Hace Unos Años, un amigo mío se fijó una meta muy interesante. Dijo que quería quitar de su vocabulario la palabra necesito.
Era un comentario comprensible. Estábamos trabajando juntos en un departamento enteramente nuevo; teníamos una cantidad de trabajo muy grande, límites de plazo inflexibles y muy pocos recursos. Parecía como si todo comentario que se hacía (¡y algunos eran expresados muy enérgicamente!) empezaba con “Necesito...” Tal vez mi amigo percibía una norma que empezaba a molestarme a mí también. Podría describirse como una creciente certeza de que cada día nos va a faltar algo necesario.
En formas que al principio no son siempre obvias, muchos de nosotros estamos familiarizados con lo que significa carecer de algo. Puede ser en la forma de falta de progreso o dudas acerca de nuestra valía; tal vez no hayamos encontrado aún nuestro nicho, o el trabajo que hacemos puede parecernos que no tiene propósito. Creamos lo que creamos que nos falta, jamás podemos estar sin los recursos inagotables del Espíritu, Dios.
Las ideas espirituales tangibles y prácticas que vienen de Dios, la Mente divina, jamás escasean y no dependen de la materia. Estas ideas dirigen nuestro progreso, nos dicen que valemos porque somos los hijos amados de nuestro Padre-Madre, designan nuestro propósito y lugar convenientes, y jamás pueden dejarnos desamparados.
En su Sermón del Monte, Cristo Jesús habló de la constancia y totalidad del amor de nuestro Padre con ejemplos inequívocos. Dijo a sus seguidores: “Si la hierba del campo... Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?” Mateo 6:30.
Por ser los hijos amados, recibimos nuestra provisión justa de manera natural; no tenemos que rogar a nuestro provisión justa de manera natural; no tenemos que rogar a nuestro Padre-Madre para que se reconozca nuestra valía. La Sra. Eddy explica que la oración eficaz y científica se basa en la comprensión correcta de Dios, el Amor divino. En su libro Ciencia y Salud pregunta: “¿Pediremos más al manantial abierto, que ya está vertiendo más de lo que aceptamos?” Ciencia y Salud, pág. 2. ¿No nos está diciendo esto también que nuestra necesidad no consiste en decir a Dios cuánto es lo que nos falta, sino escuchar lo que El nos está diciendo, discernir espiritualmente la armonía la compleción de Su creación?
Un gerente que conozco tuvo la oportunidad de aprender más acerca de la perfecta provisión de Dios. Mi amigo había estado esperando hacer una investigación que era muy necesaria para su compañía, pero sencillamente no podía ver cuál era la mejor manera de obtener cierta información muy específica. Si bien había pensado mucho en ello durante la semana, no había orado mucho acerca de ello. Una mañana, al ir a su oficina alcanzó a escuchar a varios de los empleados decir lo insatisfechos que estaban con su trabajo. Así que, aparte de faltarle ideas sobre cómo proceder con su proyecto de investigación, ahora tenía algunos empleados descontentos. Fue entonces cuando comprendió que había llegado el momento de parar todo lo demás y empezar a orar.
Casi de inmediato recordó algo que había leído esa mañana en Ciencia y Salud: “A medida que los mortales alcancen conceptos más correctos de Dios y del hombre, innumerables objetos de la creación, que antes eran invisibles, se harán visibles”.Ibid., pág. 264. Conocía la frase, pero no comprendía la relación que tenía con esta situación en particular. A la hora de almorzar fue a una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana para continuar con sus oraciones. Acababa de empezar a leer la Lección Bíblica, que aparece en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, cuando encontró este versículo familiar del Génesis: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”. Gén. 1:31. Entonces se detuvo y pensó: “De la manera en que me están yendo las cosas, no puedo ver que todo es bueno en gran manera. ¡No puedo siquiera imaginar ver por un minuto que todo es bueno en gran manera; ni siquiera diez segundos!”
Fue entonces que comprendió las implicaciones que había tenido su manera de pensar. Comprendió que estaba dudando de Dios y de que Su perfecta creación espiritual es real y demostrable. De hecho, estaba diciendo que ni siquiera podía imaginarse tal bondad.
Después de haber estudiado un poco más, volvió a su oficina y descubrió dos cambios interesantes: primero, alguien entró en su oficina sólo para decirle que le gustaba mucho trabajar en ese departamento, y mencionó que él sabía que muchos otros sentían lo mismo. Y como si eso fuera poco, en unos minutos se le ocurrió precisamente cómo podía hacer su proyecto de investigación. Ambas necesidades quedaron satisfechas en contados minutos. Reflexionó acerca de lo que había producido ese cambio.
Recordó la primera declaración que le vino al pensamiento antes de almorzar: “A medida que los mortales alcancen conceptos más correctos de Dios y del hombre... ” Eso es lo que había ocurrido a la hora del almuerzo: su duda momentánea acerca de la buena creación de Dios en gran manera había sido corregida. La frase continúa: “... innumerables objetos de la creación que antes eran invisibles, se harán visibles”. Los objetos, o ideas, que él no había visto antes se habían hecho visibles de manera tangible.
Fue una gran lección en muchos sentidos, pero lo más importante fue que lo ayudó a él, y puede ayudarnos a todos nosotros a ver y empezar a demostrar que la creación más preciada de Dios, Su hijo, jamás puede estar desamparado.
Como consta en la Biblia, Moisés les recordó a los hijos de Israel la experiencia que habían vivido luego de su salida de Egipto, sobre todo, que Dios jamás los dejó desamparados. “El sabe que andas por este gran desierto”, les dijo Moisés; “estos cuarenta años Jehová tu Dios ha estado contigo, y nada te ha faltado”. Deut. 2:7.
Está comprobado que todo lo que nuestro Padre-Madre nos da, siempre está con nosotros. Tenemos esa promesa.
    