En el Evangelio de San Mateo se relata que Cristo Jesús “llamando a sí a sus doce discípulos, les dió autoridad sobre los espíritus inmundos, para echarlos fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia” (10:1).
¿En que consistía este poder dado por el Maestro? ¿Era acaso un poder misterioso, reservado y conferido a unos pocos? La Ciencia Cristiana refuta tal suposición. Mantiene y demuestra que este poder era un estado espiritual de pensamiento que la Ciencia Cristiana ha recuperado de nuevo y cuyos resultados esta gran Ciencia ha traído con éxito a la era presente. La instrucción primaria en la Ciencia Cristiana prepara al discípulo para demostrar, en cierta medida, el poder sanador que fue comprendido y utilizado por Jesús y por sus discípulos.
Esto quizás podría parecer una pretensión extravagante si los resultados no se hubieran presentado para probarlo, pero los tenemos, y en gran abundancia. Cuando el Científico Cristiano le habla con autoridad al pecado o a la enfermedad, lo hace con la autoridad de la Verdad que poseía Cristo Jesús y así obtiene resultados similares. Probablemente, una explicación demasiado sencilla del componente principal de este poder lo sea el conocimiento que el Científico posee acerca de la totalidad completa de Dios, el Alma, el Espíritu, así como también de la nada absoluta de la creencia en el pecado, la enfermedad y aun en la de la muerte misma.
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