Durante La Mayor parte de mi niñez viví deprimida. Mis padres bebían constantemente, y mi padre abusaba verbal y físicamente de todos nosotros. A pesar de ser una buena estudiante y una persona dedicada a la música, siempre sentía que tenía que hacer algo más; si fuera una chica mejor, quizás mi familia y mi vida hogareña serían mejores, y quizás mis padres estarían satisfechos conmigo. Pronto, empecé a creer que siempre sería fea, estúpida e inadecuada.
A la edad de trece años, me encontré con el alcohol, la marihuana y los chicos. Disfrutaba con emborracharme y usar las drogas con mis amigos, y si un chico estaba interesado en mi, especialmente uno mayor que yo, yo sentía que era importante para alguien. Cuando no me invitaban a salir, me sentía deprimida. Las relaciones mismas comenzaron a ser un tipo de adicción, hasta las que eran infelices y abusivas.
Durante mi segundo año en la universidad, los estudios me abrumaron. Muy imprudentemente me inscribí en cursos extremadamente difíciles. Después de que un novio me dejó, a menudo me cortaba con vidrios rotos u hojas de afeitar. Por esta razón, fui internada temporalmente en la sala psiquiátrica de un hospital cercano para curarme de depresión y conducta autodestructiva. Finalmente me mudé a otro estado donde obtuve independencia económica y terminé mis estudios. Visité a un psicólogo regularmente durante los siguientes cinco años. Creía que mi pasado me impedía llevar una vida normal.
La terapia y los grupos de apoyo a alcohólicos a los que asistí me brindaron una ayuda constructiva y me alentaron a recurrir a un “poder superior”. Comencé a orar a Dios de la mejor forma que sabía, lo que alivió mi ansiedad y depresión y trajo soluciones a problemas.
Un año o más después, comencé a salir con un amigo de secundaria que era Científico Cristiano. Le pregunté sobre su religión y lo que significaba para él. Le comenté que había estado aprendiendo a orar y compartí con él las experiencias de curación de las que había sido testigo como resultado de la oración. El compartió algunas de las cosas que había aprendido a través de la Ciencia Cristiana y me invitó a una conferencia de la Ciencia Cristiana. Solo fui a la conferencia con él como una excusa para verlo otra vez, pero lo que escuché en la conferencia tuvo mucho sentido para mí.
Durante el siguiente año estudié las Lecciones Bíblicas del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana y le pregunté muchas dudas a mi novio. También leí y traté de entender Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Un día hablé con mucho interés con una mujer que trabajaba en una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana a la que había ido. Me contó no solo que ella había sido criada por padres alcohólicos y que había sanado de muchas de las dificultades de esa experiencia, sino que también era practicista de la Ciencia Cristiana. Comencé a visitarla todas las semanas, hambrienta de lo que ella pudiera compartir conmigo sobre Dios y la Ciencia Cristiana.
Había llegado a depender mucho de mi novio. Era maravilloso estar junto a su familia que me apoyaba, pero, en comparación, algunas veces mi propia vida familiar parecía ser tan mala que sentía un profundo resentimiento. Cuando me dijo (y muy correctamente) que se estaba sintiendo abrumado y que estaba interesado en otra persona, me sentí asolada y una vez más muy traicionada y sola. Comencé a fantasear sobre como suicidarme, pero algo dentro mío quería que esos sentimientos de indignidad y depresión fueran sanados, de una vez y para siempre.
Le pedí a la practicista que orara por mí. Había llegado a sentirme tan disconforme con mi vida que quería un verdadero cambio. Durante las siguientes semanas, ella me habló sobre la Biblia y los escritos de la Sra. Eddy. Hablamos sobre el Salmo noventa y uno y lo que dice sobre habitar “al abrigo del Altísimo” y morar “bajo la sombra del Omnipotente”. Hablamos sobre Jesús en el jardín de Getsemaní. Estaba solo. Sus amigos se habían dormido y no lo apoyaron durante ese momento tan difícil. El no quería ser crucificado, pero le dijo a Dios: “no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). Jesús sabía que Dios estaba con él donde ningún humano estaba y que Dios lo guiaría a probar la verdadera seguridad y dominio que tiene el hombre sobre el mal. Al referirse a su pedido insatisfecho de consuelo humano, Ciencia y Salud dice: “Ese anhelo humano no fue correspondido, y por eso Jesús se volvió para siempre de la tierra al cielo, de los sentidos al Alma” (pág. 48).
La practicista me aseguró que lo que extrañaba tanto de mi novio eran las cualidades espirituales que expresaba. Esas cualidades eran de Dios y no podían perderse; ni tampoco podían estar limitadas a una persona. Ella me dijo que no necesitaba obtener amor en mi vida, porque como hija de Dios, el Amor era la verdadera fuente de mi identidad real. Como reflejo de Dios, yo ya tenía un permanente compañerismo con El, y no era algo que me faltaba.
Ella me explicó que mi identidad espiritual nunca tuvo un comienzo ni podía tener un final, porque el Espíritu es inmortal. Si quería suicidarme, sería mejor que comprendiera que eso no me impediría tener que aprender acerca del ser espiritual, entonces era mejor que ¡comenzara a vivir la Vida! Me alentó a discernir cuanto amor ya se estaba expresando a mi alrededor, en formas que no había pensado. Y a medida que comencé a reconocer y a apreciar el amor de Dios, Su presencia se volvió más real para mí cada día.
Las fantasías sobre el suicidio se diluyeron en pocos días y no volvieron. Empecé a concurrir a una iglesia de la Ciencia Cristiana en mi ciudad e hice algunos nuevos amigos tanto allí como en la comunidad. Comencé a interesarme y hacer lindas cosas por los demás, cosas que antes solo habría hecho por mis novios, como llevarle una cena a un amigo que tenía que trabajar hasta tarde, o darle un dulce en el día de los enamorados a cada uno en la oficina. No pasó mucho tiempo antes de que sintiera un nuevo sentido de seguridad y alegría como hija de Dios, lo que otras personas, incluso mi propia familia, notaron. Al principio pensé que iba a extrañar fumar marihuana o beber de vez en cuando, pero me di cuenta de que no lo extrañé en absoluto, y que esa nueva forma de pensar para mí merecía todo mi tiempo y energía. Mi teléfono comenzó a sonar con invitaciones para ir a lugares y hacer cosas.
Unos tres meses después de haber dejado de ver a mi novio, conocí a un joven que también se había criado en un hogar de Científicos Cristianos. Comenzamos a vernos mucho y nos casamos ese mismo año. Tenemos un matrimonio feliz y armonioso, uno donde hay crecimiento espiritual, libertad, amor, apoyo y estabilidad. Lo amo mucho, pero no siento, como antes pensaba, que lo necesito para ser completa. Y eso ha sido algo muy nuevo para mí.
No voy a decir que mi vida es perfecta ahora; continúo resolviendo problemas a través de la oración. Siempre estoy aprendiendo más sobre como orar por mí misma y como encontrar las respuestas en la Biblia y en Ciencia y Salud. También me encanta ayudar a los demás. No hay realmente nada más importante para mí que seguir aprendiendo acerca de Dios y la relación del hombre con El, y agradecerle por la riqueza y abundancia que trae cada día.