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Una sensación de paz y consuelo se apoderó de mí cuando me di cuenta de que la obra de Dios ya está hecha. Esto me indicó cuán improbable era que después de crear todas estas “maravillas”, Dios decidiera más tarde crear fuerzas que pudieran destruir Su creación buena “en gran manera”.
Sabía que nunca podría ser nada menos que Su reflejo; por lo tanto, jamás podría perder el cuidado o el amor de Dios o tener menos que completa libertad en todos los aspectos de mi vida.
Si realmente queremos trabajar para la humanidad, la quietud, la paciencia y la presencia divina son nuestras amigas.
Esta experiencia me enseñó que debemos cambiar nuestra perspectiva hacia Dios, el Espíritu y la verdad de que nuestra existencia es algo totalmente espiritual.
En lugar de centrarnos en lo que necesitamos dejar ir —el problema— podemos abrir nuestro corazón a Dios, a la Mente divina que todo lo ama, y a las gloriosas posibilidades y promesas que nos esperan.
Aunque al principio nos sentimos angustiados e inquietos por este enfrentamiento, mi esposo y yo afirmamos que Dios, el Principio, el Amor, era el único poder que realmente estaba en operación. Reconocimos que el Principio divino estaba a cargo, no las personalidades.
En la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, he aprendido que Dios es una ayuda siempre presente.
Publicado originalmente en portugués
Dios no hizo seres humanos con mentes separadas y propensas a errar y una mezcla de rasgos buenos y malos. Los hijos de Dios son espirituales y reflejan todas las cualidades íntegras de la única Mente divina, y nada más.
Cuando los niños, en particular, son rescatados de la esclavitud, ante la preocupación por las secuelas de una experiencia tan terrible, esta aserción da razón para tener una expectativa diferente. Afirma que el poder pertenece a la inocencia.
La familia de Eli hizo una lista de ángeles. Algunos de los ángeles en los que pensaron fueron cómo ser amables, cómo sentirse más felices, cómo ser útiles y recordatorios de que Dios nos hizo buenos.