Uno escucha hablar mucho sobre el hogar y cuán importante es para la felicidad. La expresión “El hogar está donde está el corazón” a menudo no se refiere a un edificio o una casa, sino más bien a una localidad y cultura donde nos sentimos a gusto y en casa. Pero ¿qué sucede cuando te encuentras sin estas comodidades? Los sentimientos de aislamiento, soledad o depresión pueden sugerir que las oportunidades de felicidad han desaparecido.
Una vez tuve que irme de mi casa para hacer un trabajo necesario. Las constantes presiones para adaptarse a una nueva forma de vida y las decepciones y reveses asociados con los requisitos legales y sociales de un nuevo país e idioma amenazaron mi sentimiento de tranquilidad y bienestar. Sin embargo, a través de la oración ferviente vislumbré la naturaleza espiritual del hogar: que todos vivimos en la atmósfera del amor de Dios, donde cada individuo está en casa.
Como resultado de esta inspiración, el vínculo universal de la calidez y el amor fraternal que tiene su fuente en Dios, el Amor divino, transformó mi pensamiento. Sentí un nuevo y más profundo sentido de pertenencia y seguridad, y vi a los que me rodeaban de manera diferente. Aprendí que dondequiera que estemos, esta atmósfera del Amor es el único lugar confiable, y realmente siempre es como estar en casa. Jesús lo llamó el reino de Dios, y está disponible para nosotros en cualquier lugar y bajo cualquier circunstancia.
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