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Resistiendo la resistencia a la Verdad

Del número de julio de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Verdad es Dios, enseña la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens., y la Verdad es Todo. ¿Es difícil demostrar esto? ¿Encontramos alguna clase de desalentadora resistencia que se opone a nuestro tratamiento de la enfermedad, de la carencia, de la falta de empleo, — resistencia que demora la eficacia de nuestro trabajo? Es posible que nos parezca ser así hasta que lleguemos a comprender y a demostrar la ecuación de que la totalidad de la Verdad es igual a la irresistibilidad de la Verdad. La resistencia a la Verdad no es algo que deba encararse con medios mortales solamente y sin el apoyo de la Verdad. Somos ayudados a encararla cuando vemos esta resistencia como una neblina insubstancial del razonamiento material que ha de ser eclipsada por la luz del Cristo, la Verdad.

Supongamos que hemos estado dando tratamiento metafísico a una condición — ya sea que parezca ser nuestra o de un paciente — y que esa condición se rehusa a desaparecer, demorándose a pesar del tratamiento que se ha dado en la Ciencia Cristiana. Aceleramos la curación cuando nos desprendemos de la creencia de que existe alguna zona de la cual se ha retirado la Verdad, zona en la cual, de alguna manera, está incluida una creencia o una fuerza capaz de derrotar la Verdad. Es imposible que la Verdad desocupe parte de su infinitud para darle lugar al error. Mary Baker Eddy afirma: “Dios es Todo-en-todo”. Con imponente lógica agrega: “Por tanto, Él existe únicamente en Sí mismo, en Su propia naturaleza y carácter, y es el ser perfecto o consciencia perfecta. Él es toda la Vida y toda la Mente que hay o puede haber. Él encierra en Sí mismo toda manifestación de Vida y Mente.

“Si Él es Todo, no puede tener consciencia de cosa alguna desemejante a Sí mismo; porque si Él es omnipresente no puede haber nada fuera de Sí mismo”.La Unidad del Bien, pág. 3;

Todo lo que puede poner resistencia a la Verdad, en la creencia humana, es la pretensión de que la Verdad infinita puede fomentar la mentira de que hay finitud. Esta pretensión es paradójica y autodestructiva vista desde un punto de vista puramente científico. Cualquier condición o situación que pretendiera oponerse a la Verdad sólo puede hacerlo desde una posición fuera de la Verdad. Sin embargo, debido a la omnipresencia de la Verdad, debido a que no tiene límites ni punto en que deba detenerse, no existe posición fuera de ella. Es, pues, inevitable que tratemos las pretensiones que parecen ser resistentes con mayor resolución y efectividad al descartar de nuestro pensamiento tales paradojas y contradicciones que son inducidas mesméricamente.

Sin duda alguna, la claridad y la pureza de propósito necesarias para hacer esto se logran solamente por medio de un gran desarrollo moral y espiritual, basado en el hecho de que la Verdad es irresistible. ¿Qué es lo que parece retardar este desarrollo? ¿Acaso no es el argumento de que el error puede oponer resistencia al ser verdadero? Mediante la Ciencia Cristiana podemos ver tal resistencia como una masa de espesa niebla giratoria y no como una montaña fija. Y esa masa de espesa niebla se disipará al enfrentarla con el calor y la luz de la realidad cristiana de que la Verdad divina es Todo-en-todo.

Hace siglos, Cristo Jesús demostró que ni la enfermedad física o mental, ni la ignorancia u odio, ni el pecado o tempestad destructiva, pueden resistir el poder y la presencia de la Verdad. Él comprobó finalmente en su resurrección que la pretensión de la muerte no puede mantener alejado el poder de la Vida divina. Demostró en su ascensión que la sugestión de que la materia aprisiona al hombre no puede resistir la realidad científica de que el hombre es hijo de Dios, divinamente libre.

La Sra. Eddy escribe del Nazareno: “Su demostración del Espíritu virtualmente venció a la materia y sus supuestas leyes. Al caminar sobre las olas, comprobó la falsedad de la teoría de que la materia es substancia; al sanar por medio de la Mente, eliminó toda suposición de que la materia es inteligente, o que puede percibir o expresar dolor y placer. Su triunfo sobre la tumba fue una victoria eterna respecto a la Vida; demostró que la materia carece de vida, y probó el poder y permanencia del Espíritu. Enfrentó y venció la resistencia del mundo”.Miscellaneous Writings, pág. 74;

Tenemos que demostrar que las pretensiones inicuas de que somos mortales, incapacitados en cierta medida para resistir sugestiones del mal o de la enfermedad, no guardan relación con la verdad del hombre de Dios. Este alegato puede parecer creíble en el grado en que pensamos que estamos separados de la Verdad divina y en el grado en que admitimos que la materia y sus condiciones son reales. Resistimos con éxito las condiciones adversas cuando vemos estas condiciones como creencias y no como realidades. La Ciencia Cristiana no nos alienta a que resistamos la legítima inteligencia y poder de la materia, porque ésta no tiene ni inteligencia ni poder. Mas la Ciencia Cristiana sí nos apremia a resistir la tentación de creer en que la materia tiene inteligencia y poder.

El hecho absoluto es que a la totalidad de la Verdad nunca puede oponérsele resistencia ni detenérsele. Ya está establecida. La pretensión del poder del magnetismo animal, plausible para la consciencia materializada, es anulado cuando basamos nuestro pensamiento y nuestra experiencia en la verdad de que la Vida infinita no hace ni puede dar lugar para un hipotético contrario. La comprensión y el vivir espirituales ponen en claro lo ilógico e imposible de tales alegatos, y nos defienden de ellos. El resultado es que nuestro trabajo de curación es más eficaz, somos sanados más fácilmente, y la necesidad de la lucha moral disminuye.

“Resistid al diablo, y huirá de vosotros”, Sant. 4:7. nos dice la Biblia. A medida que resistimos al diablo (la pretensión de que Dios está localizado en cierto lugar, o que no existe, y que el hombre es físico e inestable) desde una base cristianamente científica, el diablo huye, porque vemos y comprobamos su nada. Nos damos cuenta con convicción cada vez mayor de que el hombre, la idea espiritual de la Verdad, nuestro único y auténtico ser, está naturalmente exento de todo aquello que quisiera invalidar la Verdad. La espiritualidad involuntariamente rechaza todo aquello que quisiera oponer resistencia al Espíritu, y todos pueden comprobar esto. Por medio de un gran desarrollo espiritual veremos finalmente que la Verdad, Dios, es la causa irresistible y única de todo ser.

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