Antes de saber acerca de la Ciencia Cristiana, me diagnosticaron amigdalitis crónica, para la cual tomaba calmantes. En el centro de mi ciudad, el aire contaminado me causaba un malestar en las amígdalas, y también dolores de cabeza e incluso vómitos, así que evitaba ir al centro.
Entonces un día, descubrí la Ciencia Cristiana a través de un amigo quien me invitó a la filial de la Iglesia de Cristo, Científico, en Bogotá. Y he estado asistiendo desde entonces. Me di cuenta de que la Ciencia Cristiana me ofrecía la solución a mi problema, así que empecé a estudiar Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras escrito por Mary Baker Eddy, y a leer artículos de El Heraldo de la Ciencia Cristiana.
Durante los siguientes dos años, la curación se produjo naturalmente a medida que trataba de practicar lo que estaba aprendiendo y al mantener mi pensamiento tranquilo y centrado en Dios. La molestia de las amígdalas desapareció, y desde entonces he podido ir al centro de la ciudad sin sentirme enfermo.