La Christian Science vino a mí hace varios años, cuando moría de meningitis. Mi madre, que me atendía como enfermera, había recibido un ejemplar de “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mary Baker Eddy. ¡Qué bien recuerdo ese libro! Fué el medio por el cual salvé mi vida.
Una mañana me preguntó mi madre que si realmente creía las palabras de Jesús (Mateo 17:20): “Si tuvieseis fe como un grano de mostaza, pudierais decir a esta montaña: Pásate de aquí allá, y se pasaría; y nada os sería imposible.” Yo le contesté que aunque sí creía en las palabras de Jesús, no tenía fe. Entonces me recomendó leyera Ciencia y Salud, lo cual hice sólo por complacerla. Yo estaba demasiado enferma para entender. Pocos días después ya comprendía más claramente y le pregunté si había algún modo mediante el cual pudiéramos probar la Christian Science. En seguida escribió mi madre a una practicista solicitando tratamiento.
La practicista me escribió que leyera el Salmo 91 con mente despejada. Inmediatamente pensé que era absurdo esperar que a la simple lectura de un Salmo sanara yo de todas las dolencias de que sufría. Luego recordé que ella me había dicho que leyera “con mente despejada,” y sabiendo que tenía que ser equitativa, me apresuré a desechar tales pensamientos, y obedecí. Cuando acabé de leer el Salmo ya se habían desvanecido todas mis dificultades. Grité de gusto y de sorpresa llamando a mi madre a que viera. Hacía algún tiempo que no hablaba más que en susurro. ¡Cuánto nos regocijamos! ¡Cuán agradecidas estábamos y aun lo estoy todavía!
Desde entonces he tenido muchas admirables pruebas en mi propia experiencia. El desenvolvimiento de la Verdad en mi consciencia trajo consigo a mi vida gozo, salud y felicidad. He aquí un ejemplo:
Durante la segunda guerra mundial una amiga que me guardaba mis muebles me escribió que mandara a recogerlos inmediatamente. Yo había estado viviendo sin hogar por muchos años porque no me sentía capaz de sufragar el gasto consiguiente. Le contesté suplicándole que diera mis muebles a los que los necesitaran en Londres por habérseles bombeado sus casas. Una vez depositada mi carta en el correo, comencé a reflexionar respecto al hogar y vi que yo venía cediendo a una fuerte convicción de carencia. Comprendí que hogar es un concepto espiritual, una idea que lleva en sí cuanto es preciso para mantenerla; que en un hogar se expresan en abundancia amor, comodidad, felicidad, libertad y comprensión completos y perfectos. Tal comprensión del hogar era y es mía, y no podía yo ni perderla ni darla de regalo puesto que está siempre presente en la Mente. Resolví utilizar desde luego esta visión que Dios me impartía.
Casi inmediatamente halle disponible un apartamento de todo un piso. Lo alteraron y redecoraron según yo lo necesitaba y cada detalle se llevó a cabo en perfecta armonía. Encontré que mi amiga no había dado a nadie mis muebles. No obstante que las mudanzas eran muy inciertas en aquella época, la mía se efectuó conforme a la primera tentativa. Cuando decían que no había calentadores de agua eléctricos, yo logré adquirír uno. Comprendí que al conseguir así lo “inconseguible” o inasequible según el vulgo, yo derrumbaba las limitaciones en provecho mío y de los demás.
El bien que he derivado de mi estudio de la Christian Science es inconmensurable, y las palabras no alcanzan a expresar mi gratitud. —Bristol, Glócester, Inglaterra.