Editoriales
Por medio del Cristo, la idea de Dios que encuentra lugar en nuestra consciencia, somos capaces de subordinar el yo y superar las dudas acerca de nuestra capacidad, a fin de hacer lo que innatamente anhelamos hacer.
Ninguno de nosotros puede aislarse o encontrarse fuera del cuidado y el consuelo del amor maternal de Dios.
La resurrección de Jesús de los muertos fue la prueba final de todo lo que él había enseñado respecto al poder y el amor viviente de Dios.
Jesús les dijo a sus seguidores que investigaran las Escrituras para ver su significado espiritual y práctico.
Nuestro pensamiento se espiritualiza cada vez más cuando estamos en comunión con Dios —con la Verdad y el Amor— y esto nos prepara para discernir entre la verdad y la falsedad en todos los aspectos de la vida y las comunicaciones humanas.
Su corazón estaba lleno del amor de Dios y de la comprensión de que Su amor se manifestaba plenamente en aquellos que eran reformados y sanados a través de su compasión y sus oraciones.
A medida que confiamos en la inspiradora guía de Dios y nos esforzamos por percibir que Él es constantemente bueno y amoroso, nuestro pensamiento se eleva por encima de la interpretación limitada de las cosas e impulsada por las emociones.
La Ciencia Cristiana enseña lo que Jesús probó: que como todos somos los hijos de Dios, tenemos la capacidad innata de comprender a Dios y podemos seguir al Cristo, hasta cierto grado, al vencer el pecado, la enfermedad y la muerte.
Estar agradecidos por las cosas simples que tal vez estemos dando por sentado —y expresar bondad y amor al hacerlo— cultiva un corazón agradecido, la tierra que trae una cosecha abundante de bien a nuestras vidas.
Nuestro progreso hacia la igualdad es el resultado inevitable de comprender las verdades eternas.