Se dice que la naturaleza aborrece el vacío, y en la Ciencia divina, el Espíritu, o Dios, excluye absolutamente el vacío. El Todo infinito no puede incluir cavidades vacías.
No se puede eludir al Espíritu; o, para decirlo de una manera más habitual, Dios es Todo. En el Espíritu no existen cavidades que contengan opuestos del Espíritu. Si así fuera, la Ciencia Cristiana no sería ni útil ni práctica. Como el Espíritu es Todo, podemos probar que la presencia de Dios proscribe el vacío, y sobre esta base podemos curar y ajustar todas las dificultades humanas. La totalidad del Espíritu tiene su corolario en la ley que dice que no hay vacíos en el Espíritu. No hay lugar alguno en el cual el Espíritu no se esté expresando activamente. Nosotros podemos captar y probar esta verdad espiritual.
El sufrimiento y los problemas son errores. Provienen de la creencia de que el Espíritu da lugar a la materia y sus miserias. Podemos desprendernos de esta creencia y anularla. Es ilegítima. “El descreer en el error destruye el error”, dice Mary Baker Eddy, “y conduce a la comprensión de la Verdad. No existen vacíos”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 346;
Según la opinión humana general hay muchos vacíos que debieran llenarse: hay mucha gente que vive en el vacío de la soledad; en las zonas más pobres, muchos estómagos vacíos. Al parecer hay lugares en los que se carece de una percepción de la inteligencia y la sustancia del Espíritu. Hasta el conocimiento de esas condiciones implica la creencia de que la consciencia divina — la consciencia universal de la perfección — adolece de vacíos y que en estos vacíos se han instalado los opuestos del bien.
Pero no debemos sentirnos vulnerables. “Queridos Científicos Cristianos:”, dice la Sra. Eddy, “Tened vuestra mente tan llena de Verdad y de Amor, que ni el pecado, ni la enfermedad, ni la muerte puedan entrar en ella. Es evidente que no se puede añadir nada a la mente que está llena. No hay puerta por la cual pueda entrar el mal, ni espacio que pueda ocupar en una mente llena de bondad”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 210;
Una sana manera de mantener nuestra mente llena de Verdad y de Amor es comprender que la Verdad y el Amor constituyen la única Mente que existe y, que así como Dios es nuestro Dios y la Vida divina nuestra Vida, la Mente omnipresente es nuestra Mente. La Mente prohibe eternamente los vacíos. La Mente no es una consciencia personal que da entrada al mal. La Mente no le da ningún lugar ni a la ignorancia ni al miedo para que actúen, ni éstos tienen oportunidad de encontrar a un mortal que crea en ellos.
El Espíritu divino, o Mente, nunca se aparta de ningún punto en su ser infinito. Y sobre esta base la Ciencia Cristiana explica que las enfermedades y la mortalidad son irreales. No están incluidas en la Mente. Podemos curar la enfermedad y enfrentar las pretensiones de la muerte mediante el conocimiento científico de que no hay vacíos, ni en el Espíritu ni en el hombre. El propósito de la oración específica no es el de llenar vacíos sino el de fortalecer nuestra convicción de que no existen. Como no hay vacíos en el Espíritu, los vacíos no existen.
Podemos superar la soledad combatiendo la mentira de que el hombre, la idea del Espíritu, pueda llevar una vida vacía. La soledad es el resultado del argumento, que se ha dejado entrar y es aceptado en nuestro pensamiento, según el cual, aunque nos encontramos rodeados por el Amor, el Amor, en realidad, nunca nos llega. En su raíz, pues, la soledad no significa la falta de personas afines en nuestra vida, sino la falta de reconocimiento de que el Espíritu está en todas partes y no permite vacíos. El hombre perfecto, nuestra verdadera identidad, nunca está ausente del Espíritu, y el Espíritu nunca se aleja del hombre. Aunque los hijos se alejen para ir a la escuela y los maridos salgan en viajes de negocios, el hombre nunca está fuera del Espíritu. La soledad es tan ilegítima como los vacíos.
El Espíritu es Vida. La muerte es la sugestión de que la Vida ilimitada se ha disuelto en algún punto y ha dejado un vacío que ha sido ocupado por su opuesto. La aparente mortalidad de los seres humanos no es prueba de que la Vida sea finita. Es una pretensión que se contradice a sí misma diciendo que la Vida omnipresente no está siempre presente. Una vez que comprendemos este importante concepto, podemos rechazar pretensiones de mortalidad como la que dice que la felicidad familiar puede extinguirse o que un honesto y productivo negocio puede terminar en la quiebra.
Cuando enviamos un cheque por correo para pagar los impuestos no tenemos por qué aceptar que ello deja un inquietante vacío financiero al que entrará un caudal de cuentas por pagar. El aparente vacío en nuestra provisión ya está cubierto con la sustancia del Espíritu. Pagar cuentas puede ser un incentivo para reconocer que el Espíritu nunca incluye un lugar que no esté ya lleno de sustancia. El Espíritu y su sustancia están uniformemente distribuidos en todo el universo, pues en todas partes no hay nada que no sea el Espíritu. Si al parecer hubiera una brecha en nuestras finanzas provocada porque un deudor no ha cumplido con su obligación para con nosotros, podemos afirmar que no hay vacíos ni en su provisión ni en la nuestra. Toda la provisión es una sola: la del Espíritu; nunca es una posesión personal y nunca está concentrada con exceso en un lugar ni es escasa en otro.
Las limitaciones humanas, incluso la mala salud, se reducen en la medida que comprendemos que ningún aspecto del hombre ni área del universo están desprovistos de la existencia del Espíritu. Dios no incluye ningún vacío, ya sea absoluto o parcial, ni mengua de la inteligencia verdadera en la que puedan penetrar la ignorancia y el miedo. Lo único que puede ser una nada, una vacuidad, es el sentido material de la existencia. Y este sentido puede ser comparado a la ciudad de Níneve, vívidamente descripta por Nahum como “vacía, agotada y desolada”. Nah. 2:10. La creación verdadera abunda en la bondad de Dios. En ella nunca hay vacíos.