Que oremos por los desafíos, incluida la guerra, es realmente importante.
La poderosa historia de una guerra entre dos naciones que fue detenida contiene convincentes lecciones para estos tiempos. Esta historia, del libro de Segundo de Reyes de la Biblia, nos muestra que todos —tanto los opresores como los oprimidos— estaban rodeados por los “caballos y carros de fuego” de Dios (véase 6:8-23, LBLA). Esta revelación espiritual, que dio a conocer el profeta Eliseo, fue una garantía de que todos serían liberados, porque en otra ocasión, él había visto que este mismo medio había traído liberación (véase 2 Reyes 2:12).
En el Nuevo Testamento, la liberación, a través del reconocimiento de la vida en Dios y de Dios, fue poderosamente demostrada por Cristo Jesús. Su reconocimiento inquebrantable de que todo ser real se encuentra en Dios, incluyó el corolario de que todo aquello desemejante a Su bondad infinita no podía ser, ciertamente, la realidad que pretende ser. Jesús demostró el control de Dios bajo las circunstancias más severas, y disipó toda noción de que alguna situación pudiera detener la supremacía de Dios, el Amor divino. Su comprensión de Dios destruía el error, es decir, la creencia de que el Amor no tiene el control. Veía este error no como una realidad, ni siquiera como un poder menor y temporal, sino como un engaño en el que se cree erróneamente.
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