Había estado buscando un camino de luz y paz, cuando la Ciencia Cristiana me encontró, y desde entonces me cambió la vida. Fue un día en que me enteré de un grupo de estudio que se reunía en la casa de una persona que conocía. Normalmente no hubiera preguntado de qué se trataba la reunión, pero en esta ocasión y sin saber por qué, me sentí impulsada a hacerlo. La mujer me dijo que el grupo se reunía regularmente para leer la Biblia y otro libro con el fin de aprender más acerca de Dios. Espontáneamente, le pregunté si podía ir a la reunión, y ella dijo: “¡Por supuesto!”. Después comprendí de dónde había venido el impulso de preguntarle.
Siempre había creído en Dios, y estaba buscando algo que me satisficiera y me ayudara a entender quién era y cuál era mi propósito en esta vida. Así que fui a la reunión. Desde el principio, me sentí bendecida. Estudiamos la Biblia y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, y encontré las respuestas que buscaba sobre la creación: quién es Dios el creador, quién soy yo y a quién pertenezco. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “El sentido material no revela las realidades de la existencia; pero el sentido espiritual eleva la consciencia humana hasta la Verdad eterna” (pág. 95). Siento que fui elevada hasta esta Verdad cuando conocí a Dios mediante el estudio de la Ciencia Cristiana, la Ciencia del Cristo que Jesús demostró.
Leer Ciencia y Salud fue realmente la llave de las Escrituras para mí, porque me ayudó a comprender mejor la Biblia, lo cual me hizo sentir más cerca de la Palabra y de la verdad. Después de esa reunión de grupo, continué estudiando la Ciencia Cristiana, y he sido estudiante de sus enseñanzas desde entonces. Unos años más tarde, tomé un curso —la instrucción de clase Primaria de la Ciencia Cristiana— donde una de las principales cosas que aprendí fue cómo sanar como Jesús sanaba, mediante la oración. Debo destacar que la clase Primaria ha sido uno de los regalos más grandes que he recibido como resultado de mi encuentro con la Ciencia Cristiana. He tenido muchas bendiciones y ejemplos de la protección de Dios mediante la oración y de poner en práctica las verdades espirituales que estoy aprendiendo.
Durante años he montado a caballo en Puebla, México, donde vivo actualmente, y recientemente encontré un refugio para caballos que han sido maltratados o abandonados. Desde entonces, me he ofrecido como voluntaria en el refugio; cuido a los caballos, los baño, cepillo y limpio sus establos.
Se dice que los animales rescatados pueden ser agresivos, porque a menudo han sido muy maltratados. Muchos llegan desnutridos y enfermos al refugio, ya que han sido abandonados. Con frecuencia, es una imagen perturbadora de abuso, pero estoy agradecida de que lo que aprendo en la Ciencia Cristiana me permite verlos como realmente son: las ideas preciosas, sanas y espirituales de Dios. Miro a cada caballo desde este punto de vista espiritual y muchas veces hablo con ellos sobre su identidad espiritual. Les digo que habitan en la atmósfera del amor y la seguridad de Dios y, por lo tanto, no pueden ser víctimas de un entorno físico hostil, de daño o enfermedad. Durante mis visitas he visto que mantener una atmósfera espiritual de pensamiento calma a los caballos y restaura su paz.
Desarrollé una hermosa relación con un par de caballos: un potrillo y un semental. Cuando cuidaba al semental, el potrillo a veces se acercaba y acariciaba cariñosamente al semental con el hocico, y lo abrazaba con su cuello, y viceversa, cuando yo me ocupaba del potrillo. Sentía que estábamos en un estado de amor, armonía y paz.
Un día, mientras cepillaba y limpiaba al potrillo, sentí que el semental de pronto se acercó, y cuando me volví para verlo, le dije: “Tranquilo”. Entonces me pateó la pierna y me golpeó muy fuerte. Salí volando por el aire hacia el potrillo, que huyó asustado.
Después de recuperar el aliento y reponerme, de inmediato tuve la clara idea de que aún estábamos únicamente en la atmósfera del Amor divino, en la cual todo estaba ocurriendo, de modo que “lo que acababa de pasar” no solo era ilógico, sino también inaceptable, irreal.
Me puse de pie y me volví para mirar al semental. Estaba parado a unos pasos de distancia, mirándome. En ese momento lo que me vino acerca de él fueron pensamientos amorosos y tranquilizadores de Dios.
Me acerqué a él de la manera más natural y le recordé que lo amaba y que estábamos en un lugar seguro. Luego le dije: “Eres una idea inocente y amada de Dios. Lo sabes y lo sientes. No puedes maltratar ni dañar a nadie”. Como dice en Ciencia y Salud: “Todas las criaturas de Dios, moviéndose en la armonía de la Ciencia, son inofensivas, útiles, indestructibles” (pág. 514).
El semental retrocedió un poco, pero no me quitó los ojos de encima. Sentí que había una conversación espiritual entre nosotros. Me dejó acercarme y comencé a acariciar su cabeza y orejas, y luego simplemente continuamos nuestro diálogo.
Las personas que habían visto el incidente estaban asustadas y me preguntaron si yo estaba bien. El golpe había sido en la parte superior de mi muslo, pero no tenía ni el más mínimo rasguño o dolor cuando caminaba. Me sentía perfectamente bien. El hombre a cargo del refugio comenzó a contarme historias sobre otros que habían sido gravemente heridos por patadas de caballo, pero no presté ninguna atención a eso. Me sentí tan divinamente inspirada y protegida por Dios durante todo el incidente que no tuve miedo, y no sufrí ningún daño.
Mi mayor deseo es saber que cada una de las criaturas de Dios siente Su amor y bondad, y que estos caballos encuentren paz y una sensación de seguridad. Dios es Amor y el Amor es Todo; y en esta totalidad no hay espacio para el miedo o la discordia. Antes de que la Ciencia Cristiana me encontrara y yo aprendiera estas verdades, simplemente había estado buscando una perspectiva diferente de la vida, pero la Ciencia Cristiana no solo cambió mi perspectiva, sino también mi vida.
Hay un versículo en la Biblia, en el libro de Proverbios, que siempre me ha gustado mucho, y que ahora comprendo mejor. Dice así: “Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócele en todos tus caminos, y Él enderezará tus sendas” (3:5, 6, LBLA). Puedo ver cómo Dios ha estado dirigiendo mi senda todos estos años hacia la comprensión espiritual de la existencia que se encuentra en la Ciencia Cristiana. Por esto estaré eternamente agradecida.