Si me pusiera a describir cuán admirable cambio ha ocurrido en nuestras vidas desde que fuimos guiados a la Christian Science hace más de treinta años, eso requeriría más espacio del que se asigna a un testimonio. Podemos exclamar jubilosamente con el apóstol (II Corintios 5:17): “He aquí que todas [las cosas] son hechas nuevas.”
Aplicando la Christian Science, mi esposo sanó de lo que los sentidos humanos toman como una enfermedad incurable. Su testimonio se publicó hace más de veinte años, y hoy agradece poder decir que esa curación ha sido permanente.
Con nuestro crecimiento en la comprensión que nos ha traído nuestro estudio en serio de todos los escritos de Mrs. Eddy, todas nuestras necesidades han quedado satisfechas abundantemente. Se han confirmado las palabras de nuestro Maestro, Cristo Jesús (Mateo 6:33): “Buscad primeramente el reino de Dios, y su justicia; y todas estas cosas os serán dadas por añadidura.”
Una de las más bellas bendiciones que hemos experimentado fué la curación de nuestro hijo menor. Este niño se enfermó de gravedad en 1940, a la edad de cuatro años. Unas bascas violentas que le duraron varios días, conjuntamente con la pérdida del apetito, lo habían debilitado al grado de no poder ni hablar ni moverse. No obstante el fiel trabajo metafísico de sus padres según la Christian Science, la evidencia material de tales nauseas no quería ceder. En aquel entonces nos vigilaba en Alemania el Gestapo muy escrupulosamente, y porque mi esposo creía que la enfermedad del niño era infecciosa y la ley requería que en tales casos había que llamar a un médico legalmente autorizado, creímos que estaba bien que cumpliéramos con esa ley dando “al César lo que es del César,” por lo cual llamamos a una doctora.
Vino sin tardar y diagnosticó meningitis. No parecía abrigar esperanza alguna, pues no recetó nada de medicina material ni prescribió que se llevara al niña a un hospital, simplemente prometió volver a la mañana siguiente.
Mi esposo y yo continuamos trabajando sin cejar, y hasta con más vehemencia e intensidad que antes probablemente, y para nuestro inmenso gozo, vimos inmediatamente el resultado de nuestro trabajo. Cuando volvió la doctora la día siguiente, el niño ya había recobrado su consciencia y había tomado algo de alimento. La doctora quedó pasmada y repetía varias veces que estaba completamente perpleja. Hizo toda clase de preguntas al niño y él le contestó todas correctamente; y hasta citaba pasajes bíblicos y declaraciones que había aprendido en la Escuela Dominical de la Christian Science. Así es que no podíamos entender nosotros por qué insistía la doctora en estar presente cuando el niño se levantara por primera vez. Para nuestro gran gozo, no prescribió ninguna forma de tratamiento material.
Cuando el niño dejó la cama por primera vez, apenas una semana después, lo que la doctora esperaba sin que nos lo hubiera dicho lo pudimos palpar entonces: que el niño había tenido parálisis infantil además de la meningitis. Al principio carecía de equilibrio y de orientación en sus movimientos y uno de sus ojos estaba paralizado enteramente. A pesar de verse preocupada la doctora, nosotros confiábamos en que sabíamos que la obra de Dios es perfecta y El espera que lo que hagamos también lo sea.
Por lo tanto, mi esposo y yo seguimos trabajando juntos y en dos semanas apenas, observamos agradecidos que ya empezaba a andar normalmente nuestro hijo. En otras pocas semanas, el ojo paralizado sanó por completo — lo contrario de lo que opinaba la doctora, que no podía esperarse una mejoría en un trastorno de esa naturaleza y que el tratamiento correspondiente sería muy tedioso.
Realmente se nos había dado por segunda vez este pequeñuelo nuestro, y no obstante sus años de escasez de salud, hoy está sano y robusto. Cuando lo vemos, no podemos menos que dar gracias a Dios y a nuestra amada Guía Mary Baker Eddy, con todo nuestro corazón.
Nuestra esperanza es que cada vez más la gente sea conducida a la Christian Science y que en ella encuentren las mismas bendiciones, la misma paz y armonía que hemos hallado nosotros. Nuestra gratitud y nuestra felicidad son inexpresables. — Hamburgo-Volksdorf, Alemania.
El testimonio que antecede de mi esposa expresa tan exactamente lo que yo siento, que nada puedo añadir. Sin embargo, puedo decir que mientras más se me aclara la Christian Science al estudiarla, mejor entiendo cómo es que nosotros los Científicos estamos tan agradecidos a Mrs. Eddy, y que sólo con nuestras obras y con nuestro modo de vivir según ella nos enseña podemos probar nuestra gratitud por la Christian Science y ser dignos del nombre de Científicos Cristianos.—