La jurisprudencia humana varía de país a país, pero la ley divina es invariable, universal e imparcial. La jurisprudencia divina es la voluntad de Dios, la regla del Principio divino, la ley del bien, que garantiza perfección para todos y nunca puede ser violada. Gobierna el universo verdadero, el espiritual, de manera incontrovertible. Es más universal mente confiable que las leyes físicas de la gravedad o atracción polar. Gobierna tan ciertamente en la luna como en la tierra, y no existe fuerza de magnetismo material que pueda contrarrestar su poder absoluto.
Los códigos de justicia mundiales se mejoran y unifican en la medida en que la humanidad comprende y obedece la ley divina. Cuando los hombres se aferran a los estatutos de Dios y ponen sus pensamientos y acciones en conformidad con ellos, experimentan mayor paz y bienestar. El temor, la injusticia, y el resentimiento son gradualmente proscritos. La salud mejora. La libertad, la realización, y la armonía son establecidas en medida cada vez mayor. Los derechos individuales se perciben y se reconocen más, y finalmente la voluntad perfecta de Dios es reconocida así en la tierra como en Su reino espiritual.
La comprensión de la ley divina se alcanza gradualmente. El proceso no implica la exclusión de las leyes humanas que ya conocemos, pero el respetar estas leyes nos ayuda a obtener una mejor comprensión de la ley de Dios.
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