El asunto no es si el enviciado puede sanar. Puede sanar con certeza. El asunto es, más bien, saber cuánto amor tenemos por el Cristo. Ni una sola persona que tenga algún vicio está más allá del alcance de la gracia de Dios, el poder redentor del Cristo, la Verdad.
Todo vicio se basa sobre la premisa de que el materialismo tiene un poder irresistible. Pero el hecho es, que ninguna forma de materialismo ha tenido jamás la capacidad intrínseca de abrumar a una persona. La materia no tiene poder. La mente mortal, la creencia en una mente aparte de Dios, es la culpable. Alimenta al materialismo dándole la única atracción que parece tener. Sólo el Cristo es poder. Aniquila la creencia material al atraer al individuo a la irresistible perfección del Espíritu.
Podemos ayudar a otros mediante nuestra respuesta al Cristo. Podemos reconocer su supremacía. Cuando lo hacemos, podemos sanar al que tenga algún vicio. Jesús sanó el pecado tan eficazmente como sanó la enfermedad. Comprendió que es el Cristo — el mensaje del Amor a la consciencia humana — el que es irresistible y no la materialidad, en ninguna de sus formas. La realidad no está constituida del bien y del mal, vociferando cada uno para que lo obedezcamos. La materia y todas sus pretensiones tienen que someterse al Espíritu y a sus infinitas e irresistibles exigencias de perfección. La Sra. Eddy escribe: “Sólo hay una atracción real, la del Espíritu”.Ciencia y Salud, pág. 102;
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!