Una de las obligaciones que tenemos como Científicos Cristianos es orar por el mundo, incluso por nuestras comunidades y nuestros países. En este momento, mi país, Argentina, atraviesa situaciones difíciles. Muchas personas sienten que existe una gran necesidad de honestidad, transparencia y bien para todos. Eso aún no se ha cumplido.
La Ciencia Cristiana nos muestra que no son las personas, sino el error —el mal o la así llamada mente carnal— lo que es la fuente del problema. Así que, como Científica Cristiana, no me esfuerzo por aceptar la apariencia del mal personificado, sino por elevar mi pensamiento con el sentido espiritual. En lugar de ver a las personas o situaciones desde una perspectiva material, trato de verlas desde la perspectiva de Dios.
Me resulta útil orar con la definición de Dios del Glosario de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, escrito por Mary Baker Eddy: “El gran Yo soy; el que es todo-conocimiento, todo-visión, todo-acción, todo-sabiduría, todo-amor, y es eterno; Principio; Mente; Alma; Espíritu; Vida; Verdad; Amor; toda sustancia; inteligencia” (pág. 587).