La Mayoria De las personas que han oído hablar de la Ciencia Cristiana reconocen que es una religión que pone de relieve la práctica de la curación cristiana. Durante cientos de años antes de su descubrimiento, la doctrina del dispensacionalismo había convencido a la gente de que la curación cristiana era un don especial de Dios que había terminado después de la época de los apóstoles. No obstante, en el siglo XIX una extraordinaria mujer estadounidense de Nueva Inglaterra, Mary Baker Eddy, descubrió que la vida de Cristo Jesús todavía daba testimonio del poder omnipresente de Dios para sanar tanto la enfermedad como el pecado.
Así como el descubrimiento de las leyes de la aerodinámica que hizo Sir George Cayley a principios del 1800, suministró la base para comprender que los objetos más pesados que el aire podían volar, el descubrimiento de que la curación cristiana opera de acuerdo con un Principio fijo y divino, la transforma en un designio divino permanente para el bien de la humanidad. Además, el descubrimiento de la Sra. Eddy indica que cualquier persona puede desarrollar la comprensión espiritual y el carácter cristiano que se requieren para ponerlo en práctica.
La clave para tener la habilidad para practicar la curación cristiana es aceptar la prueba que Cristo Jesús dio de que el hombre no es pecador por naturaleza. El demostró que la influencia de Dios en la vida humana destruye el pecado. Los relatos del evangelio dan ejemplos de arrepentimiento, restitución y regeneración. El cristianismo libera a la persona del pecado mediante el reconocimiento de que Dios, el Principio perfecto, es el único autor verdadero del hombre. El hombre espiritual — y esa es nuestra identidad verdadera— no nace con una naturaleza mala; tampoco tiene propensiones mentales que lo obligan a portarse mal; ni está propenso a ser un adicto; ni es innatamente sensual. Jesús sabía esto. El sabía que el hijo de Dios tiene que ser semejante a Dios. De modo que ayudó a hombres y a mujeres a descubrir su verdadera naturaleza espiritual y su filiación divina. El pecado no tiene dominio sobre aquellos que reconocían su identidad y naturaleza espirituales. Cuando nos liberamos de las pretensiones del pecado por seguir el ejemplo de Jesús, adquirimos la habilidad para sanar a la humanidad.
Los discípulos de Jesús eran en su mayoría hombres sencillos. Eran también hombres buenos. Eran espiritualmente receptivos. Jesús les enseñó acerca del reino de los cielos, de la naturaleza del hombre, y de las cosas de Dios. Enseñó tanto mediante el ejemplo como mediante el precepto, y sus discípulos tuvieron un despertar espiritual. A medida que aprendían, los enviaba fuera para que compartieran lo que él les había enseñado. Y como la Biblia relata, ellos predicaban y sanaban en todos los lugares a donde él los enviaba. Los discípulos también luchaban, porque a fin de progresar tenían que crecer en gracia mediante la cristianización de su vida diaria y la espiritualización de su pensamiento.
Tenían que vencer la rivalidad, el prejuicio, la impaciencia. Debían eliminar la duda y el temor y aumentar su confianza en Dios. Necesitaban aprender a servir más que mandar. Sobre todas las cosas, necesitaban comprender a Dios lo suficiente para ser inconmovibles en su amor para con Dios y los hombres.
Tanto la Biblia como otros registros históricos muestran que los primeros cristianos practicaban la curación cristiana con eficacia, liberando a muchos de la enfermedad y del pecado. Esto demuestra que la habilidad para practicar la curación cristiana no estaba limitada a aquellos que conocieron a Jesús personalmente. Como la Sra. Eddy explica en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: "En latín la palabra traducida por discípulo significa estudiante; y la palabra indica que el poder de curar no era un don sobrenatural para esos estudiosos, sino el resultado de su cultivada comprensión espiritual de la Ciencia divina, la cual su Maestro demostraba sanando enfermos y pecadores. De ahí la aplicación universal de sus palabras: 'No ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí [comprenderme] por la palabra de ellos' ".Ciencia y Salud, pág. 271.
La curación cristiana es un elemento esencial del cristianismo, y fue un aspecto notable en la obra de Jesús y en la de sus discípulos. Cada miembro de la Iglesia de la Ciencia Cristiana — la Iglesia de Cristo, Científico— hace el compromiso especial de practicarla. El unirse como miembro no significa simplemente estar dispuesto a confiar en la curación cristiana, sino que los que se hacen miembros se comprometen a practicar la curación cristiana. Como los discípulos de antaño, expresan su deseo de aceptar la disciplina de una vida genuinamente cristiana, y se esfuerzan por comprender con seguridad a Dios y a Su Cristo.
A medida que la Iglesia de la Ciencia Cristiana empezó a crecer en número, la Sra. Eddy pensó mucho sobre cómo preservar su característica esencial: la curación cristiana. Alrededor de 1902, consideró un reglamento que establecía que una iglesia filial no podía mantener la filiación de alguien que no hubiera "sanado uno o más casos de enfermedad mediante la Ciencia Cristiana". Y al referirse a La Iglesia Madre, escribió: "A partir de esta fecha, solicitantes para afiliación con dicha Iglesia deberán presentar un certificado de uno o más casos sanados por ellos bajo el Principio y la regla de la Ciencia Cristiana". Archivos de La Iglesia Madre: borrador no publicado de los registros de Chestnut Hill, Tomo LXIX, N.° 9887, pág. 237. Como bien saben los miembros de la Iglesia, esto jamás se convirtió en Estatuto. No obstante, sugiere con qué seriedad luchó la Sra. Eddy con el desafío de hacer que la práctica de la curación estuviera en primer lugar en la vida de los miembros de su Iglesia. Un Estatuto que fue inscrito e incluido en el Manual de La Iglesia Madre poco después, suavemente se refiere al mismo punto. Dice en parte: "Yo recomiendo que cada miembro de esta Iglesia se esfuerce por demostrar con su práctica que la Ciencia Cristiana sana al enfermo rápida y completamente, probando así que esta Ciencia es todo lo que afirmamos que es".Man., Art. XXX, Sec. 7.
Podemos medir el logro de la Sra. Eddy al observar que hoy en día un número creciente de personas considera que la curación cristiana es una característica normal del cristianismo. Para muchos, el descubrimiento de la Sra. Eddy ha resucitado al cristianismo en sus corazones y ha hecho que sea una fuerza vital en el siglo XX.
