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Lo que percibimos como algo que falta está, de hecho, ya lleno de Amor divino.

Me di cuenta de que mi pulgar había sanado por completo, y no he tenido problemas con él desde entonces. 

Un punto decisivo en mis oraciones fue comprender que fui creada para expresar a Dios de una manera única. No hay nadie más que pueda expresar las cualidades espirituales que expreso exactamente de la misma manera en que yo lo hago. 

Comprendí que, como imagen y semejanza espiritual de Dios, yo era en realidad la expresión de hermosas cualidades y que nada podía detener esa expresión.

Durante los siguientes seis meses, preparé mi “casa” o mi consciencia. Hice esto al expandir mi concepto espiritual de lo que constituye una casa u hogar, e identificar las cualidades derivadas de Dios que se relacionan con él.

En Dios está nuestra vida, nuestro ser. La oración y la confianza con comprensión no hacen que Dios aparezca repentinamente, sino que nos ayudan a reconocer que debido a que Él es Todo, somos eternamente espirituales, saludables, completos.

La energía divina revela nuevas y grandes ideas y nos mueve a encontrar nuevas formas de expresar las cualidades y la obra de Dios.

Lo que cambió 180 grados la percepción de mi propia valía fue cuando sentí tangiblemente que mi verdadero Progenitor es Dios, el Amor divino.

Participar en la Escuela Dominical, visitar la Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana y asistir a los servicios de la iglesia dieron una estructura sólida a mi vida. Aprendí sobre mi verdadera identidad como hija amada de Dios.

En mi propia experiencia, descubrí que mirar continuamente hacia atrás recordando lo sucedido —especialmente repasar y aferrarme a los errores— me impedía obtener mi comprensión y demostración de progreso y libertad espirituales.