Dios. Vivo en Georgia y la reunión de testimonios por Zoom a la que asistí fue en California, pero tenía la sensación de que no había tiempo, ni espacio, ni límites, y de una iglesia sin paredes; solo Dios y Sus hijos, unidos a la Divinidad. 

Además, sabía que durante ese tiempo de oración constante, mi vela había sido encendida. La Verdad iluminaba diariamente la sugerida oscuridad de la mente mortal. Esperaba curación al reconocer la irrealidad de la edad y el tiempo. 

Lo que es tan querido para mí es que me fui a la cama después de la reunión de testimonios con ese mensaje angelical fresco, brillante, sencillo pero inspirador; ¡y era medianoche! Esto me recordó la declaración de la Sra. Eddy: “En la Ciencia Cristiana la hora de medianoche será siempre la hora nupcial, hasta que ‘allí no haya más noche’. Los prudentes tendrán sus lámparas encendidas, y la luz iluminará la obscuridad” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 276).

No era necesario que hubiera una conversación con puntos de vista opuestos sobre el bien y el mal, la vida y la muerte, el Espíritu y la materia. Porque en la Verdad, solo hay una voz. Y yo la había oído.

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