Ya Sea Que nos hayamos interesado en la Ciencia Cristiana recientemente o la hayamos conocido hace mucho tiempo, es probable que aspiremos a demostrar sus enseñanzas más eficazmente. Podemos hacerlo proponiéndonos elevar el pensamiento al más alto nivel.
Nuestra demostración se eleva a medida que nos elevamos en entendimiento y espiritualidad. La Sra. Eddy escribe: “El camino es la Ciencia divina absoluta: andad por él; mas recordad que la Ciencia es demostrada paso a paso, y que nuestra demostración se eleva sólo en la medida en que nosotros nos elevamos en la escala del ser”.Escritos Misceláneos, pág. 359.
¿Qué es la demostración? El término se deriva de un vocablo latino que significa “demostrar”. La demostración implica que algo se haga evidente. Puesto que en la Ciencia divina, Dios y Su idea es todo lo que en verdad existe, la demostración es esencialmente una manifestación de Dios, o el bien; es el aparecimiento del ser real. Para el sentido humano, es la revelación o descubrimiento de lo que es verdadero y divino. Por otra parte, el pecado, la enfermedad y la mortalidad expresan la creencia de que la mente carnal puede demostrar o manifestarse a sí misma. Cada curación espiritual refuta esta pretensión.
La demostración en la Ciencia Cristiana no significa crear una nueva condición. Es demostrar lo que ya está presente, apartar el velo que oscurece una determinada realidad espiritual. Es revelar algo que siempre ha estado y que siempre estará presente.
¿Qué es lo que demuestra? La consciencia espiritual demuestra, los practicistas de la Ciencia Cristiana demuestran; la oración demuestra. Puede que haya un sinnúmero de respuestas. Pero al elevar el pensamiento al nivel más alto, reconocemos que Dios es Todo-en-todo, y lo hace todo. Es el único que actúa, el único que obra. Es el único creador del universo espiritual y del hombre. Y Dios, como la única fuente de todo ser, el iniciador de todo movimiento, acción y acontecimientos verdaderos, es, en el sentido más profundo, el único que efectúa la demostración.
Admitir esto, vivir de acuerdo con esa verdad tan fielmente como podemos, es elevarnos al nivel más alto en la escala del ser. Es llegar a la elevación más alta posible. Y como resultado, cualquier noción que podamos tener de que nosotros como seres humanos hacemos la demostración, se desvanece.
Una vez que, desde una sólida base de espiritualidad, hemos admitido genuinamente que Dios es el único hacedor, lo que aparece como nuestras demostraciones de curaciones, se efectúan con mayor claridad. No son tan oscurecidas por las nieblas de los sentidos ni son dilatadas por un punto de vista mortal acerca de las cosas. Se llevan a cabo con menos esfuerzo y son más naturales y espontáneas. El origen y centro medular de la demostración son divinos, no humanos.
La demostración exige entregarse absoluta y totalmente a Dios. Es una oportunidad especial para afirmar que todo lo real comienza en Dios, no en el hombre, ni siquiera en el hombre verdadero a semejanza de Dios. Es verdad, ni siquiera el hombre verdadero es el autor o creador de alguna cosa. En el sentido de que la demostración es la manifestación de Dios mismo y de Su naturaleza, el hombre en sí es un aspecto de la demostración.
Nuestra demostración de la verdad en la Ciencia Cristiana se eleva a un nivel, o dos (o aún más), a medida que aceptamos la idea de que no hay ningún ser mortal que demuestre la verdad. La Verdad eterna, Dios, se prueba y demuestra por sí misma. La Sra. Eddy afirma: “El mejor sanador es aquel que menos se hace sentir, y viene así a ser una transparencia para la Mente divina, la cual es el único médico; la Mente divina es el sanador científico”.Ibid., pág. 59.
Nuevamente, ¿qué es lo que demuestra? No es el cuerpo físico ni una mentalidad humana. La demostración es siempre la Verdad y el Amor que sanan y se manifiestan por sí mismos. Si bien es sumamente natural apreciar el trabajo de los practicistas de la Ciencia Cristiana que nos ayudan a través de la oración, es preciso comprender que no es realmente la persona quien hace la demostración.
El profeta de Galilea, Cristo Jesús, sabía que él, como persona humana, no era el hacedor de sus obras. Su Padre-Madre Dios obraba a través del Cristo, haciendo prácticas las realidades del ser para que fueran más claras y evidentes a la percepción humana. “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre” Juan 5:19. expresó Jesús. Lejos de elevar su identidad humana, Jesús basó su carrera sanadora en subordinar el sentido humano de las cosas y en revelar la identidad espiritual. El Maestro demostró su maestría y dominio sobre el sentido material.
¿Acaso no repudió Jesús toda pretensión de glorificación de sí mismo cuando lavó los pies de sus discípulos? El ciertamente sabía que el orgullo mortal jamás manifestó nada verdadero y real. El amor que proviene del Amor divino y el amor desinteresado es lo que efectúa la curación, no la importancia mundana ni el amor propio de persona alguna. La curación espiritual por su misma naturaleza está despojada del yo personal. Su propósito es probar lo que Dios es y hace y, por lo tanto, bendecir a los demás. No se efectúa por ningún propósito egoísta propio.
Si pensáramos que somos nosotros solamente quienes humanamente realizamos la demostración, ¿acaso resultaría bien siempre, y tendríamos siempre buenos resultados? Ciertamente no los tendríamos. “La persona que realiza las demostraciones humanas en esta Ciencia puede equivocarse”, dice la Sra. Eddy, “pero la Ciencia permanece como la ley de Dios, infalible, eterna. La Vida, la Verdad y el Amor divinos constituyen el Principio básico de toda Ciencia, resuelve el problema del ser, y nada erróneo o que hace mal puede entrar en la solución de los asuntos de Dios”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 348.
De esas declaraciones podemos concluir que es más sabio que uno mismo no se considere como un trabajador personal que efectúa la demostración. Estaríamos proclives a no lograr obtener sólidos resultados, y nos quedaríamos estancados en los bajíos espirituales. Cuando leemos que “la Vida, la Verdad, y el Amor divinos constituyen el Principio básico de toda Ciencia”, debiéramos aceptar con gratitud que es la Ciencia eterna, en vez de que la persona del Científico Cristiano, lo que genera la demostración.
Es la Mente única, el Principio expresándose a través del Cristo, en lugar de la mente humana, lo que produce la curación. En el Prefacio del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, la Sra. Eddy menciona que existen varios libros sobre la curación mental, la mayoría de ellos inexactos en teoría. Y explica: “Ellos consideran que la mente humana es un agente curativo, mientras que, por el contrario, esa mente no es factor en el Principio de la Ciencia Cristiana”.Ciencia y Salud, pág. X.
Un continuo sentido de responsabilidad humana por la curación produciría estrés. Tratar de que una mente humana efectúe una curación espiritual sería ardua labor y estaría condenada al fracaso. Existe una manera más elevada, y es el camino en la Ciencia. Aprendemos que es nuestro privilegio dejar de utilizar personalmente la verdad y dejar todas las cosas en manos de Dios, el único hacedor de toda demostración.
No obstante, el reconocer a Dios como el origen de toda curación, no es meramente declarar: “Gracias a Dios que no tengo nada que hacer”. Atribuir todo el poder a Dios no significa asumir una actitud pasiva. Es una responsabilidad activa; requiere el reconocimiento consecuente de que “la Mente divina es quien sana científicamente”. Nos abocamos a agudizar nuestro sentido espiritual para ser testigos de la curación y demostración.
La demostración es algo más que una gran promesa. Es el vínculo, por así decir, entre la promesa del bien y la tangibilidad del bien en nuestra experiencia. Por ejemplo, los jardineros quizás posean sobres de semillas de flores. Tal vez fueron atraídos por la abundancia de flores vivamente lograda en la foto en color del sobre que las contiene. Esos florecimientos son muy prometedores. Pero mucho tiene que suceder entre lo que se promete y la cantidad de flores que se recoge verdaderamente. Mucho es lo que ocurre entre el hermoso potencial ilustrado en la foto y lo que se concreta de ese potencial en el jardín.
La demostración y la curación incluyen afecto humano e integridad. Pero se requiere más que eso; se necesita integridad espiritual. La demostración requiere que practiquemos la integridad que reflejamos como imagen de Dios. Esa integridad no nos permite pensar en la demostración como una herramienta para satisfacer las necesidades mortales. La demostración no tiene el propósito de darnos el gusto de que se han cumplido una lista de deseos. La demostración expresa la voluntad de Dios, no la nuestra. Se trata de medios y objetivos espirituales que se manifiestan a nivel humano. Es el Amor divino que actúa para hacer visibles al sentido humano el propósito de Dios y Su universo y el hombre, por medio del Cristo. Es la manifestación de la realidad divina.
Tener claro aquello que no es una verdadera demostración agudiza nuestra comprensión de que es la demostración. Puesto que no es una actividad humana, no es una exhibición de destreza humana. Es una exhibición sagrada de inteligencia y amor divinos. Ver esto es trabajar y orar en la Ciencia Cristiana con mayor percepción y paciencia. Nos guía a un nivel más elevado.
El mero cambio de una creencia a otra de la mente humana, y la aparente exteriorización de este cambio, no es demostración. No es la manifestación del Amor divino. Tampoco muestra el ser real. La curación no es un mero cambio de creencia, como sustituir una creencia de que somos pobres a la creencia que somos pudientes, ¡por más agradable que pudiera parecer! No, la demostración se produce cuando la mentalidad y las creencias materiales ceden a una consciencia espiritual. Y en la medida que eso ocurre, el resultado bien puede ser el de pasar de una manera limitada de vivir a disfrutar de una vida plena de toda la abundancia del bien.
Es evidente que la demostración no es el resultado de la acrobacia mental o la manipulación mental. Es el efecto del Cristo que purifica el pensamiento humano y desecha las creencias mortales. Si alguien considera que la solución de un problema no está evidenciándose como debería ser, podría revisar y examinar su concepto de cómo se efectúa la curación. ¿Está encarando la curación con suficiente humildad, espiritualidad e impersonalidad? ¿Es lo suficientemente científica?
Estudiando y viviendo la Ciencia Cristiana aprendemos a emplearla cada vez mejor. Si tomamos un martillo por la cabeza de metal y no por el mango de madera, y luego tratamos de que el clavo penetre, nos resultará bastante difícil. El clavo apenas se moverá. Entonces aprendemos a no culpar al martillo, sino a utilizarlo mejor.
La demostración en la Ciencia Cristiana jamás ha revelado algo que ya no existiera; solamente lo ha traído a la luz.