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Nuestro verdadero hogar

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 20 de octubre de 2022


Uno escucha hablar mucho sobre el hogar y cuán importante es para la felicidad. La expresión “El hogar está donde está el corazón” a menudo no se refiere a un edificio o una casa, sino más bien a una localidad y cultura donde nos sentimos a gusto y en casa. Pero ¿qué sucede cuando te encuentras sin estas comodidades? Los sentimientos de aislamiento, soledad o depresión pueden sugerir que las oportunidades de felicidad han desaparecido.

Una vez tuve que irme de mi casa para hacer un trabajo necesario. Las constantes presiones para adaptarse a una nueva forma de vida y las decepciones y reveses asociados con los requisitos legales y sociales de un nuevo país e idioma amenazaron mi sentimiento de tranquilidad y bienestar. Sin embargo, a través de la oración ferviente vislumbré la naturaleza espiritual del hogar: que todos vivimos en la atmósfera del amor de Dios, donde cada individuo está en casa.

Como resultado de esta inspiración, el vínculo universal de la calidez y el amor fraternal que tiene su fuente en Dios, el Amor divino, transformó mi pensamiento. Sentí un nuevo y más profundo sentido de pertenencia y seguridad, y vi a los que me rodeaban de manera diferente. Aprendí que dondequiera que estemos, esta atmósfera del Amor es el único lugar confiable, y realmente siempre es como estar en casa. Jesús lo llamó el reino de Dios, y está disponible para nosotros en cualquier lugar y bajo cualquier circunstancia.

Si te obligan a abandonar tu hogar, una sensación de injusticia, pérdida y resentimiento puede oscurecer tu capacidad de sentir la presencia y supremacía de Dios. Pero incluso cuando la satisfacción y la prosperidad parecen ausentes, cualquier pesimismo indica que se necesita un cambio de perspectiva.

Cuando incluimos el tipo de fe que no es mero optimismo, sino confianza activa en el poder y la presencia de la ley de armonía de Dios, encontramos nuestro hogar constante y permanente.

Corrie Ten Boom, una mujer que salvó a muchas personas que habían sido expulsadas sin piedad de sus hogares por un régimen despótico, dijo esto: “Cuando un tren pasa por un túnel y oscurece, no tiras el boleto y saltas para salir. Te quedas quieto y confías en el conductor” (https://www.goodreads.com/quotes/583815). Dios es el conductor en el que podemos confiar para sacarnos de este tipo de oscuridad mental o sobrecarga de sentimientos negativos.

La Ciencia Cristiana enseña cómo iluminar esa oscuridad. Basada en la verdad bíblica de que Dios, el bien, es todopoderoso y está siempre presente, instruye: “Deséchese, pues, del pensamiento el concepto mortal y material que contradice la omnipresencia y omnipotencia del bien; admítanse únicamente los hechos inmortales que incluyen a éstos, y ¿dónde se verá o se sentirá el mal, o se encontrará que su existencia es necesaria ya sea para el origen o para la finalidad del bien?” (Mary Baker Eddy, Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 14).

La Biblia dice: “Todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas” (1 Tesalonicenses 5:5). Reflejamos la verdad invencible de Dios, y esta luz elimina el temor al revelar el bien espiritual que está siempre presente.

En lugar de consentir el miedo y la hostilidad, a través de la oración podemos intercambiar la perspectiva material, que niega la presencia de la omnipotencia y la bondad de Dios, por los hechos inmortales que proclaman nuestro derecho a la satisfacción espiritual y a la alegría.

Al orar de esta manera, experimentamos lo que Jesús dijo: el reino de los cielos que existe allí mismo donde estamos. ¿Cómo es? Consiste en el reino y el gobierno de Dios y Sus cualidades eternas, tales como la paz, la satisfacción, el propósito, el éxito y la alegría. Todas las cualidades de la Mente divina que necesitamos para sentirnos en casa están dentro de nuestra consciencia; tal vez no estemos acostumbrados a buscarlas e incluirlas cuando inicialmente no las sentimos. Este reino está siempre dentro de cada uno de nosotros, y el miedo, la ansiedad y la preocupación no pueden ocultarlo. Así que Jesús enseñó a sus seguidores a “no tener miedo” y a confiar en Dios (véase, por ejemplo, Mateo 28:10).

Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, da gran consuelo a aquel que lucha con los desafíos a la paz y el hogar. Ella escribe: “Peregrino en la tierra, tu morada es el cielo; extranjero, eres el huésped de Dios” (Ciencia y Salud con Llave de las Escrituras, pág. 254).

Recuerdo el momento en que la luz de la Verdad eliminó el temor en mi experiencia respecto a las recesiones económicas que parecían hacer imposible vender mi casa y liberarme de la hipoteca durante una mudanza. Después de preocuparme mucho por algún tiempo, recurrí a Dios. En ese momento, un rayo de luz solar intensa pasó a través de un prisma que colgaba en mi ventana y esparció un hermoso arco iris a través de la habitación. Me maravillé al verlo. El libro en mi regazo estaba abierto en este pasaje por la Sra. Eddy: “La humildad es lente y prisma de la comprensión de la curación por la Mente; … Estimad la humildad, ‘velad’ y ‘orad sin cesar’ o equivocaréis el camino hacia la Verdad y el Amor” (Escritos Misceláneos, pág. 356).

En la escuela de arte, había aprendido que la luz blanca incluye todos los colores del arco iris, pero el ojo humano no puede verlos sin un prisma. Eso me dijo que para tomar conciencia del bien que Dios siempre proporciona, debía incluir la humildad que abandona sus propias opiniones, sin importar cuánto miedo pretenda justificarlas. Decidí confiar en el “conductor” del universo. Con eso, mi temor se evaporó. En pocos días, mi casa se vendió, para incredulidad del agente inmobiliario.

Cuando incluimos el tipo de fe que no es mero optimismo, sino que se basa en una comprensión activa del poder y la presencia de la ley de armonía de Dios, el cinismo, la desesperanza y el cansancio del mundo pierden su control sobre nosotros, y encontramos nuestro verdadero hogar. Este hogar es constante y permanente porque incluye “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1), la sustancia del bien inmutable.

A medida que nuestro enfoque cambia para reconocer la presencia y el poder del bien espiritual, las impresiones que se basan en el temor desaparecen como la oscuridad ante la luz. Esta luz de la Verdad trae a nuestra experiencia respuestas prácticas que siempre estuvieron ahí, pero que anteriormente quizá hayan estado ocultas para nosotros.

La oración basada en la comprensión de que Dios es el bien omnipresente saca a la luz la presencia de la armonía espiritual. Al reconocer e incluir activamente la paz y la integración total de nuestro verdadero hogar, podemos mantenernos firmes y audaces en nuestra fe y gentiles y cálidos en nuestros pensamientos acerca de los demás. Entonces conocemos nuestra naturaleza espiritual como habitantes eternos en el reino de los cielos.

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