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Los Diez Mandamientos: una oración diaria

Del número de junio de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El Aumento En el número de Biblias que se han distribuido en el siglo XX ha sido meteórico. En el año 1900 cerca de trece millones de Biblias y Testamentos fueron enviados a través del mundo. Según la Sociedad Bíblica Americana, en 1989 se distribuyeron 300 millones de Biblias y Escrituras, y se espera que a fines de este siglo esta cantidad aumente considerablemente. Este es un logro importante para dar a conocer la Palabra de Dios. Pero junto con este aumento ha habido también una notoria disminución en la obediencia a uno de los fundamentos principales de la Biblia, los Diez Mandamientos. Véase Ex. 20:3–17. Algunos de los indicios de esta época son estadísticas que acusan un mayor número de crímenes, un menosprecio general de la moralidad sexual y un difundido comportamiento carente de ética.

¿Hay algo que se pueda hacer para detener esta epidemia corruptora que está minando la estructura misma de la vida individual y colectiva? ¿Qué pensamos de los Diez Mandamientos en nuestra propia vida? ¿Son algo escrito en dos tablas de piedra miles de años atrás en una remota montaña del Medio Oriente, reglas formales que desde entonces han pasado a ser la base de la ética judía y cristiana y de la civilización del mundo occidental? Muchos consideran los Mandamientos de esta manera, pero, ¿hay acaso un modo más elevado, más espiritual, en que podamos usar y poner en práctica estos Mandamientos en nuestra vida diaria? ¿Hemos orado realmente alguna vez basándonos en ellos?

Por ejemplo, tal oración podría comenzar declarando la totalidad y unicidad de Dios, Su poder y presencia, sin nada que los contradiga. Este es el requisito principal de la oración, y la Sra. Eddy le da alta prioridad al decir que el Primer Mandamiento es su texto favorito. Véase Ciencia y Salud, pág. 340. También escribe en Ciencia y Salud: “El punto de partida de la Ciencia divina es que Dios, el Espíritu, es Todo-en-todo, y que no hay otro poder ni otra Mente — que Dios es Amor, y que, por lo tanto, es Principio divino”.Ibid., pág. 275.

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