Uno de los relatos más antiguos de la Biblia se refiere a la torre de Babel. En el undécimo capítulo del Génesis leemos que el pueblo en la tierra de Sinar decidió edificar una torre que llegara al cielo. De acuerdo a la narración: “Dijo Jehová, ... ahora pues nada les será estorbado de cuanto intentan hacer. ¡Vamos, descendamos, y confundamos allí mismo su lengua!” (Versículo 6). De modo que al término “Babel” se le ha dado el significado de confusión, o confusión de lenguas.
La humanidad que desciende de la raza de Adán, ha procedido a dividirse entre sí en muchos grupos, de acuerdo a color, religión y costumbres, todos aptos más bien a disputar que a unirse entre ellos. Los esfuerzos bien intencionados han intentado disminuir y vencer esta desunión, pero, por lo general el resultado ha sido el fracaso. La mente humana errada que pretende haber sido el origen de este problema es la menos apropiada para proveer la solución.
¿Dónde pues, yace la solución? Podemos hallar una sugerencia de esto en el famoso discurso que el Apóstol Pablo pronunciara de pie en el Areópago ante los atenienses y que proclamaba ( Hechos 17: 24–28): “El Dios que hizo el mundo, y todo cuanto hay en él, éste, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos de manos; ni es servido por manos de hombres, como si necesitase de algo, puesto que es él mismo quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas: e hizo de una misma sangre todas las naciones de los hombres, para habitar sobre toda la haz de la tierra, ... pues que en él vivimos, y nos movemos, y tenemos nuestro ser; como algunos de vuestros mismos poetas han dicho: Porque también de él somos linaje.”
Pablo sabía que Cristo Jesús, el gran Mostrador del camino y Maestro, había enseñado y demostrado en su breve ministerio entre los hombres, la paternidad universal de Dios de manera tan convincente que este gran hecho del ser no podría jamás perderse de vista, y esto ha sido probado. En los siglos subsiguientes desde entonces, muchas personas espirituales han trabajado incansablemente para poner en práctica la conclusión tan obvia de la paternidad de Dios, es decir, la hermandad de los hombres.
Mediante su pura visión de Dios, como ambos Padre y Madre del hombre, Mary Baker Eddy se convirtió en la Descubridora y Fundadora de la Christian Science Pronunciado Crischan Sáiens. [Ciencia Cristiana] y autora de su libro de texto “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras.” En la página 332 de esta notable obra ella escribe: “Padre-Madre es el nombre de la Deidad, que indica Su tierna relación con Su creación espiritual. Como el apóstol lo expresó en palabras que citó con aprobación de un poeta clásico: ‘Porque también de El somos linaje.’ ”
Un estudio más profundo de este libro de texto señala claramente que Dios es Mente divina, la fuente única de todo lo que realmente existe. El hombre es la concepción perfecta o idea de la Mente divina. Este no tiene su origen en la efímera materia o el polvo organizado, mas sólo en el Espíritu — en todo aquello que es bueno y hermoso, elevado y santo. Hombre, en la Ciencia Cristiana [Christian Science], es un término genérico, y esto incluye la familia entera de las ideas espirituales de Dios. Las creencias diversas de raza, religión y costumbres, se desvanecen a medida que la humanidad despierta al hecho glorioso enunciado por Mrs. Eddy en su poema (pág. 22) .
“Escrito está en la tierra, la hoja y la flor:
El Amor posee sólo una raza, un reino, un poder.”
La Ciencia Cristiana [Christian Science] revela que el Amor puebla su universo con las ideas divinas que se mantienen unidas en el orden rítmico del ser armonioso. La unidad y la totalidad del Amor divino no incluyen las desavenencias, el defecto o la falta, no permiten la división o la discordancia. Los errores de esta especie no pueden tener cabida en el reino del Alma, Dios, donde la armonía universal es la ley del ser. La realización de estas verdades fundamentales a menudo trae la curación al cuerpo y el mejoramiento de las condiciones y relaciones humanas.
Durante la segunda guerra mundial, mientras servía en una repartición de las fuerzas armadas, el que esto escribe experimentó muchas pruebas satisfactorias del poder sanador que aporta la manera de pensar correcta. Su trabajo le ponía en contacto con hombres y mujeres de muchos países diversos y de diferente esfera social. A menudo hallaba útil decirse a sí mismo: “Este es mi hermano y ésta es mi hermana, el amado del Amor. Todos somos hijos del Espíritu, el Alma. ¡ Cuánto nos amamos y que bien nos comprendemos los unos a los otros!” Frecuentemente las situaciones difíciles, se disipaban, cuando se comprendían estas verdades fundamentales.
No hay poder sanador como el Amor. No existe lenguaje más elocuente, más universalmente comprendido que el del Amor. No precisa intérprete y penetra cualquier clase de barrera u obstrucción. Es la lengua nueva del Espíritu, la expresión inspirada del Alma que el Salmista expresó en estas palabras (Salmo 85:10, 11): “La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron; la verdad brotará de la tierra, y la justicia mirará desde el cielo.”
La Biblia relata la dramática historia de la injusticia cometida por Jacob en contra de su hermano Esaú, a quien le robó su herencia mediante subterfugios, teniendo Jacob que huir para salvar la vida. Cuando después de muchos años de exilio, Jacob decidió volver a su tierra natal supo que su hermano le venía al encuentro al frente de cuatrocientos hombres.
Los estudiantes de la Biblia se hallan familiarizados con la lucha en contra de un sentido falso del ser que Jacob tuvo toda la noche, y que resultó en un cambio total de su naturaleza y punto de vista. Como resultado, en vez de trabarse en lucha después de tantos años de alejamiento, los hermanos se abrazaron al encontrarse. Jacob le dijo a Esaú (Génesis 33:10): ... “he visto tu rostro, como quien ve el rostro de Dios, y tú te complaciste en mí.”
A medida que trabajamos y oramos, para adquirir una comprensión más profunda de la naturaleza y los atributos de Dios como único Padre y Madre del universo y del hombre, se hará siempre más aparente para nosotros, cómo contemplarnos mutuamente a la luz de una clara visión espiritual. Una percepción de esta especie penetra a través de la máscara de la falsedad y contempla con gozo “el rostro de Dios.”