“Bendice, alma mía, a Jehová; y bendigan todas mis entrañas su santo nombre” (Salmo 103:1). Estas palabras de alabanza expresan en cierto modo lo que yo siento por la Christian Science. Las palabras no alcanzan a expresar cuán profundamente agradezco a Dios haya revelado esta grandiosa verdad a nuestra Guía, Mary Baker Eddy.
Desde que empecé a estudiar esta verdad que guía, yo he venido naciendo otra vez porque se me ha presentado un modo nuevo de vivir. La lástima que sentía de mí misma a causa de una tragedia que sufrí a principios de mi juventud, ha sido reemplazada con valor y fortaleza. Una timidez excesiva ha cedido su puesto a intrépida confianza, y mi mala salud quedó vencida después de haber consultado doctores uno tras otro que la diagnosticaban de diferentes maneras incluso la de debilidad cardíaca.
Se me ha presentado un modo de progresar que yo estaba lejos de imaginar. Mi caro anhelo de viajar ha sido satisfecho. Me he visto bendecida con una forma de trabajo que me ha llevado a muchas partes del mundo y he disfrutado el privilegio de ver y de gozarme en la contemplación de su belleza y grandiosidad. Siempre que me encuentro en algún pequeño lugar extraño y que la mente mortal me tienta a que escuche su voz de angustia, tengo mi Biblia y las obras de nuestra Guía y las admirables publicaciones periódicas de la Christian Science a que volver mis ojos.
Muchas han sido las demostraciones efectuadas en relación con lo que me pasa en la vida diaria. Durante los muchos años que he viajado, he sido objeto de un número de curaciones físicas, casi todas logradas confiando yo misma en la Verdad, pues no hay practicistas en los lugares a que voy.
He encontrado que Dios está asequible en todas partes cuando lo busco. Una mañana iba a encender un calentador de agua a gas y evidentemente que había dejado escapar ya mucho gas antes de aplicar el fósforo. Los mecheros no se encendieron, y estalló una explosión tan terrible que quebró la ventaña de gruesa vidriera del cuarto de baño y la cara de vidrio de una báscula para que se pesaran los que utilizaran el baño. Nada me pasó ni a mí ni a un infante que iba yo a bañar y que había dejado acostado en la mesa-tocador muy cerca del calentador que ya estaba medio caliente. Al tomar al bebé en mis brazos, sólo podía yo decir repetidas veces: “¡Gracias a Dios!” La noche anterior estuve despierta varias horas y me sentí hondamente impelida a tratarme metafísica y protectivamente sin motivo específico a esa hora. Para ello, el Salmo 91 vino a mientes con marcada claridad. Ciertamente que en lo que sucedió después este salmo protector probó su eficacia.
Varias verrugas que cubrían dos dedos de mi mano derecha desaparecieron con sólo un tratamiento de la Christian Science, sin dejar señal ni cicatriz. De veras que agradezco profunda y sinceramente esta curación tan pronta y el trabajo eficiente de la practicista. Si relatara todas las demostraciones con que he sido bendecida tendría que ocupar mucho espacio enumerando tanto las grandes como las pequeñas. No pasa ni un solo día en el que no sienta yo el cuidado amoroso de Dios.
Sin embargo, mencionaré una demostración que me ha llevado un paso más adelante espiritualmente. Ya hacía algún tiempo que venía yo orando y buscando humildemente entender mejor la Christian Science. Yo deseaba no únicamente leer, sino sentir las promesas admirables de la Biblia así como las de nuestro libro de texto, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mary Baker Eddy. Deseaba sobreponerme al anhelo de hogar, familia, amistades y cambio de ocupación. Leía todo lo que creía yo que me ayudaría, y raciocinaba conforme a mi comprensión sobre el asunto, pero mayormente en estos términos: Si Dios es Todo-en-todo para mí, entonces no importa realmente dónde ni con quién estoy o que hago. Su amante presencia está en todas partes; luego yo no estoy sola nunca.
Una mañana, después de tratarme a este respecto y orado con humildad por algún tiempo, leí en la Biblia Isaías 54:5. Al terminar el último renglón sentí un gran bienestar que me desabrumó desahogándome. Sentí realmente el poder y el significado de las palabras: “Dios es Todo-en-todo.” Las más elocuentes palabras son incapaces de expresar la gratitud que siento por esta demostración.
Mientras redactaba y revisaba este testimonio me fueron suplidas dos necesidades humanas. Primero tuve un cambio de empleo muy favorable. Además de ser la clase de trabajo que yo venía esperando, me trajo también un aumento de sueldo.
En segundo lugar, una amiga bondadosa me proporcionó por cierto tiempo una casa cómoda, y antes de que expirara el plazo de mi estancia en ella, otra amiga que se ausentaba por pocos meses me ofreció su casa. Esta otra amiga partía cuando la dueña de la otra casa regresaba. Ni en uno ni en el otro caso hice yo nada humanamente por conseguir tan amables ofertas; estos aparentes milagros ocurrieron, gracias a mi confianza ingenua en nuestro Padre-Madre Dios, en una época en la que parecía casi imposible encontrar dónde vivir.
Por todos los que toman parte activa en nuestra gran Causa y ayudan a llevar a cabo la salvación de la humanidad, por nuestra literatura y por ser miembro de La Iglesia Madre, doy gracias humilde y constantemente. —Buenos Aires, Argentina.