Mientras terminábamos de preparar el material de este número para la imprenta, nos enteramos de la existencia de varias cartas que algunos de sus alumnos habían enviado a la Sra. Eddy. Sentimos que estas cartas se relacionaban estrechamente con este número.
Sabíamos que estos alumnos habían progresado y llegado a ser trabajadores probados y leales del nuevo y creciente movimiento. Pero esas primeras cartas, escritas poco después de que sus autores habían conocido la Ciencia Cristiana, nos conmovieron profundamente.
Esta nueva enseñanza religiosa revolucionó sus vidas y se abocaron de lleno a su estudio para conocerla mejor. La Ciencia Cristiana no fue para ellos un mero pasatiempo. Casi inmediatamente después de haber comenzado el estudio de esta enseñanza religiosa, nueva y antigua a la vez, la gente empezó a acudir a ellos para ser sanada. Y todos los que acudieron fueron sanados.
También comenzaron a celebrar reuniones o servicios religiosos con otras personas que se habían interesado recientemente en esta Ciencia. Primero se reunían en sus propias casas y, sin pérdida de tiempo, formaban filiales de la Iglesia de Cristo, Científico. Sus relatos, que datan de los años 1880, pueden ser muy útiles hoy en día para aquellos que intentan desarrollar congregaciones de trabajadores. Podemos ver que, tanto entonces como ahora, la curación, la devoción abnegada y la confianza en la guía de Dios constituyen la base fundamental para el progreso de esta causa.
Estamos muy agradecidos a La Junta Directiva de la Ciencia Cristiana por permitirnos compartir con los lectores del Heraldo estas cartas inéditas.
En agosto de 1885, Laura Lathrop le escribió a la Sra. Eddy pidiéndole que la incluyera en la clase que iba a impartir el mes siguiente. Desde su casa de Freeport, Illinois, la Sra. Lathrop describió el tremendo efecto que la Ciencia Cristiana había tenido en su vida.
Estimada Sra. Eddy:
El próximo sábado se cumple un año de la muerte de mi esposo, que ocurrió después de una enfermedad que duró apenas seis días. Una vez que pagué todos los gastos, me quedaron quince dólares para cubrir mis necesidades y las de mis dos hijos. Había sido una inválida desde que tenía veinte años y en la época en que falleció mi esposo, no podía mantenerme en pie ni siquiera diez minutos. Mis amigos se ocuparon de obtener un empleo de maestra en una escuela pública para mi hija mayor, que en ese entonces tenía diecisiete años. Mi madre... me proporcionó una casa donde no tengo que pagar renta y alquilo parte de las habitaciones. De ese modo, pude salir adelante hasta que a mediados de enero fui a Chicago donde estudié con la Sra. G. P. Noyes (una practicista de la Ciencia Cristiana), quien, a su vez, trató mi problema físico. Desde fines de abril, he estado practicando la Ciencia Cristiana. La Sra. Noyes piensa que, a pesar de que soy tan nueva en metafísica, me desenvuelvo muy bien...
La Sra. Lathrop estuvo en la clase de septiembre de 1885, y seis meses después, desde su nuevo domicilio en Nueva York, le escribió a Calvin Frye, secretario de la Sra. Eddy, lo siguiente:
Estimado Sr. Frye:
Tenga a bien enviarme a vuelta de correo media docena más de libros [Ciencia y Salud], pues he vendido hasta el mío propio y siento como si me hubiesen quitado mi punto de apoyo. Por favor, ... dígale a la Sra. Eddy que estoy haciendo todo lo posible por dejar bien sentado el buen nombre de nuestra hermosa Ciencia, y que es verdaderamente maravilloso comprobar la manera en que se está divulgando aquí su conocimiento. Trato a los pacientes desde las nueve menos cuarto de la mañana hasta la una y media; por la tarde salgo a visitar pacientes, y por la noche doy tratamiento a quienes lo solicitan sin estar presente.
Muy pronto, la Sra. Lathrop celebraba reuniones en forma regular para todos los que se interesaban en la Ciencia Cristiana. Durante los siguientes 36 años trabajó incesantemente por la Causa de la Ciencia Cristiana como practicista y maestra en los estados de Nueva York y Massachusetts.
El Dr. Francis Fluno fue otro trabajador fiel y dedicado que estudió con la Sra. Eddy a mediados de la década de 1880. El 5 de noviembre de 1885, desde su domicilio en Chicago, le escribió una carta describiendo sus antecedentes:
Mi muy estimada Sra. Eddy:
Cuando yo era muy joven me afilié a una iglesia ortodoxa y resolví hacerme pastor, pero unos quince años más tarde, por intuición, sentí que Dios y Su idea eran las realidades y todas las demás cosas eran erróneas. Dios es verdad, y el error es ausencia; por lo cual decidí que yo no podía ser pastor porque pensaba que estaba completamente solo. Finalmente, llegué a ser médico homeópata y continué en esta profesión hasta este verano en que oí hablar de los [Científicos Cristianos] y leí el libro que usted escribió tan sólo por curiosidad. Pero me convenció de tal manera que abandoné la medicina, vendí parte de mis libros e instrumental y pienso vender todo lo restante... Mi esposa ya ha demostrado en ella misma el tratamiento que usted indica... Estamos ansiosos por llegar a la fuente para obtener instrucción...
Suyos en la Verdad
El verano siguiente, la esposa del Dr. Fluno, Ella, le escribió una carta a la Sra. Eddy relatando desafíos y progresos:
Muy estimada maestra:
El motivo de no haberle escrito durante estos últimos tres meses no ha sido el habernos olvidado de usted ni por haber descuidado nuestro deber. Pienso que lo fuimos posponiendo día tras día con la esperanza de poder contarle algo más alentador acerca del progreso de nuestro trabajo... Pienso que estamos aprendiendo a ver algo de lo que su experiencia y fidelidad le han enseñado... Aquí se están multiplicando nuestros amigos y contamos con algunas personas que ya están trabajando. Querida Maestra ¿aprobaría usted la idea de formar una filial de la asociación?... Dígame, por favor, cómo obtener la autorización legal. El doctor dio una clase en mayo y pronto habrá más gente preparada para asistir a otra...
Yo puedo atender pacientes en mi casa... Uno de nosotros le enviará un relato con detalles sobre algunos de los casos que hemos atendido aquí, para que los incluya en el Journal si los encuentra adecuados. Disfruto enormemente la lectura del Journal; además nos da ánimo y nos ayuda... Nos unimos al enviarles afecto y bendiciones para usted y para todos.
Le enviaré un pedido de libros, pues se nos han acabado.
Unos años más tarde, los Fluno se mudaron a Oakland, California. En 1898 el Dr. Fluno fue nombrado integrante del Cuerpo de Conferenciantes de la Ciencia Cristiana. Un relato publicado en el Journal de febrero de 1897, nos da una idea de su obra sanadora.
Una tarde una niña de siete años, hija de un amigo de los Fluno, viajaba en un carruaje en Napa Valley cuando el carruaje fue embestido por un tren. La niña fue conducida al consultorio de un médico cercano al lugar. Permaneció inconsciente hasta la medianoche, momento en que llegó el Dr. Fluno que había viajado en tren y en carruaje para poder llegar. El relato del Journal continúa diciendo: “Tan pronto como él le habló, ... ella volvió en sí y a la mañana siguiente se la veía tan bien como siempre, hasta salió a jugar al jardín”.
La Sra. Fluno también estaba en el carruaje cuando fue embestido por el tren. Los que llegaron primero al lugar la dejaron a un lado, dándola por muerta y se dedicaron a ayudar a los demás. Posteriormente, resultó que estaba viva, pero los diarios de San Francisco, de Oakland y de Napa informaron que probablemente no viviría. Dos días después del accidente la Sra. Fluno volvió a su casa y el domingo siguiente estaba en la iglesia.
Annie Dodge era la hija de un general de los Estados Unidos. De niña había vivido en Italia y en Francia. En 1889, siendo ya una mujer, le escribió a la Sra. Eddy desde Denver:
Querida Maestra:
Estoy tratando de establecer una iglesia en este lugar... Comenzaremos haciendo reuniones dominicales en nuestra casa... Estoy comprobando que el Journal despierta cada vez mayor interés. Adquiero cincuenta ejemplares por mes y pongo en venta veinticinco; los restantes los envío a la gente de Denver — en especial a los pastores que tienen un enfoque liberal... Tuve una charla muy interesante con un pastor de Council Bluffs y me di cuenta de que era muy receptivo a la Ciencia— y que tenía el profundo deseo de continuar investigándola. Siendo un buscador de la Verdad, sus sermones están llenos de la Ciencia.
Poco después volvió a escribirle:
... Esta noche tuvimos otra reunión; el Sr. Roberts las conduce con mucha calma y desenvoltura... En un diario apareció un artículo indignante y les he escrito la respuesta correspondiente, y la he mandado a otro diario (el más popular de esta zona). Su Redactor me envió una nota muy amable en la que me asegura que se va a publicar sin falta...
Nuestras reuniones dominicales se realizan aquí con regularidad, y me han nombrado oradora para esas reuniones. Me produjo una enorme alegría saber que los asistentes pensaron que yo era capaz de llevar a cabo esa tarea con eficiencia; por eso la acepté con gusto. Mamá le envía muchos cariños. Ella continúa en la Ciencia con la firmeza de una roca.
En 1890 la Srta. Dodge viajó a Inglaterra para ayudar a establecer el nuevo movimiento, y al regresar, trabajó para la Causa en Nueva York como practicista.