No hay tiempo, lugar o cultura donde esta institución de la Iglesia no pueda ministrar a las necesidades espirituales y temporales que entran en contacto con ella.
Puede que mi vida no sea un lecho de rosas, pero estoy plantada en Cristo con tanta firmeza que, sin importar el desafío, sé que puedo resistir cualquier tormenta y no ser arrancada de raíz, ¡gracias a Dios!
El mensaje divino que había traído la curación me hizo darme cuenta de que el trabajo que tenía por delante era comprender la continuidad del funcionamiento armonioso de Dios, al cual reflejo.
Con humildad en mi corazón, me sentí impulsada a dejar que Dios me guiara hacia donde pudiera servirle mejor.
Ahora, más que nunca, debemos protestar contra lo que nos muestran los sentidos —la visión falsa— y mirar por encima de la niebla hacia las infinitas posibilidades del hombre, el hijo amado de Dios, que es inocente, puro y completo.
Me di cuenta de que no hay sentido más elevado de amor por nuestro prójimo, cercano y lejano, que el de apreciar la verdadera identidad espiritual de cada uno como hijo amado de Dios.
Comprendí que debido a que Dios es Espíritu y el único creador, yo soy totalmente espiritual, no un ser material que lucha con diferentes problemas en un mundo gobernado por leyes físicas.
Dios es la Mente infinita, y esta Mente me había alimentado con todo lo que necesitaba saber y decir para responder al ataque a la política. Era como si Dios me lo hubiera dictado.
Cada uno de nosotros es la expresión de la Mente única, Dios, por lo tanto, no podemos sentirnos ofendidos ni otros se pueden sentir ofendidos contra nosotros.
Siempre que hablaba con mi esposo de nuestra hija lo hacíamos tranquilos y esperanzados. Yo tenía plena convicción de que Dios era el único poder. Mi familia me apoyaba todos los días con pensamientos buenos y amorosos y la certeza de la bondad de Dios.