La palabra “linaje” significa algo derivado, algo que tiene origen, fuente o creador. El linaje no se origina por sí mismo. No existe por sí solo. Es efecto, jamás es causa.
La Ciencia Cristiana contribuye en gran manera a que la humanidad comprenda al hombre y su relación con Dios al revelar que el hombre es linaje de Dios. La Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, escribe en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “En la Ciencia el hombre es linaje del Espíritu. Lo bello, lo bueno y lo puro constituyen su ascendencia. Su origen no se halla, como el de los mortales, en el instinto animal, ni pasa él por condiciones materiales antes de alcanzar la inteligencia. El Espíritu es la fuente primitiva y última de su ser; Dios es su Padre, y la Vida es la ley de su existencia”.Ciencia y Salud, pág. 63; El reconocimiento espiritual de estas verdades prueba la equivocación de la creencia humana de que el hombre es una personalidad física cuya vida e inteligencia dependen de un cuerpo material y que posee una mente personal de la cual fluyen el bien y el mal, de acuerdo con su estado de ánimo. Nada ha cambiado nunca la verdadera condición del hombre como hijo de Dios. El hombre, científicamente comprendido, no es un mortal. No está sujeto a la ilusión de que la materia es substancia, que el mal es real o que el pecado, la enfermedad y la muerte son inevitables.
El hombre es el linaje espiritual de Dios. Emana de la Verdad, la Vida y el Amor divinos y está formado por los elementos divinamente mentales que constituyen a Dios. La función del hombre, como la emanación de Dios, es evidenciar incesantemente el desarrollo de las energías y cualidades del Alma, expresar las fuerzas irreprimibles del bien. Así como el calor, el resplandor y la energía del sol se manifiestan mediante rayos individuales, así también las cualidades de Dios — el gozo, la pureza, la salud, la armonía y la inteligencia — se expresan sólo mediante las ideas individuales de Dios, Su linaje espiritual. La Sra. Eddy dice: “El universo refleja y expresa la substancia divina o Mente; por lo tanto, Dios es visto sólo en el universo espiritual y en el hombre espiritual, así como al sol se le ve en el rayo de luz que emana de él”.ibid., pág. 300;
Puesto que el hombre emana de Dios, el hombre es la expresión perpetuamente activa del Espíritu infinito, el reflejo puro de la Mente. Este hombre no incluye ningún elemento discordante. Nada hay en el hombre que pueda resultar en el desarrollo de una condición discordante — dolor, enfermedad, deterioro o decadencia — pues todo lo que el hombre verdaderamente es y posee está en Dios, procede de Él y se manifiesta de acuerdo con Su ley. Esta manifestación no tiene fin. Ninguna situación discordante puede impedir la manifestación legítima y natural de la infinitud de la Vida, que el hombre refleja. Por ser la compuesta idea de Dios, el hombre perpetuamente manifiesta lo que lo constituye — perfección, santidad, inmortalidad, el resplandor de la Verdad, la mansedumbre y la fuerza espiritual del Amor.
Dios es el creador del hombre, y el hombre es el linaje espiritual de Dios. Esta relación divina da identidad al hombre. Sin ella el hombre no tendría ni ser, ni Principio, ni razón de existir. En el grado en que expresamos la naturaleza inmortal de Dios como Espíritu, verdaderamente adoramos a Dios y expresamos el estado inmortal de Dios y expresamos el estado inmortal de Dios y el hombre.
El hombre creado por Dios no es un mortal ni tampoco existe en un hipotético reino material. Nada concerniente al hombre es limitado, discordante o transitorio. Por ser la idea de Dios, el bienamado del Amor, el linaje del Espíritu, el hombre mora seguro en la luz de la eternidad presente. Dios lo creó para manifestar Su propia naturaleza perfecta. Juan expresó persuasivamente esta verdad en estas palabras: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”. 1 Juan 3:1;
Cuán agradecidos podemos estar de que, por medio de la Ciencia del Cristo, a la humanidad le ha sido revelada la verdad demostrable y científica de que el hombre es ahora, y siempre será, la idea, imagen o semejanza perfecta de la Mente divina. Podemos regocijarnos en esta verdad porque el entenderla nos capacita para rechazar los argumentos de la mente mortal de que el verdadero ser es, o podría ser, algo menos que la expresión de la perfección. El hombre espiritual, el linaje de Dios, siempre es inseparable de su Principio divino. Nada puede intervenir y ninguna persona, cosa o circunstancia puede interponerse entre el Principio y su idea, entre la causa y su efecto. La Mente no abriga, respecto a su manifestación, creencia alguna de separación, pérdida, carencia, discordancia o enfermedad.
Comenzamos a sentir la presencia sanadora de Dios al reconocernos como Su linaje inmortal y al cultivar cualidades divinas tales como amor, ternura, paciencia y espiritualidad. En realidad, estas cualidades ya le pertenecen al hombre, ya nos pertenecen a todos nosotros como hijos e hijas de Dios. Cristo Jesús lo probó en sus obras sanadoras. En una ocasión sanó una enfermedad calificada de espíritu inmundo. En el Evangelio según San Marcos, leemos: “Jesús le reprendió, diciendo: ¡Cállate, y sal de él! Y el espíritu inmundo, sacudiéndole con violencia, y clamando a gran voz, salió de él”. Marcos 1:25, 26;
El Maestro conocía a fondo la naturaleza del hombre real como linaje espiritual de Dios. Cuando miraba a lo que la creencia humana veía como un mortal, su concepto mental acerca del hombre individual era perfecto. Sin embargo, Jesús no ignoraba ninguna de las características o condiciones desemejantes a Dios que se presentaban en el cuadro. Las reconocía como errores, imágenes de la llamada mente mortal, y demostraba su irrealidad.
Nuestro propósito al practicar las enseñanzas de la Ciencia Cristiana es el de demostrar el poder sanador y redentor del Cristo, eliminar el error y establecer la verdad. No somos mortales sujetos a las llamadas fuerzas destructivas de la materia. Como nunca hemos nacido, como somos imperecederos, somos, en realidad, linaje de Dios, el Espíritu infinito, y herederos de una herencia eterna. El Apóstol Pablo lo expresó así: “Porque en él [Dios] vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos”. Hechos 17:28.
