Mrs. Eddy escribe lo siguiente en la página 492 del libro de texto Ciencia y Salud: “El ser es santidad, armonía e inmortalidad. Ya se ha probado que un conocimiento de esto, por pequeño que sea, elevará la norma moral y física de los mortales, aumentará la longevidad, purificará y elevará el carácter”. Esta purificación de carácter significa un proceso de santificación al cual debemos dedicarnos todos eventualmente y debe tener precedencia por sobre todas las demandas meramente materiales, aunque parezcan muy legítimas.
Cristo Jesús declaró (Mateo 5:6): “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia; porque ellos serán saciados”. Jesús continuó siendo justo hasta el momento mismo de la ascensión. Nosotros también seremos bendecidos si seguimos sus preceptos. La Verdad y el Amor se revelan a medida que avanzamos y lo mismo debiera ocurrir con nuestros esfuerzos por obtener la santificación total. En el libro de texto leemos (pág. 22): “Oscilando como un péndulo entre el pecado y la esperanza del perdón, — mientras el egoísmo y la sensualidad causan constantes retrocesos, — nuestro progreso moral será lento. Cuando las demandas del Cristo despiertan a los mortales, éstos experimentan sufrimiento. Eso les obliga, tal como a hombres que se están ahogando, a realizar esfuerzos vigorosos para salvarse; y por el precioso amor de Cristo, estos esfuerzos son coronados con buen éxito”.
La fe en la perfección y armonía espirituales del hombre como idea del Amor divino es lo que alienta la lucha que nos librará de todas las creencias materiales que sostienen lo contrario. Pero, a menos que afirmemos con toda sinceridad que las ideas de Dios son ya perfectas, habremos errado de dar en el blanco, si identificamos este estado con nuestro concepto humano actual acerca de nosotros mismos. La armonía, vigor, paz y sencillez del ser verdadero sólo pueden ser logradas en la medida en que el sentido material del ser es desechado.
La Mente divina no mantiene ni perfecciona el ser material. Pero Dios mantiene por cierto a Sus propias ideas, el ser verdadero de cada uno de nosotros en el punto mismo de la santidad. En la proporción en que nos acercamos a nuestro ser verdadero mediante la santificación propia, esta santidad se refleja espontáneamente en integridad y armonía en nuestra experiencia humana.
No obstante, la Ciencia Cristiana es más que una actitud de mente cultivada escrupulosamente, más que una cuestión de dominio de la mente o aún la Mente por sobre la materia — la existencia aparente de la cual Dios no se halla consciente. Por el contrario, la Ciencia Cristiana expone la realidad básica del ser presentada sobre todo en el idioma cristiano y dando nueva vitalidad a los términos religiosos tan comúnmente desacreditados. Muestra que la Deidad es el Principio enteramente benéfico, que gobierna armoniosamente, que guía, mantiene e inviste a todos aquellos que en lugar de rebelarse ignorante o deliberadamente en contra de Su suave e inexorable ley del Amor, se someten a ella.
En nuestro viaje del sentido al Alma pronto descubrimos cuánto más fácil es meramente adherirse a la doctrina de que sólo existe una causa enteramente armoniosa y — buena, o Principio de toda realidad, — un Principio que es algo más que figura de Padre benevolente, — que el tornarse poco a poco más obediente, y sensible a esta presencia y poder absolutos y el someterse a ellos. En verdad, el reflejo de este poder único y de esta presencia total es todo lo que constituye la identidad verdadera.
Esta realidad implica un cambio básico de manera de ser, el apartarse de una fe en la vida física y sendas y fines materiales que se han hecho casi universales, y volverse a la demostración del Espíritu. Entonces comenzaremos a comprender estas palabras pronunciadas por Zacarías (4:6): “¡No por esfuerzo, ni con poder, sino por mi Espíritu! dice Jehová de los Ejércitos”.
El proceso del abandono del ser propio y de la santificación propia, con sus acompañantes, la curación física y moral, no ha sido expuesto en ninguna parte más convincentemente que en las palabras mismas de Mrs. Eddy que aparecen en Miscellaneous Writings (pág. 354): “Un poco más de gracia, un móvil purificado, unas cuantas verdades expresadas con ternura, un corazón enternecido, un carácter dominado, una vida consagrada, restablecerían la acción correcta del mecanismo mental y revelarían la acción de cuerpo y alma en armonía con Dios”.
