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Mi travesía para convertirme en enfermera de la Ciencia Cristiana

Del número de noviembre de 2025 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 20 de febrero de 2025 como original para la Web

Publicado originalmente en alemán

 


Crecí en Alemania Oriental antes de que llegara el momento decisivo en 1989, el que llevó a la reunificación de Alemania. Durante muchos años, un profundo deseo de propósito y significado dio forma a mi vida. En la escuela nos formaron según una doctrina comunista, donde no parecía haber lugar para Dios, pero participé en las enseñanzas del cristianismo por intermedio de mis padres, quienes pertenecían a una iglesia protestante. Esto me permitió familiarizarme con la Biblia. 

Desafortunadamente, la predicación que escuchaba a menudo afirmaba que Dios nos enseña por medio de la enfermedad y el sufrimiento, lo cual yo encontraba muy triste. A menudo tenía miedo de este Dios que parecía esperar a que cometiéramos errores. Mi búsqueda de una mejor comprensión de Dios y del significado de la vida me llevó en varias direcciones religiosas nuevas, pero sentí que ninguna de ellas cumplía lo que prometía.

Cuando me enteré acerca de la Ciencia Cristiana hace casi 24 años, descubrí una visión completamente nueva de la vida. Estaba familiarizada con el pasaje de la Biblia donde Jesús dice: “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha” (Juan 6:63), pero hasta ese momento no había descubierto ninguna enseñanza que me lo aclarara. 

Me llevé a casa varios ejemplares de El Heraldo de la Ciencia Cristiana de la Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana en Erfurt. Los testimonios de curación en las revistas me inspiraron tanto que me di cuenta de que todos podíamos realizar tales curaciones si comprendíamos y aplicábamos estas enseñanzas.

En ese momento, yo tenía enormes desafíos que superar, incluida la crianza de tres hijos como madre soltera. A través del apoyo metafísico de varios practicistas de la Ciencia Cristiana en diferentes momentos y los miembros de la Sociedad de la Ciencia Cristiana en Erfurt, mi pensamiento comenzó a pasar de concentrarme en los problemas a confiar en el poder sanador de Dios.

Después de mudarme a la parte occidental de Alemania, comencé a concentrarme principalmente en los desafíos del nuevo entorno y no tomé en serio mi estudio de la Ciencia Cristiana. Cuando mi crecimiento espiritual se estancó, me quedó claro que tenía que reanudar mis estudios espirituales para seguir progresando en la vida.

Empecé a asistir a los servicios en la filial de la Iglesia de Cristo, Científico, cerca de nosotros. Cuando esta iglesia cerró, continué leyendo el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, de principio a fin, y también los otros escritos de Mary Baker Eddy, y aplicando las enseñanzas en mi vida diaria. Con el tiempo tomé clase de instrucción de la Ciencia Cristiana.

También me interesé en la enfermería de la Ciencia Cristiana. Había muchos artículos en el Heraldo escritos por enfermeros de la Ciencia Cristiana, y sentí que me estaban hablando a mí. Pero cada vez que me venía la idea de convertirme en enfermera de la Ciencia Cristiana, la dejaba a un lado, ya que no estaba segura de que los ingresos fueran suficientes como para mantenernos a mis tres hijos y a mí.

Alrededor de este tiempo, comencé a experimentar fuertes dolores en el pecho, lo que dificultaba la respiración. Aunque había decidido resolver la situación a través de la oración, cuando se volvió más dolorosa, fui a un médico, quien me examinó y dijo que debía ser un nervio pinzado. Me recetó analgésicos, que decidí no tomar, sino confiar en la oración. 

Cuando el dolor se volvió aún más intenso, llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana, quien comenzó a orar por mí. Al día siguiente, cuando no hubo mejoría, la llamé y me quejé del problema. De lo que ella me dijo, comprendí que necesitaba abrazar solo lo que es verdad sobre Dios y sobre mí como Su reflejo completo y libre de dolor. 

Cuando colgamos, dije en voz alta que esos dolores no me pertenecían, porque no eran ciertos acerca de Dios y, por lo tanto, no podían ser ciertos acerca de mí, la hija completa y libre de dolor de Dios. Tras unos minutos, la molestia disminuyó notablemente y después de dos horas casi desapareció. Esa noche finalmente pude dormir acostada, y al día siguiente el dolor había desaparecido por completo, y lo ha estado desde entonces.

Además, durante muchos años me había sentido ansiosa por las finanzas, lo que me había impedido investigar más sobre la enfermería de la Ciencia Cristiana. Esta curación me animó enormemente a comenzar el programa de formación de enfermeros de la Ciencia Cristiana, porque ahora confiaba en Dios, el Amor divino. Me dije a mí misma que si Dios podía sanarme de este problema físico, entonces podría apoyar a otros en la búsqueda de ayuda y curación a través de la Ciencia Cristiana y confiar en que Él nos apoyaría a mi familia y a mí. Esto ha sido cierto para nosotros en los muchos años transcurridos desde entonces, incluso cuando las cosas parecían difíciles.

Completé la formación de enfermeros de la Ciencia Cristiana, que me enseñó a confiar mucho más profundamente en el Amor divino como nuestra ayuda siempre presente. En 2009, fui listada en El Heraldo de la Ciencia Cristiana en alemán, y ahora trabajo como enfermera visitante de la Ciencia Cristiana en Alemania y Suiza.

Otro caso de curación ocurrió cuando me preparaba para visitar a un paciente. Experimenté fuertes dolores en el abdomen y me sentía tan débil que me acosté a orar. No podía pensar con claridad y orar era difícil, así que llamé a una practicista, quien me aseguró que oraría. En los siguientes 15 minutos, el dolor aumentó y comencé a tener miedo de lo que sería de mi familia si me moría. Entonces me vino el pensamiento: “¿A dónde podría ir, si siempre vivo, me muevo y tengo mi ser en el amor de Dios?”. Sabía que no había lugar fuera del amor de Dios. Esto me dio tanta paz que me quedé dormida y más tarde me desperté sin ningún dolor. Al día siguiente hice mi visita de enfermería de la Ciencia Cristiana.

La mayor comprensión que he obtenido a lo largo de los años es que Dios es Amor, y que la Mente divina infinita y omnipotente es inseparable de cada uno de nosotros, y nos ayuda a ver a través de las nubes del error hacia la Verdad divina y a experimentar el bien que tenemos al alcance de la mano. También me reconforta saber que siempre podemos confiar en Dios, el bien perfecto, cualquiera sea la situación o circunstancia, y volvernos a los brazos del Amor divino para ser consolados, fortalecidos y sanados.

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