Hace cinco años, al entrar en el Salón Nacional de la Fama de las Mujeres con mi hija de nueve años, no me perdí ni lo más mínimo de la importancia del momento. Sentí el poder de generaciones de mujeres, así como de hombres, que lucharon por muchos de los derechos que ellas disfrutan hoy en día. Por ejemplo, el derecho a votar o la capacidad para poseer una casa.
Buscamos el principal retrato que estábamos allí para ver: el de la Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy. Y percibí la sencillez y simplicidad del lugar, paradójicamente conmemorando a algunas de las figuras más importantes de la historia y a muchas de las heroínas de mi infancia, quienes continúan inspirándome hoy en día. Esperaba que mi hija también llegara a amar y a sentirse inspirada por estas mujeres.
A pesar de la decoración casi monótona, no obstante, disfruté de la belleza de cada retrato y el poder de la historia detrás de él, hasta que mi hija comenzó a tirar de mi suéter para apresurarse y encontrar el que habíamos ido a ver.
Mary Baker Eddy fundó una religión en un momento en que las mujeres tenían pocos derechos legales. Su experiencia de vida le mostró el poder de comprender a Dios y de la oración que nos hace tener conciencia de nuestra conexión eterna con lo Divino. En esta unidad consciente con Dios, ella experimentó curación física y mental.
Cuando era joven, la Sra. Eddy lidió con una enfermedad crónica, le quitaron a su único hijo, fue ridiculizada públicamente por su trabajo, y, durante un tiempo, se vio afectada por la pobreza y con frecuencia tuvo necesidad de un lugar para vivir. Sin embargo, su vida cambió de una manera que la convirtió en una generosa benefactora de su siglo y una de sus ciudadanas más productivas. Su descubrimiento de la Ciencia Cristiana ha bendecido y sanado a innumerables personas.
La Sra. Eddy visualizó la igualdad de los sexos años antes de que esto fuera ampliamente aceptado. Una de sus ideas era que adorar a un solo Dios puede traer esta igualdad a todos. Ella escribió en su libro de texto: “Un único Dios infinito, el bien, unifica a los hombres y a las naciones; constituye la hermandad del hombre; … equipara los sexos; …” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 340).
Un Padre-Madre Dios infinito que “equipara los sexos” es un poder divino cuya naturaleza es tanto masculina como femenina, inmutable, el bien eterno y el Amor puro mismo. Un artículo reciente publicado en today.com describe cómo Mary Baker Eddy, quien fundó La Iglesia de Cristo, Científico, dio “a hombres y mujeres las mismas responsabilidades dentro de la congregación, algo sin precedentes para la época, al adorar a un ‘Padre-Madre’ Dios” (Erica Chayes Wida, “How my Christian Science roots help me face pandemic anxiety,” December 22, 2020).
Hoy en día, existe amplia evidencia sobre cuánto trabajo es necesario aún para alcanzar plenamente la igualdad para todos; desde ganar igual sueldo por igual trabajo hasta detener la violencia de género y las desigualdades en el hogar, el lugar de trabajo y el gobierno. Lograr la igualdad de derechos en la sociedad puede comenzar valorando todos los aspectos de la naturaleza infinita de Dios, el Espíritu, en nosotros mismos. Al comprender a Dios como Vida y Amor divinos, y a nosotros como Sus hijos amados, nos vemos a nosotros mismos y a los demás como la plena expresión de las cualidades divinas. Aquí, encontramos la fortaleza para exigir justicia, igualdad y libertad. Además, encontramos la gracia y la humildad para recibir ayuda de otros o tocar el corazón de otro. El poder y la fortaleza se combinan con la gracia y la compasión. Sentimos la coincidencia en nosotros mismos de la dulzura y la determinación, la inteligencia y la bondad, el cuidado y la valentía.
A medida que percibimos la fortalecedora presencia de nuestro Padre-Madre Dios, defendemos el valor de la verdadera masculinidad y femineidad espirituales de todos, completamente separadas de cualquier punto de vista mortal, limitado y vulnerable. Cada postura a favor de esta visión divina de igualdad y unidad cambia la complejidad mental del pensamiento y permite el progreso gradual para la humanidad al destacar y eliminar la opresión y el sometimiento, dondequiera que se encuentren. Toda oración abnegada ayuda al mundo, y a nosotros mismos, a encontrar la valentía, la perseverancia y la disposición para ceder a la dirección del Amor divino.
El ejemplo de Mary Baker Eddy continúa inspirando hoy en día. Ella basó su iglesia en el Principio divino, el Amor, y los ideales democráticos, incluida la igualdad de los sexos. Hoy en día llega a todo el mundo para enseñar el método de curación de Jesús.
Pulpit and Press, una obra más breve de Eddy, contiene recortes de periódicos relacionados con las etapas iniciales de la Ciencia Cristiana y la construcción de la iglesia de Boston, en 1894. Uno de ellos es un artículo de una revista de Boston que describía una nueva visión de la mujer. En el artículo, titulado “Un punto de vista: La nueva mujer”, dice: “Su mano es suave, pero de acero templado con santa determinación...”. (Pulpit and Press, pág. 82). El autor hace referencia a las mujeres en la Biblia —Ester y Miriam— quienes ofrecen pertinentes perspectivas acerca del liderazgo. El artículo concluye con una visión para la sociedad en general: “Entonces el mal será despojado de la amargura e ingratitud de su aguijón, la venganza se dará la mano con la piedad, y el amor morará en las tiendas del odio; mientras que lado a lado, socios iguales en todo aquello por lo que vale la pena vivir, estarán el nuevo hombre con la nueva mujer” (pág. 84).
Esta visión refleja la naturaleza masculina y femenina de un Dios infinito y la igualdad espiritual del “‘varón y hembra’ de la creación de Dios” (Ciencia y Salud, pág. 249). La misma responde al llamado por una sociedad más justa y equitativa en la que todas las personas puedan encontrar libertad y oportunidades, y descubrir nuevas posibilidades de progreso.
Larissa Snorek
Redactora Adjunta