Yo perdí a temprana edad la fe en las enseñanzas de la religión en que me criaron, y al verme impelida a leer la Biblia por primera vez me sentí tan enaltecida que me dí cuenta de que había encontrado la respuesta a mi afán de hallar a Dios. Sufría yo de un desorden estomacal crónico acompañado de mucha debilidad, estreñimiento y una enfermedad de los nervios que la ciencia médica pronunció heredada e incurable. Un viaje al extranjero en busca de salud, dos operaciones quirúrgicas y el mejor cuidado médico de los especialistas no me trajeron ningún alivio.
Entonces me habló de la Christian Science una practicista y comencé a estudiar el libro de texto Ciencia y Salud por Mrs. Eddy. Aunque poco entendía yo de su contenido, sabía que había hallado la verdad; y desde entonces fuí una estudiante devota y obrera activa en una Iglesia Científica de Cristo.
Mi primera curación fué de dolores de cabeza neurálgicos con dos tratamientos de una practicista. La curación de mi enfermedad del estómago y de los nervios fué lenta; me causó una agonía indecible, pero yo seguí firme en la fe y en mis obras. Un día oré a Dios que me indicara qué más podía hacer yo. Sentí el impulso de abrir el libro de texto en la página 272 y mis ojos dieron con estos renglones: “El sentido espiritual de la verdad tiene que obtenerse antes de que la Verdad pueda ser entendida. Este sentido se asimila sólo a medida que seamos sinceros, abnegados, bondadosos y humildes.” Eso me despertó a la necesidad de aplicar la verdad según nos enseña la Christian Science, y a estar más alerta al esforzarme por espiritualizar mi modo de pensar. ¿No había dicho Jesús (Juan 8:31, 32): “Si permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres?‟
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