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Surgiendo a la luz

Del número de abril de 1954 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Sentado tranquilamente cierta mañana un Científico Cristiano anhelando en oración esclarecimiento espiritual, le advino este mensaje angelical: “Busca entender más claramente a Dios. Si entiendes bien a Dios, conocerás bien al hombre. Y si comprendes al hombre correctamente, progresarás en tu diario vivir y en tus relaciones con los demás.” Luego se puso el estudiante a escudriñar las diversas definiciones de Dios en ‟Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mary Baker Eddy, meditándolas en anhelosa oración por comprender de veras a Dios y Su naturaleza. Eso es elemental, dirá el lector. Sí, pero es también fundamental y esclareciente cuando uno lo lleva a cabo con sinceridad y honradez de propósito. ¡Y él surgió así a la luz!

Poco después, hablando el Científico con una amiga que había solicitado le ayudara a resolver un problema de negocios y del hogar, le recomendó él que procurara comprender mejor a Dios estudiando las definiciones que de El da nuestra Guía. Semanas más tarde ella le confió a su amigo que al solicitar su ayuda ella había esperado algunas admirables palabras de verdad que resolvieran inmediatamente su problema. En vez de eso, él la había desanimado con decirle únicamente que estudiara las definiciones de Dios que hacía años ella había aprendido de memoria.

Sin embargo, ella recordó el consejo tan sencillo que recibió el gran guerrero Naamán de que se zambullera siete veces en el río Jordán para que sanara de su lepra, lo cual la indujo a que ella también obedeciera como lo hizo finalmente Naamán. Y las bendiciones que obtuvo por haberse zambullido en el estudio de los siete sinónimos de Dios le aportaron el esclarecimiento y progreso que ella necesitaba y recibió agradecida.

Leemos en el libro de Job (22:21): “Amístate ahora con él, y tendrás paz; y por ello te vendrá bien.” Y Jesús dijo (Juan 17:3): “Esta es la vida eterna, que te conozcan a tí, sólo Dios verdadero, y a Jesucristo a quien tú enviaste.” Dos son los puntos importantes que recordar en estas declaraciones si queremos salvarnos de los males de la materialidad y surgir a la luz del Espíritu: Primero hay que conocer a Dios correctamente como Espíritu, como un estar consciente puro; y luego hay que conocer al hombre como espiritual la expresión pura de Dios. Notad esto: debemos conocer a Dios correctamente. No dice la declaración que hay que saber acerca de Dios y del Cristo que se manifestó en la obra de Jesús. Dice que debemos conocerlos.

Escribe Mrs. Eddy en su libro Unity of Good (La Unidad del Bien, pág. 17): “Una comprensión correcta de las admirables declaraciones del que hablaba como ‛jamás habló hombre alguno,’ despojaría al error del plumaje ajeno que se ha apropiado, y transformaría el universo en un hogar de luz maravillosa, —‘una consumación que hay que desear devotamente.’ ”

Cuando niños, en nuestros primeros años de escuela nuestras maestras nos adiestraban pacientemente en los principios básicos de la aritmética y luego nos enseñaban a aplicar las reglas a los problemas específicos, así ayudándonos a entender el valor práctico de las verdades abstractas. ¿Terminó allí todo? No, tuvimos que seguir estudiando álgebra, geometría, trigonometría y cálculos más elevados, aplicando lo aprendido a problemas más complicados.

De análoga manera el Científico Cristiano se halla en su diario vivir ante el campo entero de la Christian Science que le ofrece todas las reglas necesarias para que se gradúe en el reconocimiento y la prueba de ser desde luego hijo de Dios, una vez vencidas las creencias mortales, pasando así de las tinieblas mentales a la luz espiritual.

Puesto que el hombre a la semejanza de Dios es espiritual, refleja todas las cualidades de Dios. Y esas cualidades se expresan infinitamente. Podemos ‟amistarnos” o comprender a Dios únicamente reconociendo y demostrando las cualidades puras del Espíritu.

Uno puede utilizar estas cualidades espirituales en todos los detalles incluso las minucias de la vida diaria. Por ejemplo: Un Científico Cristiano a quien nunca le habían gustado las tormentas de nieve halló necesario un invierno quitar la nieve de las aceras y pistas o senderos de su casa. Renuentemente, y con cierto resentimiento, llevó a cabo tal tarea. Después de la segunda nevada, se acumuló más nieve que antes, y otra vez emprendió la tarea en la misma actitud de resentimiento. Pero al cesar la tercera nevisca había más nieve amontonada que nunca.

Fué entonces cuando se percató el Científico de que tenía que atender a algo más que mero trabajo físico. Recurrió mentalmente a Dios pidiendo esclarecimiento, buscando esos pensamientos angélicos que nos traen la solución de los problemas humanos. Entonces se le ocurrió que había que utilizar las cualidades siempre presentes de Dios. Así es que le metió pala a la nieve, sacó la pala llena y al alzarla por encima de él reconoció su entidad real, exclamando: “Soy perfecto.” Al alzar la palada siguiente, gritó: “Soy incansable.” Y continuó levantando la pala de igual manera, declarando cada vez: “Estoy gozoso,” “soy libre,” “soy espiritual,” “soy inmortal.” Había cambiado completamente su actitud. Ya no fué una engorrosa faena lo que hacía, sino una gozosa actividad proclamando la indestructible relación del hombre para con el Espíritu y sus ideas. De ese modo resultó ser un hombre feliz, desahogado y agradecido que había dejado la obscuridad de sentir lástima de sí mismo para surgir a la luz de la realización espiritual.

En todo lo que nos pase o hagamos, sea importante o insignificante, nuestra tarea consiste en obtener el concepto espiritual de aquello de que se trate. Y ese concepto espiritual se encuentra siempre en las cualidades de Dios, que revelan la verdad concerniente al hombre, la familia, el hogar, negocio, iglesia, comunidad, nación o el mundo — y hasta a la remoción de la nieve acumulada. Así el concepto espiritual del corazón sería, en parte, el de las cualidades de fuerza inagotable, armonía, continuidad y una actividad que nunca falla. Y el concepto correcto de los negocios es cooperación espiritual, consideración, desarrollo armonioso y progreso sin límites.

La idea espiritual de Dios es el Cristo, el Salvador del mundo. Eleva a los hombres a la luz eterna del cielo del Alma.

Dice Mrs. Eddy en sus Miscellaneous Writings (Escritos Diversos, pág. 185): “Renunciar en uno mismo a todo lo que constituye el supuesto hombre material, y reconocer y lograr uno su identidad espiritual como hijo de Dios, es Ciencia que abre las compuertas mismas del cielo, por las que fluye el bien por todos los ámbitos del ser, lavando a los mortales de toda inmundicia, disipando todo sufrimiento y demostrando la verdadera imagen y semejanza. No hay otro nombre bajo el cielo por el cual podamos salvarnos y el hombre pueda revestirse de poder, majestad e inmortalidad.”

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