“¡Oye, Juanita, vamos a ir a la casa de Emilia para montar el triciclo a motor! ¿Quieres venir?”, dijo Catalina al pie de la escalera.
Juanita no podía creerlo. Había querido montar ese triciclo motorizado con sus tres grandes ruedas desde la primera vez que lo vio. Pero se había figurado que su hermana mayor y su amiga nunca la invitarían. Corrió a decirle a su mamá a dónde iba, y después salió disparada por la puerta para unirse a Catalina y Emilia.
Cuando llegaron a la casa de Emilia, Juanita vio fascinada al papá de Emilia echar a andar el motor del triciclo. Cobró vida con estruendo. Entonces las niñas se amontonaron para hacer un viaje por la colina. De alguna manera en el entusiasmo del momento, Juanita se raspó la pierna contra el guardabarros. Vio que estaba sangrando y le dolía, Juanita casi empezó a llorar, pero entonces recordó la palabra “¡Deséchalo!”
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