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El Cristo y los problemas mundiales

[Original en alemán]

Del número de abril de 1954 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una de las declaraciones más conocidas del Maestro amado y que se cita con frecuencia en el mundo cristiano se halla en el Evangelio según Juan (8:32): “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” La llamada mente humana propende a poner límites a lo que está fuera de su alcance, o sea a lo divino; por lo cual encontramos generalmente que aplica estas palabras del Maestro sólo a lo personal. La Christian Science quita los límites que fija la mente humana, y así la frase adquiere más amplio significado.

¡Qué pujanza actual, qué dinámico poder transformador aplicable a los problemas mundiales encierra la naturaleza imperecedera de estas palabras de Jesús: “Conoceréis la verdad [el Cristo], y la verdad [el Cristo] os hará libres!” Mary Baker Eddy, Descubridora y Fundadora de la Christian Science, lo pone bellamente en su Himno de Comunión (Poems, pág. 75):

“La Verdad nos libertó,
y la hallamos tú y yo
en la vida y amor del Señor.”

El Cristo, la Verdad, trae consigo libertad, amor y bondad. Por tanto, lo que no liberta sino que encadena, amenaza, infunde temor, piensa, habla o hace mal en cualquier forma, es ni más ni menos que el anti-Cristo. Leemos en la página 169 del libro de texto de la Christian Science, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mrs. Eddy: “Todo lo que enseñe al hombre a tener otras leyes y a reconocer otros poderes que no sean la Mente divina, es anticristiano.”

Tal parece que los problemas que acosan al mundo en la actualidad pueden atribuirse a la diversidad de regímenes de gobierno, a antagonismos nacionales y a la disparidad económica. Pero ¿no es eso mera maniobra despistante de la mente mortal? ¿No está realmente la rivalidad entre el Cristo y el anti-Cristo? Si el anti-Cristo aparece en los asuntos nacionales, la consciencia humana individual suele alarmarse, cuando es en esa consciencia individual en donde el anti-Cristo tiene su supuesto origen. Si no se reconoce el anti-Cristo en el pensar individual, o si reconociéndosele, se le pasa por alto, se objetiviza en problemas mundiales. El anti-Cristo es la supuesta carencia de Dios o sea Su desemejanza; es lo que tiende a robarle a la consciencia su armonía. Mientras más manifestemos al Cristo, menos expresaremos el anti-Cristo. En la medida en que venzamos el error en nosotros mismos, lo venceremos en la consciencia colectiva que constituye el mundo. Los problemas mundiales son problemas individuales no resueltos sino multiplicados por sí mismos incontables veces.

Es indisputable que a la Descubridora de la Christian Science se debe que el espíritu del Cristo, el principio del Cristo y el poder del Cristo se hayan dado de nuevo a la humanidad en nuestra era actual. Los años que ella pasó orando y trabajando consagradamente y sacrificándose a sí misma, constriñen a sus adeptos a que abran sus corazones de día en día y de hora en hora al Cristo y a que venzan al anti-Cristo.

Como nos lo muestra la vida diaria, los métodos materiales son inadecuados para producir una evolución armoniosa en lo que ocurre en el orden material, y los esfuerzos humanos son igualmente incapaces de eliminar del mundo las dificultades humanas. Para ello se requiere un factor que trasciende lo humano y lo material, y ese factor no puede ser otro que el Cristo, la idea divina en la que nada de material ni de mortal tiene parte, como lo implicó Jesús cuando dijo (Juan 14:30): ‟Viene el príncipe de este mundo; mas no tiene nada en mí.” Cuando el Científico Cristiano entiende bien estas palabras se vuelve diligente y está alerta para cerciorarse de que no se halle en el supuesto reino del anti-Cristo. Se cuida de no ser presa ni por un solo instante del odio — sea odio de alguien, de algún grupo o de una nación. Cualquier pensamiento de odio niega al Cristo, mientras que el pensamiento bondadoso o amoroso concuerda con Cristo y, por tanto, con la Christian Science, y nos libra infaliblemente.

Absteniéndose de forjar o divulgar rumores, el Científico Cristiano avisado está en guardia contra el riesgo de hallarse en el reino del anti-Cristo. Siempre que tropieza con alguna mentira, le da a la verdad la oportunidad de acallarla. Logra triunfar sobre el mal por su intrepidez y reconocimiento de la naturaleza mental e impersonal del mal. Por tanto, no es contra personas ni armas materiales contra lo que se defiende, sino contra las aparentes maquinaciones de la mente mortal que muestran sus pretensiones en las tinieblas, la ignorancia de este mundo.

La necia actividad del anti-Cristo nunca van a impedirla ni a destruirla meras opiniones humanas que los vientos del tiempo arrastran por aquí y por allí, ni la apatía, ni el pensar que toma por hecho lo que se desea. Los acontecimientos de la actualidad exigen que el Científico Cristiano mantenga un concepto claro de la realidad, que piense en términos prácticos o factibles y que trabaje espiritualmente con toda la devoción que pueda. Una actitud a medias no da ningún resultado. La creencia en que la guerra es inevitable debe substituirse con la fe en las posibilidades ilimitadas de la Mente divina. La aplicación correcta de la Christian Science surte efecto inmediato y decisivo en los sucesos del mundo. Inspira y sostiene los esfuerzos que contribuyen al bien y fomentan la justicia y la paz duradera.

En los tiempos bíblicos los reyes y los gobernantes recurrían a algún hombre de Dios — profeta o patriarca — para averiguar el destino de un pueblo o nación. Su obediencia a la visión profética o al consejo del sabio siempre aseguraba la victoria del bien sobre el mal. Hasta en aquellos tiempos había ya los que entendían lo que de nuevo se declara a ciencia cierta y en la actualidad mediante Mrs. Eddy: que “La jurisdicción real del mundo radica en la Mente, gobernando todo efecto y reconociendo que la Mente divina está investida de toda causalidad” (Ciencia y Salud, pág. 379). La historia de los israelitas da casos en los que un hombre que piensa espiritualmente triunfa contra alguna fuerza numéricamente superior de los que piensan materialmente. Cuando David vió al gigante Goliat dijo (I Samuel 17:32): “No se desmaye el corazón de nadie a causa de él;” y cuando Eliseo se vió sitiado por un gran ejército dijo a su siervo (II Reyes 6:16): “No tengas temor; porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos.” En ambos casos la comprensión espiritual de uno solo triunfó contra gente en masa.

Los Científicos Cristianos son los israelitas de hoy. Cual fieles vigilantes, están en guardia en las almenas de la Nueva Jerusalén; sirven como la sal de la tierra y como la luz del mundo. Se dan cabal cuenta de la amonestación de su Guía de que se cuiden del anti-Cristo.

Todo lo que se opone a la Verdad y su progreso y en impotente furia se vuelve activamente agresivo, lo hace en oposición a las urgentes exigencias que la Verdad impone a los hombres. La mente mortal trata de rebelarse contra esas exigencias y se esfuerza por guerrear contra la espiritualidad. En esta lucha, el anti-Cristo emplea un método que le es peculiar: fija el concepto de la masa o masas contra el concepto de la individualidad. Tal método lo basa el anti-Cristo en su negación de Dios y del Cristo, del Padre u del hijo. Escribe Juan en su primera epístola (2:22. 23): “Este es el anticristo, es decir, el que niega al Padre, y al Hijo. Cualquiera que niega al Hijo, ese no tiene al Padre: el que confiesa al Hijo, tiene al Padre también.” Si negamos a Dios y al Cristo, ¿cómo reconocer al hombre individual, el reflejo de Dios? Así que el anti-Cristo impone esclavidad en masa o a las masas, mientras que el Cristo, por lo contrario, trae consigo la salvación individual.

Uno de los medios de que se vale el anti-Cristo para retardar su propia destrucción final es la guerra. La sola palabra infunde temor paralizador e hipnótica acción en masa. Pero ¿que es la guerra sino un conflicto entre personas elevado a alta potencia o sea multiplicado muchas veces por sí mismo? La mente mortal es un reino dividido contra sí mismo, y en saberlo es donde comienza la obra redentora de la Ciencia. Puesto que el hombre es el reflejo inteligente de Dios, para vencer la tiranía, la crueldad y el deseo de dominar al mundo han de aparecer métodos mejores y más elevados que la guerra a medida que se vaya revelando el hombre real en el orden natural del progreso.

La Christian Science redime al hombre individual, asegurando así la redención final de toda la humanidad. La teoría de la salvación colectiva jamás garantiza la redención del individuo. El mundo nunca puede librarse del error colectivamente; tiene que librarse individualmente. Y la Christian Science ha dado principio ya a esta obra gloriosa de redimir individualmente a los hombres. Cientos de miles de personas libres y felices disfrutan ya de ese derecho divino innato al hombre; y puesto que la humanidad consta de seres individuales, podemos inferir que el resultado final ha de ser que todos queden libres.

El Científico Cristiano nunca pierde de vista que Dios, siendo omnipresente, de hecho está a la mano para que a El se apele dondequiera que surjan dificultades o haya tareas que emprender. A cada amanecer da gracias a Dios por el día que allí empieza, sabiendo que es siempre el día en que se la revela la Mente divina, el día en que ha de desenvolverse el plan divino, el día en que se han de cumplir la ley y la promesa divinas, el día en que se manifieste la voluntad divina — el día del Señor. Como encargados de proclamar el evangelio universal, los Científicos Cristianos traen luz a las tinieblas de todos los acontecimientos humanos.

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