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El Principio divino, la ley universal del Amor, tiene bendiciones infinitas para cada uno de nosotros. Obedecer el Estatuto de “La oración diaria” nos protege del temor, la obstinación y el egoísmo. Nos permite vivir y dar un afecto genuino y puro que tiene un fundamento espiritual.
Me di cuenta de que, en lugar de limitarme a decir lo que pensaba, era más importante escuchar a Dios y dejar que el Amor guiara mis palabras y acciones.
La luz y la majestuosidad del Cristo nos acompañan a lo largo de esta temporada navideña y más allá. El Cristo eterno trae consuelo, fortaleza espiritual y alegría a todos.
A medida que abrimos nuestros corazones al mensaje de verdad del Cristo, vemos más de nuestra armonía inherente como los hijos espirituales de Dios.
Tenemos que tener hambre del bien. Tenemos que tener sed de la Verdad. Ciertamente, no podemos darnos el lujo de distraernos con debates sobre la forma del mensaje cuando la energía vibrante del mensaje está tan cerca.
Estaba muy agradecida por Dios. Y estaba agradecida de saber que los pensamientos de Dios están allí mismo para nosotros, ¡incluso antes de que los pidamos!
Los hijos de Dios, y todas Sus criaturas, son inocentes. Ninguna puede sufrir un castigo por ninguna actividad inofensiva o normal.
La Iglesia que perdura y ayuda a lograr la salvación de la humanidad nos eleva por encima del sentido personal de nosotros mismos y revela la actividad de la Mente divina en nosotros. Es tremendamente relevante.
Cuando nos apoyamos en Dios y nos sometemos a Su supremacía y cuidado, descubrimos cada vez más que podemos regocijarnos en lugar de preocuparnos.
Nuestra identidad está definida por Dios y no se puede encontrar en el ruido de las opiniones humanas, en los diagnósticos médicos, ni siquiera en la empatía y los temores bien intencionados de familiares y amigos.