: Bienvenidos a El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Hoy vamos a hablar de los padres de niños que tienen problemas emocionales.
Carolina del Norte, estuvo en esta ciudad hace poco, y estuvimos conversando sobre este tema. Kay, ¿cómo superan los padres el sentimiento de culpabilidad cuando sus hijos están en dificultades?
Kay Olson: Bueno, a veces eso puede ser un gran desafío. La mejor manera de explicarlo es contarte algo que sucedió en mi propia familia.
Una vez alguien asaltó la casa de nuestro vecino. Esta familia llamó a la policía y preguntaron a todos los vecinos: “¿Saben quién lo hizo?”
Descubrimos que había sido uno de nuestros hijos el que había cometido el robo. ¡Cómo no sentirme culpable! Fue un momento terrible. Al principio lloré. Pero después recordé un versículo de Salmos: “Reconoced que Jehová es Dios; El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos”.
Cambié mi punto de vista para orar de una manera diferente. En realidad, él era hijo de Dios. Y cuando digo esto me refiero a la manera en que la Biblia relata que Dios creó al hombre a Su imagen. Yo tenía que cambiar la manera de ver a mi hijo: no tenía que verlo como una persona con problemas, como un malhechor, sino como Dios lo ve. Lo primero que hice fue reconocer que la inocencia y la pureza de este hijo — su identidad verdadera— estaban intactas, aun cuando había hecho algo horrible.
Bea: ¿Simplemente pasaste por alto lo que hizo?
Kay: Oh, no. Mi esposo y yo pensamos en nuestra familia. Tenemos seis hijos. En nuestra casa había mucha actividad. Teníamos gatos, perros, conejos, serpientes, de todo. Nos dimos cuenta de que estábamos tan ocupados con nuestra familia que cuando los chicos volvían de la escuela apenas teníamos tiempo de preguntarles: “¿Cómo te fue hoy?”
Nos dimos cuenta de que necesitábamos obtener un sentido más elevado de lo que es el amor, el amor que trasciende la mera emoción, el que está vinculado a Dios. Nuestro esfuerzo se basó en la oración a la cual me referí antes, atentos a la guía de Dios. Comprendimos que nuestro hijo ansiaba sentir ese amor y que le expresáramos ese amor.
No renunciamos a las normas de la casa. Aún teníamos determinados parámetros. Pero algo estaba ocurriendo dentro de mí. No estaba esperando que él cambiara. Esperaba un cambio, pero no esperaba que él cambiara, porque yo lo estaba viendo en forma diferente. El concepto que yo tenía de él se basaba en el hecho espiritual de que él era hijo de Dios.
Cuanto más clara es para nosotros la relación que existe entre el amor que sentimos por nuestros hijos y el que sentimos por Dios, más responden ellos a ese amor. Recuerdo que tuve la idea de que debía hacer saber a los niños que los valorábamos, los respetábamos y los cuidábamos, y que eran muy valiosos.
Bea: ¿Cómo lo hiciste?
Kay: Una de las maneras era decirlo. Uno lo siente y después lo dice, siempre partiendo de la base de lo que es el hombre en realidad. No me atribuía el mérito por lo que mi hijo hacía bien. Percibía la relación que tiene con Dios por ser Su hijo. También reconocí que yo no debía sentirme culpable por lo incorrecto de su proceder. Comprendí que el bien podía superar eso. Y eso fue precisamente lo que sucedió.
Recuerdo que mi esposo fue a caminar con él y conversaron por un rato. Más tarde, cuando nuestro hijo regresó dijo: “Mamá, nunca antes me había sentido tan amado”. Fue un momento muy hermoso. Comenzó a tener más aplomo, más confianza en sí mismo. Y también halló su vocación en la escuela secundaria, algo en lo que él era muy, pero muy bueno. Se inclinó por la carrera de actor. Durante sus años de secundaria y de universidad eso fue algo muy importante para él.
Bea: ¿Cómo resolvieron el robo? ¿Se entabló pleito?
Kay: !Oh, sí! Tuvimos que ir a la corte y comparecer ante un juez. Fue una época pavorosa. Pero otra idea que me ayudó mucho es una de Ciencia y Salud por Mary Baker Eddy. La Sra. Eddy formula la pregunta: “¿Qué es el hombre?” Y la respuesta completa –de un par de hojas– es maravillosa. Una idea que realmente atesoré fue que el hombre “no tiene ni una sola cualidad que no derive de la Deidad”. Comencé a identificar a mi hijo de ese modo, y también a mis vecinos, amigos y desconocidos. Comenzaron a producirse cambios, porque la gente responde al amor que se relaciona con el Amor divino, el amor que emana de Dios.
Bea: Por lo que veo, ustedes nunca culparon a su hijo por deshonrar a la familia.
Kay: Nunca se me ocurrió. Lo que más me ayudó fue el concepto de lo que es el hombre. A través de la oración, siempre podemos revertir la situación y verla en un contexto diferente, un contexto espiritual.
Bea: Cuando usted compareció ante el juez, ¿qué sucedió?
Kay: Le dijimos que éramos estudiantes de Ciencia Cristiana y le preguntamos si se nos autorizaba a solicitar la ayuda de un practicista de la Ciencia Cristiana. Nos contestó afirmativamente y así lo hicimos. Durante seis meses nuestro hijo visitó al practicista una vez por semana. Era obvio que el juez quería saber si había progreso. De modo que estuvimos de acuerdo en informarle. El practicista envió al juez un informe mensual durante seis meses (sin revelar información confidencial) hasta que el juez consideró que todo estaba en orden.
Bea: ¿Y el período probatorio establecido por la ley había terminado?
Kay: Sí.
Bea: Y tu hijo entonces no sólo fue absuelto sino que continuó progresando en sus estudios en la escuela secundaria.
Kay: Sí. Fue en cierta manera una bendición en muchos sentidos.
Pienso que lo importante en nuestro papel de padres, es comenzar a percibir quién es realmente el Padre-Madre y tener una visión espiritual del hombre.
Bea: Me gusta lo que dijiste acerca de que en realidad es Dios quien actúa como Padre-Madre, ¿no es eso lo que estabas diciendo?
Kay: Sí. Es una oración constante. No pretendo decir que nunca cometí errores, porque los cometí; pero cuando recurrimos a nuestro Padre celestial, escuchamos Sus ideas y nos dejamos guiar por Su intuición, Su inspiración y Su luz, podemos estar seguros de que vamos en la dirección correcta.
Bea: Lo que no significa que estemos renunciando a nuestras responsabilidades como padres humanos.
Kay: Oh no, jamás.
Bea: por el contrario, somos capaces de cumplirlas mejor.