Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, afirma: “La vida es eterna. Debiéramos descubrir esto, y comenzar a demostrarlo” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 246). Como descubrió la Sra. Eddy, cuando se trata de nuestra relación con Dios, no hay un proceso de disminución o envejecimiento. La Vida es eterna, y el reconocimiento de esta realidad sana: nos restaura para que comprendamos y experimentemos la plenitud de la vida, y nos sana por completo (Juan 7:23).
Veo muchas evidencias maravillosas en nuestra comunidad de familiares y amigos que se unen para ayudar a aquellos que necesitan asistencia, alimentación y atención práctica. También es gratificante apoyar a quienes cuidan a sus mayores. Sin embargo, a veces un sentido de responsabilidad personal puede hacer que este cuidado parezca gravoso y difícil. Lo bueno es que Dios, el Padre y Madre del universo, cuida tiernamente de todos Sus hijos, y cuando recurrimos a Él, vemos que esto se evidencia de manera tangible y práctica.
La oración sincera y propia del Cristo es imperativa y eficaz, al proporcionar ideas inspiradas que brindan una dirección clara. Estas vislumbres nos muestran cómo y cuándo ayudar a los miembros mayores de la familia a encontrar curación, así como el hogar y la actividad adecuados para ellos. Qué maravillosa directiva cristiana es cuidar de los necesitados, especialmente de las valiosas personas que han bendecido a otros a lo largo de su travesía.
Al cuidar a mi madre cuando el camino parecía poco claro, ella y yo nos volvimos a Dios en oración y escuchamos. Las respuestas llegaron cuando el Cristo, la Verdad, iluminó su naturaleza divina y eterna ya completamente bendecida, activa y abrazada por Dios.
Esta verdad satisface todas las necesidades humanas. Cada uno de nosotros, por ser la expresión misma de la bondad de Dios, es totalmente espiritual, por lo tanto, jamás envejece. La Vida, como se ve a través de esta lente divina, está llena de luz y vitalidad, no sufre disminución alguna. “El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto, el hombre no es material; él es espiritual”, afirma Ciencia y Salud (pág. 468).
Saber esto y ser humildemente receptivas a estas preciosas verdades amplió gradualmente la perspectiva de mi madre y la mía. Pudimos demostrar con más eficacia el inconmensurable amor y cuidado de Dios por Sus hijos. Dios, el Amor divino, amplió nuevas perspectivas de la vida y trajo soluciones creativas a problemas que antes parecían tremendos.
En un momento fue evidente que sería mejor que mi madre viviera más cerca de mi familia, y que necesitábamos encontrar un apartamento con atención asistida. Ella se sentía aislada, restringida y desganada después de la muerte de su esposo, y quería un cambio de ambiente. También era importante que el establecimiento respetara sus consideraciones religiosas al brindarle asistencia.
Cada establecimiento que vimos tenía diferentes reglas y regulaciones, con requisitos financieros y médicos complejos que parecían muy difíciles de entender y manejar. Oramos para que cada obstáculo que enfrentábamos se transformara en armonía y mayor libertad en lugar de en más restricciones y limitaciones. Además, teníamos que hacer esta mudanza repentina durante las vacaciones de Navidad, ya que las necesidades de mi madre parecían apremiantes, y los administradores de estas instituciones estaban de vacaciones o no estaban disponibles.
Dios cuida tiernamente de todos Sus hijos, y cuando recurrimos a Él, vemos esto evidenciado de manera tangible y práctica.
Para no sentirme abrumada, me volví a los bondadosos brazos de Dios y oré: “Dios, Tú estás a cargo. Esto es demasiado grande como para que yo decida qué hacer”. Abandoné el sentido humano de las cosas, y me vino el mensaje: “El Amor divino es el que sabe cómo satisfacer cada necesidad humana”. Sabía que esto era cierto de un extremo al otro del universo. La ley de la identidad eterna del hombre como imagen y semejanza de Dios no había cambiado. En realidad, nada necesitaba arreglo; todo era perfecto y estaba en su lugar correcto.
Fui guiada a cuidar de mamá en mi casa durante unos días. Entonces, un espacioso apartamento con hermosas vistas en un establecimiento a pocos kilómetros de nuestra casa de repente quedó disponible para ella. Era un lugar donde podía continuar practicando la Ciencia Cristiana, y el precio era asequible. Amueblamos sus habitaciones de manera que satisficiera sus necesidades con gracia y dignidad.
Allí experimentó la curación. Comenzó a caminar más libremente y recuperó el peso perdido; su vista también mejoró. Su vigor normal fue restaurado. Disfrutó una vez más de su independencia e hizo nuevos amigos.
Con frecuencia la traía de visita a nuestra casa, donde expresábamos gratitud por su curación. Pudo disfrutar de los servicios religiosos en nuestra filial de la Iglesia de Cristo, Científico. Ella compartió ejemplares de Ciencia y Salud con otros residentes en sus instalaciones, quienes vieron cuánto la habían ayudado las ideas de este libro. También pudo servir a esa comunidad al convertirse en presidenta de la junta de asociación de residentes. Además, tenía un hermoso jardín que florecía justo afuera de una ventana soleada. Le encantaba estar allí y continuó su vida independiente con alegría.
Ser el cuidador, defensor, amigo y apoyo espiritual de alguien puede cambiar la vida. Aprendí a entregar cada vez más este cuidado a la dirección de Dios, la fuente más elevada de amor y cuidado. Al hacer esto, tuve menos estrés y pude deshacerme de la sugestión agresiva de que necesitaba ser la “que arregla todo”.
La Biblia habla del “Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (2 Corintios 1:3, 4). Cuando ayudamos a otros, estamos honrando a Dios, el Principio divino que nos ha moldeado y formado para ser semejantes a Él.
Cuando Jesús estaba en la cruz, le pidió a su madre que aceptara a uno de sus discípulos como su hijo, y a este discípulo que la aceptara como su madre (véase Juan 19:26, 27). Veo esto como el inspirado cuidado que resulta en una relación familiar instantánea. El pensamiento elevado de Jesús reveló en ese momento la naturaleza espontánea del cuidado misericordioso de Dios. Nosotros también podemos ver las necesidades de nuestros seres queridos satisfechas compasivamente a cada hora por Dios, la Mente divina, sin ninguna carga de culpa o temor.
Con este enfoque, la Sra. Eddy fue inspirada a hacer estipulaciones en el Manual de La Iglesia Madre para capacitar a los enfermeros de la Ciencia Cristiana con el fin de ayudar a aquellos de todas las edades que necesiten asistencia práctica mientras confían en la curación espiritual. Esta amorosa actividad llega a todos en el hogar y puede calmar las olas de agitación, miedo y resistencia. En muchos países y culturas, y de diversas maneras en todo el mundo, esta activa expresión de amor, junto con el poder sanador del Cristo, la Verdad, trae liberación y salud al elevar y bendecir a toda la humanidad.
