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El hombre es obra del Espíritu, no de los genes

Del número de junio de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“En el año de 1866 descubrí la Ciencia de Cristo o las leyes divinas de la Vida, la Verdad y el Amor, y le di a mi descubrimiento el nombre de ‘Christian Science’ ”,Ciencia y Salud, pág. 107; escribe Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. Ella vio al hombre, en la Ciencia, como totalmente espiritual. En ese mismo año de 1866 — y la fecha es el único nexo en común en este caso — se publicaron los resultados de las investigaciones del biólogo Gregor Mendel. Sus investigaciones de la vida vegetal, aplicadas luego a los animales y los hombres, indicaban que por cada rasgo físico todo ser viviente poseía dos “factores”, que hoy en día se denominan genes. Entre el punto de vista sensual que considera al hombre obra de la física y la genética, y el punto de vista de la metafísica espiritual, existe una divergencia fundamental.

El hombre físico, se dice, está fundamentalmente gobernado por características transmitidas por un código genético. Los rasgos personales, se afirma, son el resultado de los genes de ambos padres. Tal como se lo percibe en la Ciencia, el hombre, la idea espiritual de Dios, está gobernado por Dios y sólo hereda Sus características tanto espirituales como ideales.

En el último decenio la investigación de la genética combinatoria — la combinación del material genético de especies diferentes — ha pasado a ser un estudio de creciente alcance y controversia. El potencial que la opinión atribuye a estas técnicas ha asombrado y fascinado al pensamiento humano. Junto con las posibilidades grotescas de la manipulación genética (pues se podrían crear nuevas enfermedades o extrañas formas de vida) viene la promesa de la posibilidad de grandes beneficios — según se dice — en la curación de enfermedades y en el control de la contaminación, y quizás de avances revolucionarios en la agricultura. Por ejemplo, se podrían desarrollar nuevas variedades de trigo que no necesiten fertilizantes nitrogenados, avance éste que aumentaría extraordinariamente la producción de alimentos para un mundo mal nutrido.

Es cada vez más evidente para el pensador cristiano la necesidad general que existe de considerar al hombre y la creación sobre una base espiritual y metafísica. La actual disensión en la comunidad intelectual se ha descrito como “un enfrentamiento de valores que refleja las diferencias en la forma de percibir y buscar la verdad; las diferencias en la forma de comprender el mundo; y las diferencias, más implícitas que explícitas acaso, en la forma en que el individuo entiende sus obligaciones para con la sociedad.

“Algunos hombres de ciencia... se muestran neutrales con respecto a la creación genética de organismos patológicos que afectan no sólo a las generaciones presentes, sino también a las que aún no han nacido”.Saturday Review, 4 de febrero de 1978, pág. 4; Los dilemas, ambigüedades y confusiones derivados de la manipulación genética obligarán a la humanidad a adoptar definiciones más metafísicas respecto al hombre y la vida. Hay que volver a evaluar la creencia teológica convencional de que la vida orgánica ha sido creada por Dios.

La creación, tal como se la explica en la metafísica cristiana, es verdaderamente maravillosa y transciende con mucho las concepciones desarrolladas en los tubos de ensayo de laboratorio. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Gén. 1:1; La Vida divina posee en sí el único poder creador genuino. Y produce innumerables ideas espirituales. Las únicas formas de vida que pueden ser reales, de acuerdo con la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), son las iniciadas por la Vida divina. Las verdaderas formas de vida poseen sólo las características de la Vida divina: eternidad, perfección y universalidad. “Aun en la Ciencia Cristiana”, señala la Sra. Eddy, “la reproducción por las ideas individuales del Espíritu es sólo el reflejo del poder creativo del Principio divino de esas ideas. El reflejo — en manifestaciones mentales — de las numerosas formas de la Mente, que pueblan el reino de lo real, es regido por la Mente, el Principio que gobierna el reflejo. La multiplicación de los hijos de Dios no procede de ningún poder de propagación en la materia, sino que es el reflejo del Espíritu”.Ciencia y Salud, págs. 302-303;

La materia parece capaz de reproducirse porque la creencia de que puede hacerlo es una parte esencial de la consciencia mortal. La reproducción material es la exteriorización hipotética de la consciencia mortal que trata de extenderse y perpetuarse.

Cualesquiera que sean los postulados de las teorías microbiológicas, no nos dicen la verdad acerca de la inmutable espiritualidad del hombre y de su vida indestructible en Dios. La vida real, que es la expresión de la Vida divina, y el hombre real — la creación de Dios — nunca pueden ser sometidos al escrutinio y análisis de la consciencia material. Esta consciencia ilusoria jamás puede ver más allá de sus propios límites físicos. Parece generar una multitud de interrogantes que emanan de su propia perplejidad, pero estos interrogantes no encontrarán respuesta dentro de la consciencia mortal. Sólo pueden ser explicados desde el punto de vista de la totalidad de la Vida. Ninguna teoría material es completa, absolutamente precisa, libre de interrogantes residuales y de posibilidades de revisión.

La Sra. Eddy, la Descubridora de la Ciencia de la Vida, dice: “Dios determina el género de Sus propias ideas”.ibid., pág. 508. Dios determina todos los detalles, siempre y en todas partes, de Sus propias ideas. Estas ideas no son accesibles a análisis químicos, al microscopio electrónico o a conjeturas mortales. Lo que Dios produce no se puede reproducir materialmente y la materia, en todas sus formas, es esencialmente nada: no puede ser reproducida ni puede reproducirse. La mente mortal, en su propio engaño, puede en apariencia producir especies de animales y pájaros, puede en apariencia conformarse a complejas pautas de reproducción, pero nunca es verdaderamente un agente generador. Todas las ideas verdaderas son espirituales y están armoniosamente combinadas en la Mente sin límites. La mente mortal no puede recombinarlas — ni planearlas — de acuerdo con sus propias pautas y propósitos.

La creencia de que el hombre es el resultado de componentes materiales que se pueden maniobrar y manipular es refutada en un nivel fundamental por la Ciencia Cristiana. La validez de esta refutación se confirma por las curaciones físicas que efectúa y que no se pueden explicar dentro del marco del pensamiento físico, biológico y sicológico.

Actualmente se está formulando y debatiendo la teoría de que existe una influencia genética sobre el comportamiento social humano derivada de genes heredados de animales.

Esta teoría, denominada sociobiología, arguye que características tales como la agresividad, el altruismo y actitudes religioso-espirituales están influidas por factores genéticos — cuya intensidad aún no se conoce — y que la supervivencia de los genes es la consideración primordial de la naturaleza. ¡Que los genes están programados para utilizar a los seres humanos en la forma que mejor asegure la continuidad y desarrollo de los genes! Esta teoría es un complejo argumento materialista que desembocaría — si no se lo enfrenta moral y espiritualmente — en la impotencia y la desesperación.

Toda la pretensión de vida, de hombre y de sustancia en la materia debe refutarse pues es el cimiento de todo el sufrimiento de la humanidad y, por sobre todo, porque ocultaría la verdad del ser. Particularmente en esta época, el Científico Cristiano haría bien en volver a estudiar con detenimiento el capítulo “El Génesis” de Ciencia y Salud. El Científico Cristiano, y la humanidad en general, necesitan la dirección y consuelo de los sólidos y demostrables análisis espirituales que allí se encuentran.

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