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Descubramos el poder de la ley de Dios que tiene vigencia propia

Del número de junio de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Muchas Personas Consideran sinceramente el esfuerzo que significa imponer la obediencia a reglas o leyes, ya se trate de la política de una empresa, de reglamentos escolares, de reglas familiares o de leyes nacionales.

Las leyes o reglas humanas tienen por lo general la finalidad de ayudar, de brindar protección, libertad y progreso. Sin embargo, puesto que tienen un origen humano, no son una realidad que tiene vigencia por sí misma, sino que son decisiones humanas sujetas al cambio, que requieren de poder físico y/o aceptación popular para que funcionen.

En contraste con esto, la ley espiritual o divina es una realidad que tiene vigencia por sí misma, que es inmutable, que revela que Dios, el bien, es la única causa y poder, y que por lo tanto Su reflejo, el hombre y el universo, debe expresar sólo las cualidades del bien. Esta ley es un decreto divino imperativo, el cual adquiere vigencia por sí mismo en todo el universo espiritual de Dios.

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