Si nos sentimos solos, la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. puede cambiar nuestra manera de pensar de tal forma que inmediatamente transforme nuestra soledad. A menudo la soledad proviene de una tendencia a concentrarnos en lo que no tenemos en común con otros. Mediante la Ciencia Cristiana percibimos mucho más lo que tenemos en común con los demás porque nos vemos a nosotros y a los demás como verdaderamente somos, la emanación de la Mente infinita, Dios.
Para hacer a un lado la soledad, es importante desarrollar el conocimiento espiritual de sí mismo, ver nuestra naturaleza semejante a Dios. A medida que lo hacemos, hallamos que conocemos mejor a los demás porque también a ellos los vemos más claramente, como realmente son. Cuando superamos las estrechas evaluaciones personales acerca de nosotros mismos y, en consecuencia, consideramos a los demás espiritualmente, nuestra atención se deja llevar menos por las clasificaciones mortales de edad, religión, afiliación política, educación, color, o clase social. A veces es la importancia excesiva que damos a estas superficiales clasificaciones mortales, cuando difieren de las nuestras, lo que nos priva de la compañía de los demás — y a la vez priva a ellos de la nuestra.
Cuando nos clasificamos más espiritualmente, pronto percibimos que clasificamos a nuestro prójimo como espiritual también. Si estamos dispuestos a hacer a un lado nuestras clasificaciones mortales — y a clasificar con menos frecuencia a los demás con conceptos mortales — nos volvemos más flexibles y adaptables, nos integramos mejor con nuestro prójimo, y él con nosotros. Pronto hacemos a un lado toda inamistosa actitud de meter a la gente en casillas de, por ejemplo, extrovertidos o introvertidos extremados, lo cual es posible que hayamos adoptado inconscientemente. Mary Baker Eddy explica: “El que alcanza la cumbre de la Ciencia Cristiana, que Dios corona, nunca hace mal uso de la personalidad corpórea, sino que la enaltece. Piensa de cada quien en su calidad real y ve a cada mortal en un aspecto impersonal”.Retrospección e Introspección, pág. 76;
Nuestro progreso en comprender espiritualmente al hombre, comenzando por nosotros mismos y prosiguiendo con un mayor discernimiento espiritual de los demás, conduce a relaciones más prudentes, y es evidencia de que estamos siendo acompañados por el Cristo, la consciencia científica de Dios y del hombre. Esto acaba con la soledad.
El aburrimiento, la desolación, la vacuidad: estos acompañantes de la soledad son los conceptos irreales de la mente mortal, la cual es la no pensante inversión de la Mente divina. La Mente se expresa en prolíficas ideas espirituales. Como el hombre creado por la Mente, las incluimos todas. El reconocimiento de nuestra plenitud espiritual como el hombre de Dios brilla y resplandece en una vida enriquecida. El ser del hombre no se detiene en un punto determinado, aislado en un espacio solitario. Él es la manifestación infinita de la Mente infinita, no es un fragmento limitado y solitario del ser.
Comprendiendo la infinitud y perfección del hombre de Dios, podemos atravesar las murallas de acero del prejuicio por ser ilusorias pues, en realidad, no existen. Debido a que la Mente divina es Todo, los conceptos erróneos acerca del hombre que lo suponen mortal y personal — impetuoso e irritante, poseyendo rasgos negativos nacionales o raciales o de otra índole — en realidad no poseen mente personal de donde puedan proceder o en la cual alojarse. A medida que aceptamos la verdad de que todos, en nuestro ser verdadero, incluimos las ideas ilimitadas de la Mente, demostramos — en un compañerismo cada vez más satisfactorio — que tenemos mucho en común con todos los que nos rodean.
El hombre, la idea completa e inteligente de Dios no está solo. En la proporción en que afirmemos persistentemente que somos la idea inseparable de Dios — del Alma, la Mente, Vida y Amor — irradiaremos con mayor espontaneidad y naturalidad más de la originalidad, el color y singularidad asociadas con el Alma, la inteligencia y gozo que representan la Mente, la vivacidad y salud de la Vida, el afecto, la integridad y unidad que ilustran la totalidad del Amor. De esta manera el hombre espiritual, la expresión de Dios, comienza a brillar a través de nosotros; nuestro sentido mortal de identidad se somete al concepto del hombre verdadero — y él es el hombre que cada uno realmente desea conocer. El ver también al hombre verdadero en nuestros compañeros ayuda a poner fin a la soledad. Percibidas científicamente, las ideas espirituales de Dios son nuestros amigos, y nuestros amigos son las ideas espirituales de Dios.
Nuestras amistades son más firmes a medida que desechamos el pensamiento de que el compañerismo es sociabilidad mortal y pensamos más en términos de que es el compañerismo mutuo de las ideas de la Mente. El hacerlo alivia los momentos en que aparentemente nos vemos privados de amistades personales, en casos tales como cuando nos mudamos a otra ciudad, o cuando pasamos de la vida civil a la militar. A medida que dejamos de ver los elementos del compañerismo como mortales restrictivos y los vemos en cambio como universalmente espirituales, podemos demostrar fácilmente la presencia del Amor que disipa la soledad. La Sra. Eddy escribe: “¿Significaría una existencia sin amigos personales un vacío para vosotros? Entonces el tiempo vendrá cuando estaréis solitarios, dejados sin simpatía; pero este aparente vacío ya está lleno del Amor divino”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 266;
Cristo Jesús afirmó, cómo también podemos hacerlo nosotros: “No estoy solo, porque el Padre está conmigo”. Juan 16:32. Donde el Padre está, donde Dios está, está el hombre verdadero. Y donde está el hombre verdadero están las innumerables ideas de la Mente, es decir, en todas partes. La soledad se somete a nuestro reconocimiento de que las incontables ideas de la Mente, que el hombre incluye, están armoniosamente relacionadas en virtud de su origen común, la Mente que todo lo sabe. Nos exponemos a la soledad sólo cuando dividimos al hombre en personas en lugar de reconocer al hombre como la expresión completa de Dios, incluyendo todas las ideas espirituales — que son compañeras naturales y permanentes entre sí. Por medio de la Ciencia Cristiana vemos la verdad acerca del compañerismo. Y porque podemos lograrlo, no tenemos por qué sentirnos solos.
