Uno de los enemigos persistentes de la humanidad es el temor. Se presenta en formas diversas: temor de carencia, de pérdida, de separación, senectud, enfermedad, muerte. El temor hace a los hombres mentirosos, timadores, cobardes, adúlteros, impostores, y nos dice nuestra Guía que el temor es la causa de la enfermedad.
¿Qué es temor? En el tercer capítulo del Génesis, después de la tentación de Adán y Eva, se relata que Dios llamó a Adán y le dijo: “¿Dónde estás?” Y Adán contestó: “Oí tu voz en el jardín, y tuve miedo, porque estaba desnudo, y me escondí.” Refiriéndose a este pasaje en el libro de texto de la Christian Science, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras,” dice nuestra Guía Mary Baker Eddy (pág. 532): “EI temor fué la primera manifestación del error del sentido material.”
EI temor es uno de los productos de los sentidos materiales o personales — de la mentira de que hay vida, substancia e inteligencia en la materia. Es el resultado de creer que el hombre está separado de Dios y que existe fuera del Amor divino. EI temor es la consecuencia de creer que el hombre está incompleto, inseguro, y por lo mismo sujeto a circunstancias adversas.
Puesto que el temor es el resultado de la creencia de que el hombre es material y por consiguiente aparte de Dios, su antídoto es el Amor divino que reconoce el hecho de que el hombre es espiritual, inseparable de Dios y gobernado enteramente por Dios, la Mente divina. El temor queda vencido cuando el individuo cesa de considerar que la creación la constituyen personas y cosas materiales. Se demuestra su irrealidad cuando se reemplazan en la consciencia del individuo los falsos conceptos de la mente mortal con los hechos espirituales de la existencia. Así fué aniquilado por completo el temor que Jacob tenía de Esaú después de haber luchado toda la noche por vencer el sentido mortal de la existencia, logrando entonces una vislumbre del amor todo abarcante de Dios hacia todos Sus hijos.
La consciencia convencida de la unión que existe entre el hombre y Dios y de la naturaleza espiritual de la creación, siempre está gozosa y agradecida. Nunca pueden morar juntos el temor con la gratitud y el gozo, porque éstos son el fruto del Amor divino en cuya presencia no hay temor. El Amor imparte fuerzas, valor, poder, armonía, libertad, y una sensación de absoluta serenidad y seguridad. Trae consigo la convicción de que sus ideas amorosas rodean completamente al hombre.
A veces escuchamos decir: “Estoy tan lleno de temor que no puedo pensar claro; no puedo reconcentrar en lo que leo.” Lo que dice: “Temo” o “no puedo declarar la verdad” no eres tú. Es la mente mortal que pretende hacerte creer que eres mortal. Cuando esa mente mortal dice temerosa y temblorosamente: “No puedo,” tú puedes siempre decir: “Dios puede, y en consecuencia, yo puedo porque en realidad soy el reflejo de Dios.” Tal reconocimiento facilita desalojar de la consciencia humana el temor. Si alguien parece sacudido irremediablemente por el temor, puede librarse con certeza si persiste en leer y releer algún salmo, himno, o unas declaraciones de la verdad que contienen los escritos de nuestra Guía o las publicaciones periódicas de la Christian Science. Aunque parezca insistir el error, la Verdad se impone a la postre, porque es real, mientras que el error es irreal, y la Verdad siempre ahuyenta el error. Lo que importa recordar cuando el temor asedie a uno es dar el primer paso que consiste en volverse a Dios. Hay que apelar a las verdades de la Christian Science y sostener que el Consolador está presente para aquietar y reafirmar los pensamientos de uno.
Un pequeñuelo que jugaba con otros se apartó de ellos y brincó hacia una arena movediza en la que comenzó a hundirse. Seguían hundiéndose sus pies y piernas cada vez más cuando se le ocurrió que era un alumno de la Escuela Dominical de la Christian Science y que él sabía que esta Ciencia lo salvaría. Con ese reconocimiento del poder del Cristo, la Verdad, para salvar le advino ligereza y prestamente sacó piernas y pies de la arena de la cual se apartó pisando tierra firme en seguida. Más tarde, cuando le preguntaba su madre qué había pensado, él respondió que en nada específicamente, únicamente que sabía que al encomendarse a la Christian Science, ésta se hallaba siempre lista para auxiliarlo. De la misma manera, cuando el temor parezca asaltarnos y esclavizarnos y amenazarnos, volvámonos inmediatamente a la Christian Science seguros de que el Cristo que sana está siempre a la mano. Entonces hallaremos las pertinentes declaraciones de la verdad listas para desvanecer el temor.
Algunos anhelan tener hogar o hijos, y cuando los tienen, el temor susurra que su hogar puede desorganizarse o sus hijos perderse. Se afanan por establecer algún negocio o poseer una heredad, y también temen que se los arrebaten. Procuran robustecer su cuerpo con alimentos y gimnasia, y viene el temor a sugerirles que la enfermedad puede enflaquecerlos. El remedio está en adquirir el concepto espiritual del hogar, la familia, los negocios, la substancia, el cuerpo y la salud. Hecho lo cual, el concepto humano mejora y hogar, familia, negocios y cuerpo se vuelven siervos en vez de tiranos. El resultado final es siempre una impresión mejor de bienestar y seguridad.
Escribe Mrs. Eddy en Miscellaneous Writings (Escritos Diversos, pág. 107): “La gran necesidad de la humanidad es amar más. Un afecto puro, concéntrico, que haga a uno olvidarse de sí mismo, perdonar los agravios e impedirlos, debería henchir la lira del cariño humano.” Cuando escribe que “La gran necesidad de la humanidad es amar más,” ¿no da a entender que lo que urge es obtener un sentido más claro de la creación de Dios tal como El la ve, es decir, espiritual y perfecta? Esto implica abnegación. Y se consigue desentendiéndose uno de la entidad mortal y procurando comprender a Dios como Espíritu a fin de encontrar Su reflejo verdadero: el hombre espiritual. Este concepto verídico se logra estudiando a diario metódicamente la Biblia y los escritos de nuestra Guía y practicando consecuente y persistentemente las verdades espirituales que constituyen la existencia.
Mantened invariablemente que sois de veras el hombre que Dios ha creado y que sois coeternos y coexistentes con el Espíritu. Poseéis hombría verdadera, seguridad espiritual, integridad, armonía, paz y los recursos sin límite del bien. Dios es la Mente única, y esta Mente es vuestra Mente, puesto que incluye en sí toda consciencia. En consecuencia, de nada bueno podéis carecer; ni podéis estar sujetos a ninguna de las falsas creencias que asedian la existencia mortal. No podéis temer, porque el Amor gobierna, guía, preserva, sostiene y acoge a vosotros y a los vuestros y a todos. Por lo cual se verá que la conservación propia consiste en conservar la consciencia de uno o estar consciente de su inherente unión con el Espíritu y sus recursos espirituales.
El temor se disipa rehusándonos a creer que el hombre individual es un ente por separado o aislado. No está solo el hombre, sino que vive siempre en la Mente divina rodeado de todas las otras ideas y en perfecta relación con ellas, constituyendo así la creación espiritual. Dice Mrs. Eddy (Ciencia y Salud, pág. 259): “El hombre no es absorbido en la Deidad, y el hombre no puede perder su individualidad, puesto que refleja la Vida eterna; ni es tampoco una idea aislada y solitaria, pues representa la Mente infinita, la suma de toda substancia.” El hombre incluye todas las ideas verdaderas como reflejo de la Mente que es, y existe eternamente en la Mente, gobernado por la ley perfecta y en perfecto orden, cumpliendo así con el propósito perfecto de Dios, tranquilo en la seguridad de que en verdad mora “bajo la sombra del Omnipotente.”
La Christian Science enseña que todas las creencias falsas se curan mediante la comprensión espiritual, y esta comprensión pura disipa el temor, la ignorancia y el pecado tan eficazmente como la luz disipa la obscuridad. En conclusión, recordemos las palabras de Pablo (Gálatas 4:31; 5:1): “Por lo cual, hermanos, no somos nosotros hijos de la esclava, sino de la mujer libre. Estad pues firmes en la libertad con que Cristo nos ha hecho libres, y no os sujetéis otra vez bajo el yugo de la servidumbre.”