La vida no viene y se va, porque la Vida es Dios, y toda cosa viviente existe en esta Vida, dando testimonio del creador eternamente consciente. La Christian Science revela la incesante presencia de todo lo que realmente vive. Dice Mary Baker Eddy en Unity of Good (La Unidad del Bien, pág. 61): “El venir e ir pertenecen al estado de consciencia mortal. Dios es ‘el mismo ayer, y hoy, y para siempre jamás.’ ” Porque Dios es Vida indestructible y siempre presente, Su expresión, el hombre, está eternamente presente y vivo. Lo que hace falta es el refinamiento espiritual para percibir ésto.
El hecho es que el venir e ir de la carne, su nacimiento, sus condiciones y aun su muerte, son ilusiones que nunca tocan la vida auténtica que parecen ocultar. Lo que de bueno se ve en los seres humanos nos da un indicio de lo que es realmente el hombre — gozo e inteligencia individualizados y todas las características y las actividades divinamente derivadas. Estos elementos vivientes del hombre real nunca pueden extinguirse porque la fuente de que emanan es inextinguible. No son adherentes sino inherentes al hombre, puesto que lo constituyen. Irradian de Dios, la Mente imperecedera, y son inseparables de su fuente de irradiación. El resplandor crepuscular de una vida consagrada al bien, dejando su indeleble impresión en la consciencia de la humanidad, da una vislumbre de la eterna presencia del hombre espiritual individual.
Esa evidencia de la vida verdadera es lo que, impregnando la opacidad mental de la existencia material conforme a los sentidos personales, eleva las asociaciones humanas a encumbrados niveles espirituales, dando así lugar al advenimiento del reino de los cielos. Sólo el sentido espiritual percibe la evidencia de la presencia del hombre inmortal, y para tal sentido no puede perderse esa evidencia. El hombre existe en la Mente divina como su idea, y para estar consciente de la presencia del hombre precisa que uno esté consciente de la presencia de Dios.
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