
Editoriales
Uno de los cuadros más apreciados de la Sra. Eddy es probablemente la fotografía en que ella está de pie en el balcón de Pleasant View, con sus manos extendidas en actitud de dar.
Investigaciones espaciales .
Hace casi dos mil años se dio una conferencia en el pórtico de Salomón, afuera del templo de Jerusalén. No se hizo ninguna publicidad previa, sin embargo, fue un rotundo éxito.
Muchos de los actos de terrorismo de hoy en día son motivados por el esfuerzo de captar la atención pública, de atraer la atención del mundo hacia aquello que algunos consideran una causa apremiante. ¿Hemos capitulado? ¿Nos hemos rendido, o sea, hemos puesto nuestro asombro, nuestros temores o nuestra indignación al servicio de aquellos que demandan nuestra atención? ¿Estamos, en efecto, permitiendo que se nos tome a nosotros mismos como rehenes? El liberarnos de tal secuestro ayuda a resolver el problema de secuestros mayores.
Sólo hay una manera de demostrar la verdad científica del ser, y ésa es adhiriéndose a ella. Esto significa reconocer firmemente la acción y obras perfectas de Dios, sin tomar en cuenta lo que parezca estar negando la presencia de éstas.
El Cristo es un poder redentor en la consciencia humana. Es una presencia salvadora que extingue los ardientes sentidos mortales.
En el invierno de 1898, cuando residía en Concord, New Hampshire, la Sra. Eddy hizo venir a su aposento a una de las personas que la secundaban en su casa y le comunicó algunos de los inspiradores pensamientos que le habían venido la noche anterior.
Las obras de ingeniería, las artes y artesanías, mejoras en la agricultura.
¡Cuán grande es la bondad de Dios! Él es el Amor divino, y con ilimitada generosidad vuelca dones espirituales sobre todos Sus hijos en abundancia inimaginable. Aun cuando esto pueda parecer quimérico a los millones de seres que padecen hambre en el mundo, ésta es la realidad.
La pena capital es sólo la cúspide de un iceberg. Es sólo parte de un tema más amplio que podríamos denominar la pena de muerte.