Durante La Mayor parte de mi niñez viví deprimida. Mis padres bebían constantemente, y mi padre abusaba verbal y físicamente de todos nosotros. A pesar de ser una buena estudiante y una persona dedicada a la música, siempre sentía que tenía que hacer algo más; si fuera una chica mejor, quizás mi familia y mi vida hogareña serían mejores, y quizás mis padres estarían satisfechos conmigo. Pronto, empecé a creer que siempre sería fea, estúpida e inadecuada.
A la edad de trece años, me encontré con el alcohol, la marihuana y los chicos. Disfrutaba con emborracharme y usar las drogas con mis amigos, y si un chico estaba interesado en mi, especialmente uno mayor que yo, yo sentía que era importante para alguien. Cuando no me invitaban a salir, me sentía deprimida. Las relaciones mismas comenzaron a ser un tipo de adicción, hasta las que eran infelices y abusivas.
Durante mi segundo año en la universidad, los estudios me abrumaron. Muy imprudentemente me inscribí en cursos extremadamente difíciles. Después de que un novio me dejó, a menudo me cortaba con vidrios rotos u hojas de afeitar. Por esta razón, fui internada temporalmente en la sala psiquiátrica de un hospital cercano para curarme de depresión y conducta autodestructiva. Finalmente me mudé a otro estado donde obtuve independencia económica y terminé mis estudios. Visité a un psicólogo regularmente durante los siguientes cinco años. Creía que mi pasado me impedía llevar una vida normal.
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