
Editoriales
Ver la vida a través del sentido espiritual, más bien que a través de la percepción material, revela el Ser inmutable que es Dios, y destruye el temor que nos mantendría aprisionados en la visión finita, limitada y deprimente de que el mal, la enfermedad y el sufrimiento son ineludibles.
Aunque la forma de nuestra experiencia cambia de un día para otro, año a año, la sustancia del verdadero bien de nuestra vida nunca cambia, porque tiene su fuente en la naturaleza inalterable de Dios como el Amor divino y la Vida.
En este editorial aprenderás más sobre lo que quiere decir tener una “confianza como la de un niño” que acepta que Dios gobierna y sabe que, cualquiera sea el cambio que se produzca, Él se mantiene en control.
Experimentamos la resurrección cada vez que hay una transformación en el pensamiento, una espiritualización de nuestra vida. Esta es una resurrección que todos podemos experimentar.
En la economía divina, el único bien verdadero fluye directamente y sin obstáculos de Dios a Su idea, el hombre, respondiendo constantemente a cada necesidad del hombre.
La unidad es un estado espiritual del ser de origen divino, y solo cuando se concibe sobre esa base estamos plenamente satisfechos.
Orar para conocer y sentir el bien espiritual elimina la ansiedad y trae una consciencia de la presencia y el poder divinos. Esto impartió paz y comprensión, permitiendo a esta autora dejar de lado la ansiedad, el temor y la preocupación cuando no se había emitido una visa para un viaje al día siguiente, lo que tuvo como consecuencia un resultado armonioso.
El ciclo de amor —“Y el Amor es reflejado en el amor”, como dice la Sra. Eddy (Ciencia y Salud, pág. 17)— inevitablemente disminuye el temor, disuelve el odio y nos permite hacer nuestra parte para terminar con esta pandemia.
Este año, tenemos oportunidades todos los días de escribir una nueva página en los libros de nuestra vida y en el cumplimiento de la ley del crecimiento espiritual. Nuestro éxito ya está asegurado, porque solo se nos pedirá que hagamos lo que incuestionablemente somos capaces de hacer.
Cada vez que honramos esta unidad espiritual con Dios, por medio del Cristo, como Jesús vino a mostrarnos, encontramos continua quietud en nuestro corazón. Este es el obsequio sanador que no depende de las circunstancias externas, sino que puede sentirse dentro de uno mismo, al instante.