
Editoriales
No hubo estudiante del libro de texto de la Ciencia Cristiana más concienzudo que su autora, Mary Baker Eddy. Personas que la conocían bien, dicen que lo leía constantemente con profunda atención.
En la Ciencia Cristiana aprendemos que la fortaleza está al alcance de todos. Proviene de la fuente divina, de Dios, que es la Mente, la única Mente perfecta.
¿Le falta dinero? La Ciencia Cristiana Christian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. puede revolucionar nuestra actitud hacia el dinero aclarando cuáles son nuestras verdaderas necesidades y luego mostrando aquello que legítimamente las satisface.
“Venid, adorémosle”, exhorta el conocido villancico. La canción resuena en nuestros oídos a medida que se acerca la culminación de las festividades de diciembre.
Partiendo de la premisa de que Dios, la Mente divina, el Todo-en-todo, es la gran Causa Primaria, la Ciencia Cristiana deduce que todo efecto verdadero debe ser la manifestación de la Mente. La Mente es el origen y la condición de todo lo que realmente existe.
Para aquel que se siente hastiado de la vida y hasta tentado a suicidarse, la Ciencia Cristiana Christian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. lo alienta y le ofrece la solución para sus problemas.
Es natural que aquellos que han despertado al poder sanador de Dios revelado en la Ciencia Cristiana, quieran que toda la humanidad sea bendecida por este poder. Su deseo sincero se expresa en la “Oración Diaria” dada por la Sra.
En la creación de Dios las ideas divinas existen para expresar la naturaleza gloriosa del Amor infinito. Estas ideas cumplen el gran designio del Amor, o sea, el bien.
En los asuntos de los hombres, los elementos de la economía material — producción, distribución, dinero circulante, oferta, demanda — pueden llegar a no relacionarse de una manera eficiente unos con otros. Surge entonces, como resultado, una aparente crisis económica.
Las amistades buenas y perdurables no ocurren porque sí. Debemos granjeárnoslas, cuidarlas y, a veces, orar por ellas, si deseamos mantenerlas afectuosas y satisfactorias.