En nuestra verdadera identidad somos seres espirituales, reflejos del único Ser Divino. No somos, como las falsas creencias mortales insisten, criaturas limitadas y físicas ancladas en una tierra material. Dios, el Alma, es nuestro creador, y Él nos ha hecho espirituales y perfectos. Dios, el Espíritu, es el bien infinito y nada existe fuera de Él.
Ésta es la verdad, y podemos demostrarla tanto para nosotros mismos como para los demás a medida que nuestros pensamientos se elevan por sobre la creencia en la materia y el mal y descansan en la consciencia que reconoce el bien espiritual y omnipresente como la única realidad, y la vida en Dios como la única Vida.
No es fácil para los mortales cambiar sus pensamientos del concepto material de las cosas por lo espiritual cuando la materia y las formas físicas parecen tan sólidas. Con los sentidos físicos vemos, sentimos, olemos y gustamos la materia. Aparentemente de continuo somos afectados por ella. ¿Cómo podemos negarla y afirmar que sólo el Espíritu es sustancia? ¿Cómo podemos negar que el mal existe cuando oímos hablar de tantas cosas malas que ocurren en el mundo?
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!